002;Persona desconocida

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Atención, este capítulo contiene:Abuso infantil.

Si eres sensible no leer, se recomienda discreción.

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Ya había pasado dos años desde que su inocencia y su virginidad fue arrebatada cruelmente por tres hombres contando con su padre, pero eso no era todo, el hombre ya no sólo le daba órdenes ahora fáciles para él, sino que lo prostituía para conseguir dinero, y lo obligaba a beber para que fuese más cooperativo, con la excusa de que ya era un hombre y tenía que beber, se sentía detestable, usado, pero ese era su propósito, para eso había nacido, para satisfacer a la persona que estuviese a su lado, era lo que le había enseñado a su padre.

El peliverde se encontraba desecho en la cama adolorido, no podía caminar sus caderas le dolían, pero tenía que hacerlo, tenía que limpiar antes de que su padre y los demás hombres que lo abusaban llegasen. Al verse en el espejo sólo podía observar un cuerpo dañado, lleno de moretones,mordidas y con marcas en todo su cuerpo, pero eso ya no le importaba, sólo se limitaba a ser útil con su cuerpo.

Al cabo de unos minutos escucho el cerrojo de la puerta abrirse, era su padre, estaba entrando a la casa, el peliverde no tenía problema con eso; ya qué todo estaba listo, pero estaba un poco temeroso, pues pudo notar que el hombre estaba borracho, más de lo usual, esto era de los momentos que su padre lo hacía sufrir más sin razón alguna.

He llegado Deku, ¿Dónde estás?—Alegó este, que ni siquiera se podía levantar. "Deku" cómo ahora lo apodaba, era una manera de decirle que era un inútil que no servía para nada, ya qué... "No daba el 100%", su aliento era de las cosas que nunca se acostumbraba, a pesar de que desde nació todo este tiempo siempre estuvo presente, cada vez que estaba al frente de él.

— ¿Has limpiado cómo te ordene? —Lo miro desafiante

S... —Le respondió el menor a lo que recibió una bofetada cómo respuesta mientras decía — ¡¿ QUÉ?!

, padre — él quería llorar de nuevo, pero no se lo permitiría, la bofetada le había dolido mucho, su padre tenía la mano pesada, siempre su tacto era duro y rústico.

— ¿Sabes qué?...Hoy te has portado mal, te mereces un castigo— Dijo sin más el hombre frente a él, que prosiguió a agarrar a su hijo por el brazo forzosamente, para llevarlo al sótano, donde guardaba sus materiales para los castigos del menor.

Al llegar a ese lugar, el peliverde fue tirado al suelo logrando que este se dislocara ambos tobillo, él era muy frágil. Su padre en este momento tomo una especie de látigo mientras se acercaba a él, agarró sus manos y les puso unas esposas, que luego colgó en un clavo para que el adolescente no se tirase al suelo y recibiese los latigazos más certeros, aunque este se levantó con dificultad por el golpe hecho en sus tobillos. Primero prosiguió con un azote en su espalda en el lado izquierdo, el segundo en el lado derecho y siguió con un tercero, un cuarto, un quinto y sucesivamente, el menor quería gritar del dolor, pero se mordía los labios para no hacerlo, su espalda le ardía y la sangre bajaba cada vez más con cada uno de los latigazos que tocaban su espalda, las lágrimas que antes anunciaban en salir ya estaban en el suelo, dejando un camino en sus mejillas.

Su padre se sentía satisfecho por lo que le ocasiona al  peliverde, se notaba por su miembro viril que se encontraba erecto, al parecer el hombre había descubierto con su hijo, un tipo de excitación al golpearle, al terminarle de pegarle de todas las formas posibles, es decir de castigarlo, sacó las esposas del clavo y puso al chico de rodillas, para introducir su pene en su cavidad bucal y luego anal, le dolía, pero no era algo que no había hecho antes, su padre al terminar de usarlo, solo se fue, dejando al de ojos esmeralda   hecho todo un desastre, no se podía levantar, en este punto se sentía tan roto que pensaba que iba a morir, así que se digno a cerrar sus ojos para descansar pero alguien había abierto la puerta nuevamente, el peliverde pensaba que era su padre en busca de más, no era la primera vez que lo hacía, pero no... No era así, era una persona completamente desconocida de cabello amarillo ceniza y un traje negro con detalles rojos que lo miraba fijamente estático, al parecer se encontraba... En un especie de shock, pero en unos cuantos segundos lo agarro para levantarlo, pero el que se encontraba en los brazos del desconocido no supo más, se había desmayado, pero por alguna razón el tacto de el desconocido se sentía tan cálido, tan diferente al resto en todos estos años en los que su madre ya no se encontraba con él.


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El peliverde al despertarse notó que ya no estaba en aquel lugar tan familiar donde estuvo tanto tiempo, el sótano. Si no en un lugar diferente, nunca antes visto, el adolescente se encontraba en una habitación con paredes blancas igual que el piso, una mesa de noche del mismo color con detalles en sus orillas con un color marrón, un televisor que se encontraba pegado a la pared, este no estaba encendido y estaba tan limpio que se podía reflejar toda la habitación en este. Habían unas ventanas cubiertas por unas cortinas color hueso que se podía observar a un lado de la cama donde se encontraba, pero él decidió observar su mano, que por alguna razón tenía una especie de aguja que estaba conectada a un tubo delgado transparente que se dirigía a una bolsa posicionada arriba de la cabecera, cualquier persona normal supondría que se encontraba en un hospital, pero para el peliverde le parecía todo diferente, todo era nuevo para él, había pasado tanto tiempo con la misma rutina que le sofocaba la idea de experimentar algo nuevo.

Su respiración se estaba empezando a tornar de forma irregular, su mente se nublaba, todo se volvía oscuro, al parecer estaba teniendo un ataque de ansiedad, no era la primera vez que le pasaba, cuando era pequeño sufría mucho, por eso cada vez que su padre le pegaba de una forma brutal a esa hermosa mujer ya fallecida. Pero su madre le había enseñado cómo lidiar con esos ataques, solo tenía que relajarse y tratar de regular su respiración entre otros pasos más, pero algo o alguien interrumpió su procedimiento de recobrar la compostura, era el sonido de la puerta dejando pasar a dos personas, una con bata y la otra ya reconocida como la última persona que vio antes de desmayarse. Esto lo alteró, no entendía en donde estaba, ¿Quién eran esas dos personas que se acercaban a él?, ¿Por qué no estaba en si casa tirado en el suelo del sótano?, y lo más importante ¿dónde estaba su padre? , muchas preguntas, pero ningunas con respuesta. 

Una oportunidad para VIVIR (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora