Los brazos le estaban doliendo de manera impresionante, ya había olvidado cuando había sido que sus manos no estuvieron amarradas sobre su cabeza, tampoco recordaba cuando había sido la última vez que había pasado más de una hora sentada o recostada, incluso había perdido la noción de la última vez que durmió como era debido.
Cuando el cansancio estaba a punto de vencerla, la frialdad llegó a su cuerpo y la sensación de que algo escurría por sus ropas la despertó.
—Aún no tienes permiso para dormir, princesa. — Lazó la última palabra con in excesivo desprecio; en efecto, el carcelero había vaciado un balde de agua helada sobre el cuerpo de la pelirroja, todo porque la chica había osado intentar descansar sus ojos.
Los oscuros ojos color miel aterrizaron en ese hombre medio pelado, barbón, y con tatuajes hasta donde no llegaba el sol. — Con usted, — se atrevió a lanzar con cierta socarronería, — ni muerta me duermo, pervertido de mierda.
Él sonrió de manera socarrona. —¿Pervertido? — Preguntó de manera retórica. — ¿Quieres saber lo que me gusta? — El aliento pestilente del hombre estrelló contra su rostro, luego, el codo del hombre impactó con fuerza contra su estómago, haciendo que sus piernas se debilitaron, dejando su cuerpo suspendido sobre los propios brazos. — Ver tu maldita cara de dolor mientras se te escapa el aire.
—Hijo de puta. — Jadeó por la falta de aire, intentando recuperar el aire perdido.
Él sonrió. — Tal parece que la princesa no es tan buena como dicen — Se mofó. — Tiene una boca bastante sucia.
—¿Qué tanto te paga la mierda de mi tío? — Se atrevió a preguntar.
—Bastante, — dijo escondiendo una sonrisa de burla, — bastante más de lo que puedas ofrecer tú.
—Mi padre tiene más dinero, él maneja un fondo bastante grande, puedo ofrecerte lo que quiera. — Intentó ofrecer. — Él puede darte lo que quieras por mí, solo debes llamarlo y yo hablaré con él para que no existan repercusiones contra ti, e incluso puede darte un trabajo.
—¿Dinero de los ciudadanos? — Preguntó con cierta ironía. — Yo no me vendo querida.
Camila lloriqueó. — ¿Por qué tengo que sufrir yo por los errores de gestión de mi padre?
—Yo puedo responder eso querida sobrina. — El hombre con el intachable traje entraba a la habitación con la sonrisa que pone un político a punto de decir una mentira; Camila lo sabía, era la sonrisa que ponía su padre para conseguir cualquier cosa que se propusiera. — Tú eres lo único que tenemos para remecer a tu padre, porque ninguna otra cosa le importa tanto como el dinero. — Se posicionó frente a la pelirroja, dejando su rostro a igual altura. — Creo que lo sabes bien querida, ni siquiera tu madre le importa tanto como tú, así que no tenía muchas opciones de donde elegir.
La pequeña sentía que el corazón se le apretaba. — Pero ¿por qué me torturas? Yo no te he hecho nada, yo no tengo la culpa.
Él, de manera cínica se atrevió a limpiar las lágrimas de la muchacha. — No llores preciosa, te quita lo lindo de tu rostro.
—No quiero que me peguen más, quiero ir a mi casa, estar con Chai, quiero volver a mi vida. — Las lágrimas de la chica. — Yo no tengo la culpa de lo que hace mi padre, por favor, déjame ir a mi casa.
Él se acercó a ella, envolviéndola en un abrazo que incluso parecía desprender cariño. — Ya, tranquila mi princesa. — Susurró condescendiente. — Solo un poco más, aguanta un poco más, un poco más para que el cerdo de tu padre me de todo lo que quiero, — tomó el rostro de la muchacha para secarle las lágrimas, luego se acercó al oído de la pelirroja, — eso si no quiere ver llegar el cadáver de su hija en una bolsa de plástico.
El cuerpo de la pelirroja comenzó a temblar con fuerza, temblaba por imaginar el horrible destino que le esperaba, porque lo conocía, conocía a su padre desde siempre, sabía que él no cedería ningún peso aunque eso significara tener una hija muerta, aunque eso significara que el diablo se le apareciera y le dijera que tenía que hacer, a ella no la salvaría su padre, no lo haría porque él no cede ante la presión de ningún cerdo anarquista, él no se preocupaba por ella.
El recuerdo de la una castaña que sonreía y le calmaba el alma le azotó, esa chica de ojos color miel que le miraba recostada desde el piso de su habitación y sonreía, esa chica que le besaba con tanta ternura como si tuviera miedo de dañarle algo, esa chica que se disculpaba cada vez que le abrazaba con un poco más de efusividad de lo normal; ella que le hacía el amor con tanta delicadeza, ella que se dejaba acariciar con tanta entrega, ella que se sonrojaba luego de una noche de completa entrega; ella a la que había destruido por simples palabras.
"No tienes derecho a prohibirme nada, solo eres un accesorio que adorna mi cama, y así como te tengo a ti, puedo tener a cualquiera otra, porque no eres la única que ha disfrutado acá"
Por esas simples palabras y un momento de rabia habían enviado su mundo abajo, simplemente le había perdido por ser una completa idiota.
Natalia Afanador, por su parte, se encontraba en la comisaría, llevaba 45 horas ininterrumpidas mirando el portátil con todas las evidencias, buscando en la ruta del GPS del móvil de la chica hasta que estuviera completamente muerto, revisando las cámaras de las calles aledañas, tirando de cada hilo, llegando a un callejón sin salida.
—¡Maldita sea! — Gruñó recargando su frente en el escritorio. — Todo sería más fácil si tuviera un nombre, un rostro del cual busca.
—No te tortures Natalia, esa es información confidencial, no se te puede dar. — Juancho había llegado a la oficina con dos cafés en la mano, dejó uno al lado del brazo de la chica quien lo miraba con un puchero en la cama. — Y vete a casa, David dijo que esta noche cenarían en su departamento.
—Maldición. — Volvió a dar esos insultos al aire como cada vez que estaba enojada. —Olvidé la cena.
El jefe puso su mano en el hombro de la chica. — Natalia, no es porque David sea mi hermano, tampoco es por querer a proteger a ese idiota, es por ti; por favor, ve a esa cena y sal de este lugar, estás completamente obsesionada con este caso, ni siquiera te has dado un descanso en dos días, —debes estar agotada mentalmente y así no conseguirás ningún avance en el caso.
La castaña se masajeó las sienes para mitigar el dolor de cabeza que se le avecinaba. — No me puedo ir de acá sin pensar en que esa chica lo debe estar pasando mal.
—Pero eso no significa que pierdas tu vida Natalia. — Él acarició su cabeza con delicadeza. — Eres la mejor agente, y sé que no hay nadie mejor que tu para resolverlo, pero no quiero que te vuelvas loca con esto, no quiero que pierdas tu vida por un caso difícil.
—Nunca he entregado a nadie en una bolsa de plástico, mucho menos he permitido que familias de buen proceder pague un rescate de cantidades exuberantes.
Él resopló. — Lo sé Natalia, y en parte por eso agradezco que la identidad de esa chica quedara en el anonimato para el personal, no quiero que esto se transforme y mucho menos que se filtre.
—Soy tu cuñada Juancho, — apeló haciendo un puchero, — puedes confiar en mí, yo no le diré a nadie, sabes que así se me será más fácil encontrarla, sabiendo que es una chica que no se merece esto, que su familia no se merece esto.
—Escúchame Natalia, — comenzó a hablar aferrándose a las mejillas de la muchacha, — esto es lo único que te diré al respecto, porque de verdad, si te revelo la identidad de esa chica, mi cabeza estará colgada en la entrada del edificio mañana a primera hora. En efecto, tienes razón, esa chica no se merece estar pasando por lo que está pasando, pero su familia no es de buena procedencia como sueles decir tú, son personas que abusaron de su poder y terminaron en la punta de una pica.
—¿Tan grave es?
Juancho resopló. — El padre de esa chica le debe el alma al mismísimo diablo, incluso se presume que esa muchacha no llegará viva a brazos de su madre por la avaricia de su padre.
—¿Y por qué nos estamos esforzando en salvarla? — Preguntó al escuchar lo pesimista de su jefe.
—Porque es nuestro trabajo. — Respondió y luego de ver su celular agregó. — Y debemos darnos prisa.
—¿Poe qué?
—Ya dieron sus condiciones, y no son buenas Natalia.
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Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]
FanfictionUn secuestro, una misión y la mejor perito y rescatista de Bogotá, un sinfín de sucesos que devolvió a Natalia Afanador a los brazos de su amor. Una historia del presente con igual parte de pasado, porque ninguna de ellas se ha superado, la pregun...