* Capítulo 3.5 *

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*Capítulo 3.5. Un lo siento, no sirve*


Clera se había quedado petrificada dentro de la poza, ni si quiera tenía fuerzas para apartar al caminante. Sus instintos gritaban que corriese lo más rápido que pudiera, sin embargo, los calientes labios de Owen por un momento hicieron que se olvidara quién era o lo qué pasaba.

No entendía cómo su cuerpo podía traicionarla de esa manera, permitiendo que ese simple forastero lo masajeara y tocara a su gusto. Tampoco sabía por qué demonios se sentía segura bajo alrededor de sus brazos. Esa sensación de seguridad que nunca se había permitido tener, porque no podía confiar en nadie.

Si Clera había oído bien corría peligro, lo que solo podía significar una cosa; los iban a invadir, y muy pronto.

Con lágrimas en sus ojos, que no iban a ser derramadas se apartó de Owen cuando este rompió el beso y junto sus frente para respirar.

-Vete -susurró Owen todavía con los ojos cerrados, acariciando sus mejillas-. ¡Vete princesa! Rápido, por favor.

Lo iba hacer, en cambio, a la hora de darle la espalda al caminante, este la retuvo con un suave agarre y beso tiernamente sus labios, saboreando el miedo que la hacía temblar. Al igual que la primera vez que la besó, las preocupaciones de Clera se olvidaron, quedaron en un rincón de su cabeza que no volvería abrir hasta que la boca del caminante abandonara a la suya.

-Clera -llamó Owen con la voz ronca-, huye, por favor, no quiero que te pase nada malo.

Con el ceño fruncido, ella se separó de mala gana. ¿Qué era eso que no quería que le pasase nada malo? Él era el único culpable, que había puesto su vida en peligro, junto con la de cientos y cientos de habitantes.

Sin querer volver a mirarle la cara se dio la vuelta e intentó salir de la poza dignamente, aunque era difícil, ya que estaba desnuda de los pies a la cabeza. En ese momento no tenía vergüenza de que Owen la viese como su madre la había traído al mundo, no, ella estaba furiosa por haberse dejado manosear por una persona tan ruín como lo era él. También se encontraba cabreada por el hecho de sentirse segura en sus brazos, y el creciente deseo que había surgido en ella cuando Owen la había tocado.

-Espero no volver nunca jamás -dijo con toda la rabia posible. Sus palabras aunque salieron rápidamente, eran claras y calaron en el corazón del caminante-. Eres la persona más patética que he conocido, vender a un clan por qué. ¿Por una simple limosna? Si me ocurre algo, espero que pese en tu conciencia, si es que tienes.

La chica se dirigió a la roca, donde había dejado su ropa doblada, con la cabeza bien alta. No tenía nada que esconder, y si lo tuviera, ella estaba segura que Owen había puesto su mano en allí.

Aún estando mojada por haber salido de la poza, se puso la ropa dada de sí y sucia. Si todavía el caminante pensaba que ella era una persona de la familia real, verla con ese ropaje desgastado y manchado, debía quitar toda posibilidad de ser una princesa.

En ningún momento se permitió mirar atrás, a donde estaba Owen, porque seguramente si lo hubiese hecho, algo en ella había cambiado. La expresión del caminante era neutra, estaba desconcentrado y enfadado consigo mismo porque las palabras de la muchacha le había afectado más de lo que algún día se habría imaginado. Él ni siquiera dio importancia al cuerpo desnudo de Clera que se contoneaba hacia donde había dejado la ropa, y aunque no había apartado su mirada de ella en ningún momento, no disfrutó como con las otras veces que había visto a una mujer sin ropa. Realmente él se arrepentía de poner en peligro ese clan, pero no podía negarse.

-Lo siento -susurró él.

-Ya, es una pena que no me lo crea -respondió Clera alejándose con un paso rápido-. Adiós para siempre, Owen.

-Hasta luego, mi princesa -dijo para si mismo.

Unos metros lejos de la poza donde había dejado al caminante empezó a correr, puede que no estuviesen en peligro, pero más valía que se fuese de ese clan para siempre. Más vale prevenir que curar, pensaba.

Tan veloz como corría su piel mojada se empezó a secar, sin embargo, su pelo largo seguía empapado y como no tenía nada con lo que poder recogerlo, sus cabellos se encontraban pegado a su cara, junto con la camisa de fina tela rota, haciendo que esta se pegase en su cuerpo.

En unos minutos llegó a su casa, con el corazón el la boca, había corrido tan rápido como sus pies lo habían permitido. Dentro de su pequeña morada solamente se encontraba uno de sus hermanos, no cualquiera. Christopher, él la creería, de eso estaba segura.

Su hermano mayor miró con una ceja levantada a Clera, él sabía perfectamente que ella se limpiaba en el río, donde no estaba permitido, y su castigo con frecuencia era la muerte. Menos mal que sus padres no se encontraban en ese momento en casa, ellos eran capaces a delatarla ante la ley si no fuese porque ella sería una ofrenda.

-¡Nos vamos Chris!

-¿Qué? ¿Te has vuelto loca? -preguntó desconcentrado su hermano.

-Van a invadirnos, no sé cuando pero lo van a hacer -dijo Clera acercándose a él-. Tenemos que irnos -alzó la voz, zarandeándole-. ¡Christopher, vámonos, tienes que venir conmigo!

Su hermano se mordió el labio pensativo. Pocas veces en su vida había visto tan asustada a Clera, incluso su cara era mucho más blanca de lo normal, pero era casi imposible que les pudieran invadir, tal que ellos tampoco podrían salir.

-Clera... no seas ingenua -dijo finalmente abrazándola-.Tienes que comer algo, tienes mala cara.

Como el buen hermano mayor que era, Christopher ayudó a la muchacha a sentarse en una de esas sillas destrozadas por el tiempo y le preparó algo rápido para que comiese. Pan con un trozo de fruta que tenía un sabor parecido a la carne.

Como si Clera no hubiese comido en años devoró el alimento que tendía su hermano y miró con recelo a una de las manzanas que estaban cerca de la ventana.

-También debes descansar, Clera, mientras yo esté aquí nada te va a pasar, te lo prometo, hermanita -sonrió mientras acariciaba con cariño la cabeza aún mojada de ella.

-Pero..

-Lo digo, en serio, descansa.

Clera asintió con la cabeza y se dirigió a la habitación que compartían con todos sus hermanos. Podría convencer a Christopher de irse con ella por la noche, lo mejor era descansar para tener todas las energías posibles para enfrentarse a la ciudad y cada animal que lo habitaba.

(N/A):Hola, hola, hola, hace mil años que no subo capítulo lo sé, pero bueno, es lo que hay. Tampoco voy a molestaros mucho porque este capítulo lo voy a poner en su lugar -entre el cap. 3 y el cap. 4-. Muchísimas gracias por hacer que Catastrofe mundial llegue a las 10.4 K. ¡WOW! Nunca pensé que lo lograría. Besos, Fly.

Catástrofe mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora