Capítulo 17. - David tiene...un lado cruel.

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Natalia:

¿Había dicho que me amaba? ¿Ella había dicho que me amaba luego de esposarme a la cama y violarme hasta cansarse? Y ahora descaradamente me miraba como si esperase a que yo le respondiera eso, me miraba como si de verdad esperase a que yo le dijese que la amaba, que nunca había dejado de sentir por ella y que mi relación con David había comenzado por esa necesidad de llenar ese vacío gigante y que únicamente me había entregado a sus brazos en un afán de sentirme menos sola que antes, cuando ella me dejó completamente destruida.

—Quiero que te vayas Camila. — Lancé con frialdad, intentando refugiarme en esas inmensas capas que cubrían mi corazón medio roto. — Quiero que me dejes en paz, que te desaparezcas de mi vida y que te olvides por completo de lo que pasó esta noche.

Ella gesticuló con sus manos. — Natalia, comprende, nosotras estamos hechas para estar juntas.

Hizo un intento de poner sus manos en mi cintura, pero me aparté antes de que su cálido tacto me desarmara y me arrojara completamente a sus pies, babeando cualquier lugar donde ella pisara, acatando cualquier orden que me diera.

—No. — Corté dando un paso hacia atrás. —Yo soy una policía, una rescatista de secuestros que tiene especialidad en camuflaje e infiltración. — Hice alarde de la prepotencia de cada uno de mis títulos para conseguir algo de terreno. — Fui contratada para sacarte de la mierda en la que te encontrabas, entregarte completamente a salvo a las manos de tu familia y lo hice. — La empujé para dejarla contra la pared y darme espacio para salir. — Ahora se acabó, tu vuelves a tu vida y yo a la mía, para así estar enormemente lejos que es la única distancia que puedo aceptar entre tú y yo.

Ella parecía estar completamente desconcertada por la frialdad de mis palabras. — Natalia, no puedes estar diciendo eso.

—Ya lo dije. — Me cortó de inmediato. — Ahora sal de acá si no quieres que llame a la policía.

—Eres la policía.

Sonreí altivamente porque sabía que pese a ser ella quien mantenía gran parte del poder, en este momento era yo quien mandaba la situación. Por primera vez en mucho tiempo, Camila Esguerra era la persona que se sometía, era ella quien temblaba, era ella quien estaba en un desconcierto tremendo que apenas le permitía emitir palabra alguna y eso me hacía sentir bien.

—Lo sé. — Sonreí socarronamente. — Por eso te estoy exigiendo que te vayas, que me dejes en paz.

—Por lo menos podríamos hablar. — Ofreció en un último y desesperado intento por alargar el momento.

—Quiero que te largues en este momento. — Susurré sonriendo con burla por la manera torpe que tenía de expresarse. Era como si de pronto todas las cartas de la vida se hubiesen devuelto a mi favor, y cada una de las mierdas que pasé para llegar a donde estaba cobraran sentido para decirme que ella me había destruido y no lo podía volver a permitir que lo hiciera una vez más. — Hazlo si no quieres que convierta tu vida en un infierno.

—No puedes estar...— Sus palabras quedaron perdidas en una especie de limbo cuando vio mis ojos. — Está bien. — Terminó por conceder. — Pero que te quede claro que esto no se quedará así. — La manera ofuscada que tenía de moverse de un lado a otro juntando sus pertenencias, y para cuando estaba al lado de la puerta, ella ya estaba completamente vestida. — Pienso dar la pelea Natalia, porque no puedo... no pienso perderte una vez más, eso no pasara.

—¡Ten buena vida Camila! — Le grité cerrando la puerta en su cara, dejándola fuera de mi vida simbólica y físicamente.

En ese momento, en la soledad de mi hogar me permití romperme un poco, deslizando mi cuerpo contra la puerta para presionar las manos en mi pecho para acallar los sollozos que salían de mi garganta al recordar como ella me había hecho suya una vez más.

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora