13. La condición del rey.

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-- Capítulo 13. La condición del rey. --

La bebida alcohólica que le había dado la madre de Tristán a Clera había actuado como un somnífero, ya que cuando el guardia trató de despertar, después de casi tres horas, a Clera, le fue casi imposible.

Él también se había quedado dormido poco después de que colocara a Clera. Y cuando se quiso dar cuenta, la oscuridad estaba acechando las calles de Thiene.

Pearl no apareció en ningún momento por la sala, donde se encontraban los muchachos. Estaba demasiado dolida para mirar directamente los ojos de Tristán, que decidió refugiarse en su habitación.

En el momento en que Clera despertó, el guardia empezó a pensar en que no era una muy buena idea caminar por las calles de la parte pobre del clan cuando la noche estaba presente, pero no tenía otra opción. Ellos se tenían que ir sí o sí. Por ahora, Tristán no era bien recibido en esa casa.

- Lo siento -se disculpó Clera.

La joven se sonrojó al ver en la posición en la que estaban, no se podía creer que lo había abrazado mientras dormía, pero la verdad es que estaba mucho más cómoda que cuando se apoyó en su hombro para dormir.

- No pasa nada -dijo Tristán con una sonrisa.

Esa sonrisa de Tristán solo significaba una cosa, que sabía que Clera estaba avergonzada por la situación en la que estaban. Al final, había sido buena idea que se durmiera en sus brazos. Él daría lo que fuera por volver a ver la cara que había puesto la muchacha, esa cara de inocencia que mostraba su lado más tierno.

- Tenemos que irnos, el rey estará preocupado por ti.

El guardia se levantó del sofá verde pistacho, intentando olvidarse de Clera. Su madre tenía razón, no podía enamorarse de una princesa, acabaría pasándolo mal por algo que estaba seguro que nunca sucedería.

Clera siguió a Tristán por los pasillos de la casa hasta la puerta de la entrada. En ese momento, la casa parecía estar encantada, y las velas que había por los rincones de las habitaciones la hacían ver más siniestra. Además de que los pasos que se oían hicieron que la muchacha sintiera un escalofrío.

- ¿No nos despedimos de tu madre? -preguntó Clera cuando el guardia abrió la puerta.

Un fuerte viento pegó de lleno en la cara de los jóvenes. Las temperaturas habían bajado tanto que parecía que estaban en invierno en vez de verano. Tristán se quitó su chaqueta y se puso por encima de los hombros de la muchacha. Ella atenta a los movimientos de Tristán, se dio cuenta de un pequeño detalle, que puede que fuera insignificante, pero, creyó que las manos del guardia pasaron más tiempo del necesario en sus hombros, y cuando descendieron, lo hicieron recorriendo los brazos de Clera.

Y era verdad que Tristán había hecho eso intencionadamente. Él había llegado al punto de no poder detener sus impulsos, y tocarla todas las veces que fuera posible. Pensaba que no estaba tan mal si lo hacía así, pensaba que si la tocaba constantemente podría detener sus sentimientos, pensaba tantas cosas que no se dio cuenta de que ya había sucedido lo que tenía que suceder.

- No podemos, ella se encuentra en su habitación y me dijo que no la molestáramos -mintió Tristán.

- Ah, vale.

Sin más tiempo que perder, el guardia cogió de la mano a Clera y fueron caminando lo más deprisa que podían.

Esa noche, ni siquiera la luna había salido, y la niebla continuaba más que presente, pero era diferente que la de por la mañana, esta era más espesa, era como un humo denso que no se movía de entre las calles, haciendo más difícil poder caminar por ellas.

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