Capítulo 21. - Los monstruos nacen para morir.

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Camila:

—¡Necesito que te calmes, no vas a salir así! — Bufó Olga interpuesta en la puerta

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—¡Necesito que te calmes, no vas a salir así! — Bufó Olga interpuesta en la puerta. — Camila, no puedes actuar como una salvaje.

—No me pidas compostura. — Rugí no fuerza. — Y si no te apartas de mi camino, juro que caminaré a esa maldita oficina aunque sea contigo por delante. — Ella me miró con cierto espanto. — Así que empiezas a mover el culo, o te juro que te retuerzo el pescuezo junto con el del incompetente de su hermano.

Nuevamente, super Olga apareció frente a mí. —¿Y qué pasa si él no lo sabe? — Preguntó con rapidez. — ¡No puedes ir contra las personas sin ser consciente de lo que saben. — Intenté mirarla con la mayor rabia posible. — Sabes que tengo razón. No puedes ser tan ingenua que todos sabían la basura que era él.

—¡Lleva dos días en su poder, Olga! — Grité con rabia. — ¡No puedes pretender que siga acá!

—Pero, necesitas un plan. — Ordenó medio atravesada en la puerta. — No te estoy pidiendo que te quedes sin hacer nada, solo te estoy pidiendo que dejes de pensar con el culo, y por primera vez, pienses en las consecuencias que puede tener el hecho de que actúes como una loca. — Y con esas simples palabras ella logró obtener por completo mi atención, devolviéndome a la conciencia de algo. — Sabes que él no es una persona demasiado violenta, que tiene contactos y entrenamiento; no puedes simplemente ir contra él, porque te matará a ti y a Natalia.

Renegué ante la idea de que a Natalia le pasara algo. — Ella...ella también está entrenada. — Justifiqué. — Ella se defenderá.

—¡Pero no puede, Camila! — Si, Olga había perdido la paciencia. — Si hubiese podido, ya se habría liberado, pero no puede. — Sus manos tomaron mi rostro. — Tienes que calmarte, Camila, y tienes que pensar en una manera en que la puedas rescatar, sin que ella corra peligro.

Me dejé caer contra el sofá, aferrándome a su foto como su fuese mi única pertenencia valiosa en todo el mundo.

—¿Sabes que cuando tomamos esa foto, fue el día en que le dije que la amaba por primera vez? —Pregunté más para el aire que cualquier cosa. — Y ni siquiera lo dije enserio, lo dije por accidente y luego me espanté.

—Quizás, en el fondo, ella sabía que si la amabas. — Susurró.

De inmediato sentí sus brazos rodearme, permitiéndome llorar por primera vez como una niña abandonada. Quizás lloraba por la sola idea de perderla, o quizás lo hacía por haber sido una estúpida que no supo apreciar lo que tenía, el punto es que estaba llorando por ella, por mi único amor.

Entonces, recordé esa época en la que en realidad fui feliz.

Flashback:

—Te amo. —Suspiré luego de haberme recompuesto del mejor orgasmo de la vida.

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora