17. Un plan de escape.

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-- Capitulo 17. Un plan de escape. --

Cuando Tristán volvió de la cocina con dos vasos de agua fría potable, se sentó en una mesita de madera que tenía en frente del sillón en el que estaba Clera, y le entregó una de las bebidas a la muchacha.

Ella le sonrió agradecida y bebió un poco de esa agua tan fresquita. Estaba un poco incómoda con el vestido que llevaba puesto, ya que era muy voluminoso, además de que daba mucho calor, y con la alta temperatura que había en el interior de la casa, se podría desmayar de un sofoco. Como ya le había pasado hacía poco y no era una experiencia que quisiese volver a repetir, decidió que era mejor quitárselo.

- Oye, Tristán, ¿me dejarías algo de ropa? -preguntó tímida-. Es que con este vestido me estoy agobiando...

- Sí, claro. Ahora te lo traigo.

El guardia se levantó rápidamente y se alejó de la habitación, yendo a algún rincón de su casa a por alguna prenda que le pudiese servir a la princesa, aunque él lo dudaba...

Clera curiosa, investigó la habitación en la que se encontraba. No había casi ningún mueble; estaba el sillón en el que se había sentado, una mesita de madera, un armario pequeño también de madera y una chimenea. No había nada colgado de las paredes, ni un cuadro, ni dibujo... nada. Todo era simple, sin gracia. Parecía que no utilizaba esa habitación, y Clera temía que ocurriese lo mismo con toda la casa.

Había una ventana en la sala que daba a una especie de bosque pequeño, Clera se acercó hasta allí cuando la vio. Las vistas desde allí no eran tan espectaculares como el paisaje que se podía ver desde la ventana del baño de Clera. Era increíble que dentro de un clan pudiese haber un minúsculo bosque. Thiene era tan impredecible...

- Aquí tienes, princesa -la susodicha se giró y le miró con los ojos entrecerrados-. Clera.

Tristán todavía no se había acostumbrado a llamarla por su nombre, y era que ya casi no tenía la esperanza de poder volver a llamarla Clera. Se iba a casar con el rey, y toda oportunidad de estar con ella se destruiría. Es decir, sabía que sus sentimientos eran correspondidos por los de la princesa, pero nadie podría enterarse de lo que pasaba entre ellos dos, porque el resultado para el guardia sería el encarcelamiento. Si tenía suerte, claro.

Acercándose lentamente a él, Clera le arrebato con delicadeza las prendas que Tristán tenía en la mano. Clera le guiñó un ojo e hizo un giro con su dedo índice.

- Date la vuelta, Tristán -dijo.

Clera no iba a correr el peligro de que esta vez se fijase en el cuchillo que llevaba entre las piernas, así que se cambió lo más rápido que pudo, empezando por ponerse unos pantalones de chándal azul marino, cuando el guardia obedeció su orden.

Por el rabillo del ojo, Tristán espió a la muchacha cuando ya no llevaba la parte de arriba. Estaba un poco confundido porque Clera no le dejó que la mirase mientras se desvestía. En la casa del rey lo había hecho, ya la había visto semi-desnuda, ¿qué importaba otra vez?

- Ya puedes mirar, aunque ya lo estabas haciendo -dijo Clera con una sonrisa.

Tristán se encogió de hombros, no podía negar algo que estaba haciendo.

Clera llevaba puestos sus pantalones de deporte y una camiseta gris, que le quedaban demasiado grandes. La apariencia que tenía la princesa, era contradictoria. Bajo la ropa que llevaba puesta, seguía pareciendo de la familia real, pero así, tenía un toque más humilde, más real. Como si su verdadera vestimenta fuera unos simples pantalones y una camiseta, en vez de un vestido recatado y perfecto. Así se veía más salvaje, lo que en verdad era.

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