Capítulo 15. - Siempre serás mía.

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Natalia:

Me removí de manera perezosa, el dolor que se extendía por mi cuerpo y principalmente por mi cabeza me estaba torturando de manera horrible. Creo que también sentí una pequeña presión sobre mis labios, pero no podía asegurarlo completamente, pues mi estado letárgico por la anestesia no me permitía actuar como un ser pensante.

—Abre los ojitos princesa. — Esa voz, esa maldita voz solo podía provenir de una especie de sueño enfermizo en el que añoraba el pasado. — Princesa por favor, déjame ver esos ojitos.

Rezongué, como cada vez que alguien me despertaba, e incluso intenté ignorar esa presencia a mi lado con el único propósito de seguir durmiendo hasta que el sueño o el mal estar pasaran, pero no era tan fácil. Esa presencia odiosa y un poco conocida no desistía en su intento de despertarme, e incluso si se tratase de un sueño, era bastante molesta como para simplemente seguirle ignorando.

—No me molesten. — Farfullé moviendo mis manos perezosamente.

Una extraña calidez se extendió en mi mejilla. — Abre los ojos mi princesa, por favor. — Ya era imposible decir que esto era un sueño, era imposible seguirlo ignorando. — Necesito saber que estás bien.

La cabeza me palpitaba con fuerza y los ojos me pesaban, pero, aún así, estaba haciendo ese esfuerzo sobre humano para abrir los ojos. Sabía que estaba en el hospital, el color crudo de las paredes me lo confirmaba, además de ese incesante dolor en el cuerpo; lo siguiente que vi, me dejó casi tan aturdida como cuando me enteré de quien era a quien salvaba. Camila Esguerra estaba a escasos pasos de mi camilla, con su mano acariciando mi mejilla y con esa maldita sonrosa que me desarmaba por completo.

—Hola princesa.

La odiaba, la detestaba por ser tan bella, pero más me odiaba yo por la simple razón de no poder odiarla.

—¿Estás bien? — Preguntó con lágrimas en los ojos.

¿Por qué mierda no la estaba mandando al demonio? ¿Por qué simplemente estaba callada mirándola como una completa imbécil? ¿Por qué sentía que mis ojos ardían?

—Natalia, mi amor, háblame.

El llanto se me atoró en la garganta. — No soy tu amor. — El alma parecía arderme en el centro del pecho. — ¡Tú no tienes que estar acá, lárgate!

—Me salvaste princesa... tu me salvaste. — Susurró como si de verdad no escuchara mis suplicas desesperadas hacia ella. — Me salvaste mi amor.

—Es mi trabajo. — Farfullé intentando retener mis ganas de llorar. — Ni siquiera sabía que eras tú. — Gemí por el dolor que me causó moverme de manera brusca, seguía doliendo cada parte de mi ser, como si me hubiesen pateado en el suelo. — Ahora, por favor Camila, sal de mi habitación y de mi vida, por favor.

Ella bajó su cabeza triste, haciendo ese puchero que solía aparecer cuando no obtenía lo que quería, uno que tiempo atrás me habría hecho flaquear hasta el punto de ponerme a besar sus pies. Sin embargo, ella me había hecho tanto daño que me había incapacitado para sentir compasión, para sentir algún tipo sentimiento bueno hacia ella.

—¿Podemos hablar? — Preguntó de la nada, sorprendiéndome por la insistencia de seguir ahí. — ¿Podemos intentar solucionar todo esto?

—¿¡Qué quieres solucionar!? — Pregunté exaltada. — No fuimos nada Camila, tú misma lo dijiste. — Sentí mi labio temblar, estaba a punto de llorar y de sentirme débil por su culpa. — No tenemos nada que solucionar porque yo tengo mi vida solucionada, dejé todos los desastres atrás desde que te dejé a ti atrás, desde que dejé de aceptar que tu me arruinaras la vida.

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora