Capítulo 3 - Serás mía.

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Camila Esguerra no había tenido reparos en arrastrar a una furiosa Natalia hacia la casa de campo a las afueras de la ciudad, esa gran finca que estaba aislada del mundo; la castaña fue bajada por ese hombre de aspecto inmaculado, tal parecía que ni toda la fuerza del mundo lograba hacer que un solo cabello saliera de su lugar.

—Sus órdenes están cumplidas señorita Esguerra. — Murmuró al dejar a Natalia sentada en ese inmenso sofá de plumas que parecía abrazarla.

—Pues ahora las descumples. — Natalia intentó ponerse de pie, pero la mano de Alfredo ni siquiera la dejó moverse de su lugar.

—Muy bien Alfredo, quiero que regreses a la casa, que le avise a mi padre que no llegaré en todo el fin de semana y que no intente buscarme. — La pelirroja sacó de su cartera unos cuantos billetes y se los extendió al hombre. — También quiero que cierres absolutamente todo y que te lleves toda copia existente de las llaves, excepto la que tengo yo. — Maliciosamente pasó su lengua por su labio inferior. — No quiero que nadie interrumpa mi diversión.

—Está bien señorita, que pase un buen fin de semana. — Alfredo soltó el hombro de Natalia y tomó un gran manojo de llaves para dirigirse a la puerta con ese semblante serio. — ¿Necesita que la venga a buscar el lunes en la mañana?

—No es necesario Alfredo, manda uno de mis carros para mañana en la noche.

—Entonces, si no necesita de mis servicios me retiro.

Cuando Alfredo estaba abriendo la puerta, Natalia se puso de pie e intentó correr tras él, rezando porque el empleado de Esguerra tuviera algo de sentido común, pero todo quedó en un vano intento, pues el brazo de Camila la detuvo a medio camino, casi haciéndola caer. — ¡Por favor, no me deje con esta loca!

—Que tenga buen fin de semana Alfredo.

El hombre miró por última vez a su jefa, implorando de manera tácita el que dejara ir a la chica, pero no obtuvo la misma compasión en la mirada de su jefa. — Igualmente señorita Esguerra, mañana a primera hora tendrá su vehículo estacionado aquí al frente.

—Tráelo a la noche, lo necesito para la noche.

—Está bien señorita.

—¡NO ME DEJES CON LA LOCA!

Camila miró con una sonrisa torcida a Natalia, solo por el hecho de que la chica parecía tener pavor de estar a solas con ella. — ¿Me tienes miedo Afanador? — Susurró enterrando la nariz entre los sedosos cabellos castaños, sintiendo como la piel ajena se estremecía al tacto.

—¡Nadie en su sano juicio secuestra a la gente porque quiere! — Gruñó la castaña haciendo fuerzas para soltarse.

Camila, ya harta de la resistencia inútil de Natalia, tomó su brazo con brusquedad y la empotró contra la pared, cerrando el paso con su propio cuerpo. — ¡A mí nadie me rechaza Natalia! — Sus rodillas separaron con brusquedad las piernas de la castaña, obteniendo un quejido como respuesta. — Y tú no serás la primera. — Los blancos dientes cepillaron la delicada piel del cuello. — Mucho menos cuando sé que me deseas, que te mueres por ser mía. — Fuertemente succiona sobre ese delicioso punto de pulso, arrancando un pequeño gemido. — Solo entrégate a mis manos, princesa.

Natalia quería protestar, quería apartarla y salir corriendo, pero esa sensación creciente en su bajo vientre no se lo permitió, esa incomodidad de sentir su ropa interior mojándose solo la avergonzaba y hacía que esa timidez volviera a salir a flote; todos, absolutamente todos sus sentidos se habían multiplicado, dejándola indefensa frente a las expertas manos de la pelirroja.

—¡De...de...detente! — Suplicó como último recurso para detener lo inevitable.

Camila gruñó en desacuerdo, subiendo con rapidez para succionar sus labios y besarla con premura, adentrando su lengua sin ningún permiso a la dulce boca de la castaña, quien, ya completamente perdida en la bruma del placer, había enredado sus manos en el cabello de la pelirroja; esto solo dio paso a la más cruenta batalla dentro de la boca de Natalia Afanador, quien ya se encontraba sin armas.

El aire escaseaba en sus pulmones, obligándolas a separarse; Camila observa extasiada como un hilo de saliva aun unía sus bocas. — ¿Por qué me pides que me detenga si tú también lo quieres? Lo quieres tanto como yo.

—Yo...yo. — Ni siquiera era capaz de mirar a la persona que tenía al frente.

Los dientes de la pelirroja capturaron con delicadeza el aro de la castaña, revoloteando con su lengua, para luego susurrar con malicia. — Desnúdate para mi Natalia, — La castaña solo pudo abrir la boca con sorpresa por la petición. — Te quiero desnuda bajo mi cuerpo mientras te hago delirar de placer.

Natalia ni siquiera pudo mirarla, solo miró sus pies con el sonrojo, no quería que la muchacha se diera cuenta de su inocencia, y mucho menos quería decirle que estaba completamente muerta de deseo por sentir esa infinidad de sensaciones que le podía dar una noche de sexo con Camila Esguerra, sin embargo, sus ideales eran tan fuertes, que la idea de entregarse a una persona que hasta el momento solo había demostrado interés en la parte inferior de su cuerpo le resultaba por lo bajo, repudiable.

—Tiempo suficiente para una respuesta preciosa. — De un tirón Camila había roto los botones de su blusa y la había arrancado de su cuerpo, dejándola pegada a su pecho una vez más; sus labios volvieron a apropiarse de los de Natalia, mientras que su mano subía peligrosamente hasta colarse bajo la fina tela del sujetador, apretando con brusquedad el sensible pezón de la muchacha.

—¡Camila! — Gimió Natalia, queriendo dar una última protesta, pero solo logró vigorizar las acciones de la pelirroja.

—Eso, eso preciosa, gime mi nombre. — Con los dientes tiró del labio inferior de la castaña. — Porque en unos minutos lo gritarás.

Natalia no supo en qué momento había sido arrastrada a una de las habitaciones de la casa, solo lo supo cuando su espalda tocó la suave y mullida cama, cuando el cuerpo de Camila escaló sobre el suyo hasta tener nuevamente sus labios prisioneros y el rojo del labial de la muchacha marcado en su cuello.

—Ca...Ca...Camila... detente. — El pánico la invadió, ella no debía entregarse a alguien que no amaba. — No....No lo hagas.

—Te deseo Natalia. — Sin piedad, los dientes se clavaron en ese blanco cuello, haciendo mella en la ternura de esa piel pálida. — Hoy te voy a enseñar lo que es una verdadera mujer — Las manos traviesas pasaron la tierna protección de sus jeans, llegando a esa estropeada ropa interior, pero pese a la excitación del momento, Camila supo que algo no marchaba bien, las rígidas piernas de Natalia lo demostraban.

—Relájate Natalia, prometo que lo vas a disfrutar.

Los ojos cerrados de Natalia y ese sonrojo la hicieron pensar algo, quizás, improbable para la edad de ambas, pero, aun así, debía preguntar.

—Es que...

—¿Eres virgen?

Los ojos de Natalia se abrieron y el rojo de sus mejillas se intensificó, aunque eso era físicamente imposible; eso solo hace vibrar de excitación a Camila. Una chica virgen era un premio digno de colgar en su pared de los triunfos, es por eso por lo que Natalia Afanador debía ser suya, la chica debía entregarse en cuerpo y alma a sus manos, aunque después se cansara de ella y ya no la quisiera más; pero ahora, su más fiel meta sería meterse entre los pantalones de Afanador y robar ese tesoro que tanto tiempo había estado guardado, esperándola.

Sus labios comenzaron a repartir besos cadenciosos por el cuello y la parte sensible tras su oreja, susurrando con malicia. — ¿Me dejarás corromperte Natalia? ¿Serás mía? — El botón del jean de la castaña fue usurpado con poca ternura. — Dime que me dejarás romperte Natalia.

Natalia Afanador estuvo bailando con el diablo, y terminó seducida, la verdadera intriga es ¿Hasta dónde estará dispuesta a llegar? 

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Historia en conjunto con juli9802. Perdón la tardanza, acabo de tocar mi hogar

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora