Capítulo 11. - ¿Lujuria?

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Natalia sentía mal, le sabía horrible el hecho de estar usando esas malditas citas como excusa para olvidar todo lo que había pasado con Camila Esguerra, pero siempre se encontraba al final del día recordando la manera en que la pelirroja había recorrido su cuerpo con tanta pasión, encendiendo su piel de manera tan cadenciosa, tan real que incluso se sentía sofocada solo con el hecho de recordar.

—Nati, me encantó salir contigo esta noche. — Susurró el chico del que incluso no recordaba ni su nombre. — Me he divertido mucho contigo.

Ella sonrió de manera cordial. — A mi también me gustó mucho la velada.

—Me gustaría que saliéramos nuevamente. — Exclamó él mientras acariciaba de manera disimulada el brazo de la castaña.

Ella miró con un poco de resentimiento la suave caricia del muchacho, e inevitablemente sus pensamientos viajaron a Camila Esguerra; hace dos semanas que ella no tenía contacto, corroborando que lo único que quería la pelirroja era meterse entre sus pantalones. No debería sentirse mal, de hecho debería dejar de pensar en ella, pero le era imposible, cada cosa que pasaba la recordaba, pero esto era algo que si podía hacer.

—A mi también me gustaría volver a salir contigo. — Sonrió de manera cansada.

Él tomó el rostro de la castaña. — ¿Estás bien? — Susurró pasando el pulgar sobre el pómulo de la chica.

—Si, solo estoy cansada. — Lanzó intentando ocultar los pensamientos que se agolpaban en su cabeza. — Han sido unos días muy largos en la universidad.

Él se posicionó frente a la chica, sacó su chaqueta y la puso sobre los hombros de ella, luego tomó sus mejillas para hacer que sus ojos se encontraran. La muchacha miró hacia un lado, percatándose que estaba frente a su casa, y que las luces de esta estaban apagadas.

—Me gusta verte sonreír. — Exclamó él con voz suave. — Me gusta verte en las mañanas con un café entre las manos, es como si tu carita se iluminara por el solo hecho de sentir ese aroma a grano tostado. — Un paso más cerca de ella y ahora las manos de la muchacha se aferraron a sus caderas en un vano intento de mantenerlo a una distancia prudente. — Me gusta mucho verte reír de los chistes malos de tu mejor amiga, me gusta ver como te duermes con tanta facilidad. — Otro paso dejó los cuerpos de ambos completamente pegados, y sus bocas a escasos centímetros de juntarse. — Me gustas tú.

El nombre del muchacho apareció como un rayo en su cabeza. — Federico, yo...

—Solo déjame demostrarte que puedo hacerte bien. — Suplicó en un intento porque Natalia no lo frenara.

Al no encontrarse con ninguna objeción por parte de ella, se atrevió a bajar su boca hasta que sus labios se rozaron; con un poco de fuerza movió la cabeza de la chica para amoldarla a su gusto, poco a poco fue abriendo la boca para poder tomarla en el beso que había anhelado toda la noche, pero nada llegó a suceder, solo un frío tremendamente abrumador envolvió, y el calor que trasmitía el cuerpo de Federico fue remplazado por un bufido que le caló los huesos.

—¡No vuelvas a tocarla en tu maldita vida hijo de puta!

Natalia por fin reunió el valor para poder abrir los ojos, encantándose con la mirada colérica de Camila Esguerra puesta sobre el pobre Federico, quien yacía en el suelo un poco aturdido.

Él se quejó notoriamente mientras se acariciaba el golpe proporcionado. — ¡¿Qué demonios te pasa?! — Sus ojos se clavaron con rabia en los de Camila. — ¿Quién se supone que eres tú? ¿Por qué demonios vienes a exigirme algo?

—¡Yo...yo soy... yo soy...! — La pelirroja se quedó en blanco, ¿quién era ella para reclamar? ¿Natalia era algo suyo como para poder reclamar así?

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora