Capítulo 20

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—… ha dicho que ibas a estar aturdido por la medicación, pero estoy un poco preocupado. ¿Te encuentras bien?
La voz de Dan sacó a Kai de un túnel negro, interminable. Abrió los ojos y   pasó un momento hasta que pudo orientarse. Se dio cuenta de que estaba en la camioneta de Dan, recorriendo el centro de la ciudad. Había una fiesta en las calles.
—¿Kai?
—¿Qué? Disculpa.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, claro.
Se frotó las sienes y los ojos. ¿Cómo había llegado  a  la  camioneta?  Lo último que recordaba era haber entrado en la consulta del doctor Hennessy, al atardecer. Después de eso… Kai frunció el ceño. No recordaba nada más.  En  aquel momento, la luna estaba en lo alto del cielo.
¿De qué habían hablado? ¿Cuánto tiempo había pasado? Tampoco recordaba eso.
«Medicación», había dicho Dan. ¿El doctor  Hennessy  le había  dado  una dosis de medicinas sin que él se enterara?
—Hola —susurró Kai—. ¿Estáis ahí, chicos?
«Presente».
«Sí».
«Aquí estoy».
Entonces, nada de medicación. Si el doctor Hennessy le hubiera hecho tomar las drogas, las almas no habrían podido comunicarse con él.
—¿Acabamos de salir de la consulta? —le preguntó a Dan.
—Sí.  Estabas bastante aturdido,  así que esperé un poco para sacarte de allí, por  si acaso necesitabas atención médica  —le explicó Dan  en un  tono de comprensión.  Era evidente que pensaba que Kai tenía una recaída—. Pero como tenemos la cena con la nueva tutora, y ya llegamos un poco tarde, al final he decidido que nos fuéramos. Si mañana no puedes ir al colegio, lo entenderé.
—No. Estoy bien —dijo Kai. Eso esperaba. Todavía tenía que ir a cazar  brujas—. ¿Te ha dicho algo más el doctor Hennessy?
—Sólo que sentía que tuvieras una reacción tan negativa a la terapia. Bueno, eso  y que no estabas tomando la medicación. ¿Es cierto?
Kai detestaba mentirle a Dan, y ya lo hacía con mucha frecuencia. Así que decidió no hacerlo en aquella ocasión.
—Sí, es cierto.

—¿Por qué? ¿Es que no quieres mejorar?
—No estoy loco. No necesito mejorar.
Dan lo miró con el ceño fruncido. Tenía unos treinta años, y era  rubio con  los ojos castaños. Aquellos ojos miraban a Kai, la mayoría de las veces, con bondad y comprensión. Sin embargo, en aquel momento Dan lo estaba observando con enfado, tal y como Kai había esperado.
—Todavía hablas solo. Claro que no estás mejor. Tienes que darme más explicaciones si quieres que te ayude a dejar de tomar la medicación.
—Las pastillas me dejan cansado y atontado. Cuando las tomo no puedo pensar con claridad. No puedo pensar nada, en realidad. Me dejan estúpido, y ya tengo suficiente con lo que enfrentarme sin añadir malas decisiones e insultos. Y, sí, me insultan. Me llaman retrasado, entre otras cosas.
Dan se quedó en silencio durante varios segundos.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Hablaremos con el médico para que te recete otra cosa.
¿Así, tan fácil? Era increíble. Kai decidió ir un poco más allá.
—No me gusta el doctor Hennessy, Dan. Me asusta, y  preferiría  que  no  hablaras de mí con él. Nada de nada.
Dan lo miró con cautela.
—¿Por qué te asusta?
—No lo sé. No me gusta cómo me mira.
Dan adquirió la expresión de un depredador.
—¿Te ha tocado alguna vez, Kai? ¿De un modo impropio?
—No —dijo él, y Dan se relajó—: Más o menos —añadió  Kai,  al  recordar cómo estaba sentado sobre el diván cuando sujetaba la grabadora—. Oh, no lo sé. Lo que pasa es que no me siento seguro con él.
—Bueno, a mí tampoco me gusta eso. No me gusta nada, y no voy a tolerarlo. Hablaré con tu asistente social para que te asigne otro médico, pero voy a ser sincero, Kai: éste es un pueblo pequeño, y se nos están acabando las opciones. De hecho, recuerdo la lista de la última vez, y sólo hay otro nombre: Doctor  Byun .
El padre de Baekhyun.  A Kai se le encogió el estómago,  aunque sabía que  Dan quería ayudarlo de verdad. El doctor Byun había sido su médico años atrás. Los dos recordaban que el doctor Byun lo había echado de  su  consulta  porque  Kai había admitido que viajaba en  el tiempo,  que era exactamente lo mismo que decía   que podía hacer el padre de Baekhyun. El doctor Byun había pensado que Kai le había robado los diarios médicos y había leído la historia de su esposo, y se había enfurecido.
El doctor Byun seguía pensando lo mismo porque no quería admitir la verdad, que su esposo no estaba loco, y que él había intentado medicarle sin motivo.  Que  había muerto porque nadie lo había escuchado ni la había ayudado.  Por lo tanto,  Kai y el doctor Byun no se llevaban bien.
—No —dijo Kai, negando con la cabeza.

—De todos modos, no importa. El doctor Byun ya nos ha rechazado,  porque  tiene demasiados pacientes a los que atender.
Sí, claro.
—Tal vez podamos encontrar a otra persona en la ciudad.
—Estamos a treinta minutos de distancia, y no tenemos tanto tiempo para ir y venir, pero te prometo que lo pensaré. Haremos algo. No quiero que estés incómodo,
¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Era más de lo que esperaba Kai, un sueño hecho realidad. Le demostraba que  el adulto que se estaba haciendo cargo de su cuidado se preocupaba por él. ¿Cómo    era posible que un día tan horrible hubiera dado un giro tan maravilloso?
Cuando llegaron al rancho, Kai bajó de la camioneta de un salto.
—Me gustaría lavarme antes de ir a cenar —dijo, y después de que Dan le diera permiso, se fue a su habitación.
El barracón estaba vacío. Los chicos ya debían de estar en la casa. Kai  se encerró en el baño, feliz por su conversación con Dan, con su apoyo, y con la  esperanza de no tener que volver a ver al doctor Hennessy nunca más.
Abrió el grifo del lavabo y comenzó a lavarse las manos.
—Chicos —les susurró a las almas. Ellos respondieron uno tras otro—.
¿Recordáis lo que ha ocurrido en la consulta?
«No», dijo Mark. «Es como si tuviera un agujero negro en la  mente,  y eso me está afectando gravemente al magnetismo personal».
«¿Y a quién le importa el magnetismo personal en este momento? Yo casi no recuerdo nada del día de hoy», replicó J.B.
«Es como si me hubieran hecho un lavado de cerebro», dijo Eunhyuk, «y no me  gusta nada».
Entonces, ¿qué les habían hecho durante todos aquellos minutos que habían pasado en la mente de Hennessy? Un momento, ¿habían estado en la mente de Hennessy?
Mientras se formulaba aquellas preguntas, fue como si sus propios recuerdos se borraran. Se miró al espejo con el ceño fruncido, intentando revivir los últimos cinco minutos. Nada. La última hora. Nada tampoco. Las gotas de agua le salpicaban las manos, pero de repente tampoco recordaba cuándo había entrado en el baño, y ni cuándo había abierto el grifo.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó.
«Lavarnos», respondió Mark. «Tenemos que ir a conocer a la nueva tutora».
—Ah, sí —dijo él, agitando la cabeza para sacudirse la sensación de inquietud—
. Vamos a terminar con eso.


De nuevo, Kris estaba en la cripta, con la nariz llena de polvo y sumido en la oscuridad, y en una humedad que le calaba hasta los huesos. Estaba temblando,  porque notaba la amenaza en el ambiente, en el aire. Era espesa como la sangre. Acre como la goma quemada.
¿Qué era lo que le esperaba? Nada bueno, eso seguro. ¿Y por qué? Había hecho todo lo que le habían ordenado. Había seguido a Kai. Había vigilado. Sí, también había seguido a Baekhyun en alguna ocasión, asegurándose de  que  el  llegara  donde quería llegar sin problemas, pero siempre había vuelto a Kai. Siempre.
—No estoy contento contigo, chico.
La voz le llegó desde una distancia de pocos metros. Aunque Kris no podía  ver a su interlocutor, y se sobresaltó más que si Vlad le hubiera gritado.
—Lo-lo siento. Intento hacerlo lo mejor posible. Por favor, no me castigues.
—¿Castigarte? Tal vez. Porque no, no estás intentando hacerlo lo mejor posible.
—Tú tampoco estás haciendo nada —murmuró Kris antes de poder contenerse. Entonces se estremeció, temiendo una violenta venganza.
—Estoy curándome, idiota. Mi gente no puede verme así.
—Por supuesto, por supuesto.
—Tengo preguntas, y tú vas a darme las respuestas. ¿Cómo está dirigiendo el humano a mi gente? ¿Por qué lo siguen? ¿Cómo es que todavía está vivo?
—No… No lo sé —dijo Kris. Sin embargo, sí lo sabía. Por todo lo que había visto, sólo había una respuesta que tuviera sentido.
—¡Dímelo!
Kris tragó saliva. La furia de aquel vampiro era como el fuego, como llamas devoradoras. Quería salir corriendo, pero sabía que si lo hacía, iba a morir. Así que respondió.
—Los lobos lo protegen.
—Los lobos.
Hubo un silencio tenso que hizo sudar a Kris. Sin embargo, finalmente Vlad volvió a hablar.
—Continúa vigilándolo. Tengo mucho que pensar.
No le había dado ninguna orden de asesinar, y  sin  embargo,  Kris experimentó un miedo absoluto. Aquella orden iba a llegar. De eso no tenía ninguna duda.


La cena fue horrible.
No la comida, no. Meg Reeves era una magnífica cocinera, y Kai adoraba su carne asada con patatas. Y aquella habitación, el comedor formal de la casa, era preciosa. Kai nunca se había sentido más como si fuera parte de una familia que cuando estaba allí. La mesa era larga y rectangular, y la había hecho el mismo Dan.   Las paredes tenían un bonito papel de cerezas y había un aparador que contenía la porcelana favorita de Meg. Así era como debía ser un hogar.
Sin embargo, la nueva tutora… Kai se estremeció. La palabra «guapísima» no  le hacía justicia. La palabra «hada» sí. Thomas había dicho la verdad: su familia había ido a buscarlo. La nueva tutora no era otra que la señora Brendal, su hermana.
Inmediatamente, él se había dado cuenta de lo precaria que era su situación,pero no había podido escabullirse. Eso habría resultado muy sospechoso. Así que se quedó en el comedor, cenando. Y fingió que era tan normal como los demás.
Todos los chicos estaban sentados a la mesa. Shannon y Ryder, uno frente  al  otro, sin mirarse, y muy callados. Seth, inclinado hacia atrás en su silla, con un brazo  en el respaldo de la silla, diciendo «Ven aquí» con la mirada. R.J., Terry  y  Brian estaban boquiabiertos y mudos. Dan estaba sentado en un extremo  de  la  mesa,  y Meg, su guapísima esposa, al otro. Parecía que ellos también estaban bajo el hechizo  del hada, escuchando con embeleso sus palabras, como si fuera la salvadora del mundo.
Incluso las almas la estaban escuchando, y haciendo comentarios poéticos sobre su cara y su cuerpo. Y desafortunadamente, él quería unirse a ellos.
La señora Brendal estaba sentada frente a Kai, y sí, era muy  bella.  Seguramente era el ser con el físico más perfecto que él hubiera visto nunca. Tenía  unos ojos castaños, muy grandes y brillantes,  que le resultaban familiares sin saber  por qué. Su pelo era rubio y lo tenía muy largo, rizado. Su piel era tan dorada y luminosa, que parecía que se había tragado el sol. Y olía a jazmín y a madreselva.
Él adoraba el jazmín y la madreselva, y también adoraba a Brendal.
Apretó los puños. Tenía que dejar de pensar así, pero  no  sabía  cómo conseguirlo. Aunque sabía lo que era la señora Brendal, se sentía más y más atraído hacia ella a cada segundo que pasaba. Necesitaba protegerla…  demonios,  quería  posar la cabeza en sus pies sólo para estar a su lado. Quería acariciarla, besarla… venerarla. Y eso era peligroso, por no decir que era embarazoso. Para Kyungsoo  y para él. Aquella mujer, aquella hada encantadora, era su enemiga. Querría matarlo en cuanto supiera lo que le había pasado a Thomas.
Algo que Thomas repetía sin cesar. El fantasma estaba tras ella, intentando  llamar su atención desesperadamente, gritando, dando patadas a la mesa  y  a  las sillas, tirándole del pelo a la señora Brendal, y al ver que eso no funcionaba, amenazando a Kai.
—Mi hermana me vengará. ¡Te lo juro!
Detrás de aquella deliciosa escena estaba Kyungsoo. El había ido al rancho un poco antes, para esperar en la habitación de Kai hasta que la  cena  terminara,  porque quería hablar con él de algo que él no sabía. Sin  embargo,  cuando había visto  a Brendal, se había quedado fuera de la casa, junto a la ventana frente a la que estaba Kai. Sólo podía verla él, porque  se camuflaba perfectamente en la oscuridad de  la noche, pero Kai tenía una sensación de fatalidad.
—Espero que a todo el mundo le apetezca el postre —dijo  Meg  mientras  se ponía en pie. Era una mujer delgada de rasgos delicados, y un pelo castaño claro, casi rubio.
—A mí siempre me apetece uno de tus postres —le dijo Dan con una sonrisa cálida. Se querían, y Kai sentía una opresión en el pecho cada vez que  los  veía juntos.
—Sólo tardaré un momento —dijo ella con otra sonrisa, y se marchó a la cocina.
—No dejas de mirar por encima de mi hombro, Kai —dijo Brendal. Incluso su voz era maravillosa, como una canción—. ¿Por qué?
Se volvió a mirar por la ventana, pero Kyungsoo se ocultó rápidamente.
Casi, casi. Él se obligó a mirar el mantel. Seguro que todo el mundo lo estaba mirando y esperaba no ruborizarse. Se ruborizó. Perfecto. Era mejor que lo miraran a él, y no que miraran hacia la ventana. No se había dado cuenta de que se le notaba tanto.
—¿Es un crimen mirar por encima de su hombro?
Hubo una pausa. ¿Acaso su rudeza la había dejado asombrada?
—Prefiero que mis estudiantes me miren a los ojos.
—Yo no soy su estudiante.
—Podrías serlo —dijo ella. Se inclinó hacia delante para tomarle la mano. Él bajó las dos manos a su regazo antes de que el hada pudiera tocarlo.
—Estoy contento en el instituto de Crossroads.
—¿Y llevas asistiendo al instituto más de un mes?
—Sí.
—Entonces, ¿no pasaste mucho tiempo con el señor Thomas? Thomas estaba arrodillado a su lado, rogando.
—Estoy aquí mismo. Mírame, por favor.
Parecía que estaba a punto de llorar, y Kai tuvo que carraspear para intentar deshacer el nudo que se le había formado en la garganta.
—Kai —dijo Dan—. Responde a la señora Brendal, por favor.
—Eh… No. No pasé mucho tiempo con él.
«Sólo media hora para matarlo».
En aquel momento, Meg volvió de la cocina con una bandeja llena de brownies. Ofreció primero a Dan y a Brendal, y después puso el bizcocho en medio de la mesa para los chicos. Todos tomaron un trozo.
—Bueno, ahora que estamos relajados, me gustaría haceros unas preguntas personales —dijo Brendal. Puso su bizcocho en el plato y prosiguió—: Quiero estar segura de que mi forma de enseñar va a satisfacer vuestras necesidades. En ese  sentido, quisiera saber lo que pensabais del señor Thomas.
—No nos dio tiempo a conocerlo —dijo Seth. Brendal no se desanimó.
—Entonces, decidme lo que pensáis que pudo ocurrirle.
—Si ha desaparecido, ¿no debería hablar usted con la policía? —le preguntó Ryder.
Pasó un momento en silencio, y después, la resistencia de los chicos se debilitó. Hasta que se acabó hasta la última miga de brownie, Meg, Dan y ellos especularon   con las razones de la súbita desaparición del hombre. Se mencionó una abducción extraterrestre, la necesidad de empezar desde cero, el asesinato… Kai intentó no retorcerse en el asiento. Incluso se mencionó un accidente de coche.
—Dile que estoy aquí, Kai —dijo Thomas, habiéndole sin animosidad por primera vez desde que Brendal había entrado en la habitación—. Por favor…
Kai estuvo a punto de ceder. Aquel «por favor»…

«No puedo», le dijo mentalmente.
—Me lo debes —respondió Thomas. Kai negó con la cabeza.
—Tal vez ella pueda salvarme.
«¿Para que tú puedas matar a mi novio?».
No. Todavía no. Tal vez después de solucionado su problema con las brujas, y sólo si Thomas le juraba que iba a abandonar su proyecto de venganza contra  la familia real. Hasta entonces no habría trato. Así pues, apartó la mirada y terminó la conversación con él. Thomas comenzó a gritar de nuevo, a dar patadas, y Kai sintió otra punzada de culpabilidad.
—¿Kai? —dijo Dan—. Entonces, ¿te parece bien la sugerencia de la señora Brendal?
—¿Qué sugerencia? —preguntó él, que no había oído nada. Los  chicos  lo  estaban mirando con envidia, salvo Shannon y Ryder, que estaban observándose con los ojos entrecerrados de desagrado. Kai miró hacia la ventana, pero Kyungsoo ya no estaba allí—. Claro —respondió finalmente, sin saber qué decir—. Me parece bien.
—Bueno —dijo Dan, y se puso en pie.
Todos lo imitaron salvo Kai. Los chicos miraron a Brendal por última vez y salieron hacia el barracón. Dan se acercó a Meg y le pasó el brazo por los hombros. Esperaron, observando a Kai.
¿Qué se suponía que tenía que hacer?
—¿Vamos, entonces? —dijo Brendal.
—Eh, claro.
Tal vez Kai debería haberse negado a aceptar su sugerencia.
Ella se dirigió hacia la puerta principal. Kai  miró de nuevo por la ventana y  vio a Kyungsoo, que apareció de repente y posó la mano en el cristal.  Además, había una chica a su lado.
¿Otra chica que tenía una cita con él? Seguramente. Estupendo.
—Necesitas una chaqueta —dijo Dan. Entonces, Kai se puso en pie.
—No, gracias. No voy a pasar frío.
Caminó hacia Brendal, que sujetaba la puerta abierta para que  él  pasara.  Thomas los siguió al exterior, aunque el fantasma desapareció en cuanto salieron al porche. Por algún motivo, sólo era visible en el rancho y en el barracón, y no al aire libre.
Hacía frío. «Debería haber aceptado esa chaqueta», pensó Kai. El cielo estaba cubierto; no se veían la luna ni las estrellas. Los insectos estaban silenciosos.
—Comenzaremos nuestro tour en el prado que está más alejado —dijo ella. Ah, un tour. Eso sí podía hacerlo.
—No sé por qué quiere ver un establo, unos caballos y unas vacas a estas horas  de la noche, pero de acuerdo, la acompañaré.
—Si mi objetivo fuera ver el rancho —dijo Brendal mientras comenzaban a caminar—, habría elegido a cualquiera de los otros chicos.

—Eso ya me lo había imaginado —dijo él. Las hadas estaban  siempre hambrientas de poder. Se lo había dicho Kyungsoo. Amaban a los humanos, hasta que esos humanos exhibían su propio poder. Kai mostraba signos de poder. ¿Acaso Brendal los había detectado, o se había imaginado quién era él y lo que había hecho?
No. Seguramente, notaba la atracción que él estaba ejerciendo sin  querer.  Cuando Kai no estaba con Baekhyun, todas las  criaturas  sobrenaturales  la percibían. Y,  como había poseído el cuerpo de Thomas, Kai sabía lo frías que eran  las hadas por dentro. Gélidas como la muerte. Sin embargo,  mientras  Thomas  luchaba contra Chanyeol, él había absorbido calor. Un calor delicioso. ¿Era  aquél  el  motivo por el que anhelaban el poder? ¿Acaso el poder era igual al calor?
—Lo has adivinado y, sin embargo, has venido conmigo.
—Yo no soy un cobarde.
Habían llegado al límite del prado del corral. Kai no tuvo problemas para ver  el vallado, porque Brendal relucía. Parecía que se había tragado el sol de verdad.
—¿Sabes lo que soy, Kai? No has hecho ningún comentario sobre mi fulgor.
—Sí, lo sé.
Brendal asintió con satisfacción.
—Bien. Entonces podemos ir directamente al grano. El último informe de mi hermano decía que tú eres el motivo por el que estamos aquí. Que tú eres quien nos   ha llamado. ¿Por qué? ¿Para qué querías que viniéramos?
«Ten cuidado», le advirtieron las almas.
—Yo no os he llamado. No quería que vinierais. Mi llamada fue accidental. Ella arqueó una de sus perfectas cejas.
—Pero esa llamada atrajo a muchos otros. A nuestros enemigos. Enemigos de la humanidad.
—Sí.
—¿Acaso querías que comenzara la guerra? Nosotros no nos habíamos reunido desde hacía siglos, y la última vez que lo hicimos, nuestra población, la de todos los bandos, disminuyó notablemente.
—Te juro que yo no quería ninguna guerra, y menos aquí. Pero no puedo evitar ser lo que soy, ni lo que hago, del mismo modo que tampoco puedes evitarlo tú.
Ella lo observó con la cabeza ladeada. Aquella mirada fija… y su tono  desprovisto de emociones… a Kai le resultaban familiares. ¿El doctor Hennessy? Abrió unos ojos como platos al pensar en aquella idea repugnante. ¿El  médico  también era un hada?
—¿Qué es, exactamente, lo que puedes hacer? —le preguntó Brendal.
—Atraigo a las criaturas, como tú misma has dicho.
—¿Y eso es todo?
—Sí.
—Entonces, debes morir —dijo ella—. Cuando estés muerto, la atracción cesará.
—Tú no me vas a matar.
—No, no seré yo —respondió el hada—. Hablemos  de  otra  cosa.  ¿Dónde está mi hermano, Kai? Y no me mientas. He vivido durante más siglos de lo que tú puedes comprender. Sé cuándo mienten mis humanos.
¿Sus humanos?
«Oh, oh», dijo Mark. «Creo que estamos en terreno peligroso».
«Ten mucho cuidado», le recomendó Eunhyuk. «Lo que digas ahora puede ser muy importante».
¿Por qué? ¿Porque podría ser lo último que dijera? Sabía que Brendal podía teletransportarlo a la ciudad y apuñalarlo. De ese modo se cumpliría lo que había vaticinado Eunhyuk.
«Es muy guapa, ¿verdad?», prosiguió Mark.
«Yo prefiero las morenas», dijo J.B.
Kai tuvo ganas de gritarles que aquél no era el momento más oportuno para discutir, pero tenía que concentrarse y dominar sus emociones.
—¿Kai? —dijo Brendal—. Mi hermano nunca se hubiera  marchado  sin  ponerse en contacto con su gente y conmigo. Pero lo hizo. Eso significa que le ocurrió algo. Así que te lo preguntaré otra vez. ¿Dónde está?
Él quiso decírselo. Tenía la verdad en la punta de la lengua, a punto de escapar. Lo único que tenía que hacer era abrir la boca. Ella lo sabría, y él se sentiría mejor. Se liberaría de aquel sentimiento de culpabilidad.
Frunció el ceño debido a la confusión. ¿Eran aquéllos sus pensamientos? Parecía que sí, pero en cierto nivel, parecía que eran pensamientos externos. Eran suaves, casi como la música de la voz del hada, como una canción en su mente.
—Dímelo —le pidió ella suavemente. Sus ojos, tan profundos y castaños, eran hipnóticos. Uno podría perderse en ellos.
Se parecían mucho a los de Kyungsoo, aunque eran más oscuros. Kyungsoo.
Kai reaccionó y salió del encantamiento en el  que  le había  atrapado el  hada. Se dio cuenta de que se había acercado a ella, de que había posado los brazos en los hombros de Brendal y que tenía las manos llenas de su pelo.
Oh, demonios, no. ¿Acaso había estado a punto de besarla?
Con cara de pocos amigos, Kai bajó los brazos y dio un paso atrás.
—Escucha, no sé dónde está tu hermano. Estaba aquí, y sin más, desapareció.
—Estás mintiendo —respondió. De nuevo, su tono carecía totalmente de emociones.
Eso hacía que ella pareciera todavía más peligrosa.
—Kai —dijo una voz masculina. Era Dan—, es hora de ir a estudiar. Señora Brendal, sé que entiende lo importante que son sus estudios. Gracias por venir a visitarnos, y nos veremos mañana por la mañana.
Evidentemente, Kyungsoo le había ordenado que fuera a buscarlo, y que se despidiera del hada.
Brendal miró fijamente a Kai durante un momento, con una expresión tan indiferente como su tono de voz.
—Hablaremos de nuevo, Kai. Te lo prometo.

Aden metió ropa en una mochila mientras  Kyungsoo y Stephanie, que era la  muchacha a la que había visto por la ventana, convencían a Dan, a Meg y a los chicos de que él estaba allí durmiendo, y de que lo verían al día siguiente cuando  se  marchara al instituto.
En realidad, iba a pasar el resto de la noche en la mansión de los vampiros.
Cuando los hermanis volvieron a buscarlo, ya estaba listo, esperando fuera  del barracón con la mochila en la mano. Las almas charlaban alegremente sobre aquellas últimas novedades.
—Nunca creí que vería el día en que Kyungsoo contraviniera las normas —dijo Stephanie, riéndose—. Es un motivo de celebración.
—¿Qué normas? —preguntó Kai, extendiendo la mano libre.
Kyungsoo entrelazó sus dedos con los de él. Como siempre, su piel estaba muy caliente, y el calor se traspasó al cuerpo de Kai.
—Se supone que no puedo estar contigo mientras sales con las demás, así que tendrás que permanecer dentro de mi habitación, callado.
Stephanie volvió a reírse.
—Por eso me sorprendió tanto que me trajera aquí como apoyo por si el hada se daba a conocer. Pero yo soy mejor que Lauren, ¿no? Ella atacaría primero, y después haría las preguntas. Aunque ya no me necesitáis, ¿no? Así que  me  marcho.  ¿Os  parece bien? Tengo hambre, y he oído decir que hay una fiesta en la ciudad.
—Sí, nos parece bien —respondió Kyungsoo.
—¡Pues adiós! —dijo Stephanie, y se desvaneció. Kai miró a Kyungsoo.
—¿No sentirán mi atracción los vampiros que estén en la mansión, ni olerán mi sangre? —le preguntó. No quería que el se metiera en un lío por su culpa.
—Hay más humanos allí, así que tu olor se mezclará con el suyo. En cuanto a la atracción, no lo sé. Chanyeol y Baekhyun están allí también, así que tal vez el la anule.
¿Aunque Chanyeol anulara la habilidad de anular de Baekhyun?
—Bueno. Merece la pena intentarlo —dijo Kai.
Había estado dos veces en la mansión, pero nunca había estado en la habitación de Kyungsoo. Quería verla. Y si el tenía algún problema, bueno, él era el rey y…
Un momento. Él era el rey. Eso era lo que acababa de pensar. Sin dudas, sin titubeos.
Sin embargo, todavía estaba decidido a enderezar las cosas y buscar un nuevo gobernante, ¿no?
—¿Podemos irnos ya? —le preguntó Kyungsoo. Le soltó la mano y le rodeó la cintura con los brazos.
Él se distrajo por completo de sus pensamientos. Dios, qué bien se sentía junto a el.
—Sí, podemos irnos.
El se humedeció los labios y miró el pulso que latía en el cuello de Kai.

—Pero primero… ¿Un beso? Para eso he venido temprano. Para besarte.
«Tal vez éste sea el mejor día de mi vida», anunció Mark.
—Será un placer —dijo Kai.
Se olvidó de Mark y besó a Kyungsoo. El inclinó la cabeza y abrió la boca, y él deslizó la lengua entre sus labios. La saboreó, la exploró. El calor, la electricidad, le provocaron la sensación de que hubiera metido los dedos en un enchufe. Todas las células de su cuerpo se encendieron.
—Más —susurró el.
Se estrecharon el uno al otro. El era tan suave… Ronroneaba delicadamente, le pedía más. A él se le aceleró la sangre en las venas, comenzó a arder y a convertir sus órganos en cenizas, y a transformarlo en otro ser.
Un ser que seguramente podría volar, pensó mientras sus pies perdían contacto con lo sólido. Kyungsoo tenía las manos entre su pelo, y le estaba arañando la piel, cosa que a él le encantaba. No le importaba nada.
—Quiero morderte —dijo Kyungsoo, como si estuviera embriagado, arrastrando las palabras.
—Sí —respondió él sin vacilación. Adoraba que lo mordiera. Eso podría considerarse propio de un esclavo de sangre, seguro, pero tampoco le importaba. Quería a aquel chico. Sería cualquier cosa que el necesitara.
—No debería.
—Por favor, hazlo.
Kyungsoo le cubrió de besos la mejilla, la mandíbula,  y después el cuello.  Él notó  el roce de su lengua en la piel. Sí. Había soñado con aquello incluso antes  de  conocerlo. Había soñado con estar a su lado, con dar y recibir de aquella manera.  Había soñado con besarle para siempre.
—¿Seguro?
—Hazlo, por favor.
Entonces, Kyungsoo hundió los colmillos afilados en la vena del cuello de Kai.
No hubo dolor. La boca de Kyungsoo, su lengua, sus dientes… Había algo que producía una droga o una sustancia química, y que le anestesiaba la piel antes de recorrer su cuerpo y acariciarlo por dentro y por fuera. Le daba calor… hacía que lo deseara…
Kai abrió los ojos a medias y se dio cuenta de que ya no estaba al aire libre,   sino dentro de cuatro paredes blancas. Todo en aquella habitación era blanco. Había una cama enorme con dosel, cubierta con una piel blanca.
Había una cómoda sobre la que descansaba un jarrón lleno de rosas blancas que desprendían un perfume dulce. No había vestidor, pero sí un ordenador  y  una consola de juegos, aunque no parecía que ninguna de las dos  cosas hubiera  tenido uso. Demasiado polvo.
—Es tan bueno… —susurró el, mientras alzaba la cabeza entre jadeos—.
Tan… peligroso…
Kai notó un hilillo de sangre cayéndole por el cuello, pero no se lo limpió.
—Me gusta —le recordó él. También parecía que estuviera embriagado.

El se enjugó la boca con el dorso de la mano.
—Me gusta demasiado. La próxima vez vas a tener que decirme que no.
—No quiero decirte que no. Jamás —declaró él.
Mientras respondía, notó que lo invadía el letargo. La pérdida de sangre, unida    a la falta de sueño de las últimas noches, la tensión, las preocupaciones, las batallas y aquel beso, todo aquello le pasó factura de repente, y le fallaron las rodillas.
Kyungsoo lo sujetó rápidamente y lo ayudó a llegar hasta la cama. Él cayó en el colchón al mismo tiempo que se le cerraban los ojos.
—Duerme —le dijo Kyungsoo—. Yo te cuidaré. Él le creía, así que obedeció. Y durmió.

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Premonición «Kaisoo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora