Yo y tú.

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- Aún no Sasuke-kun.

Los dientes de Sasuke se apretaron. Un vaso fue el receptor de su ira y acabo destrozado sobre el piso. El sonido le llegó a los oídos y su cuerpo por instinto saltó ante la impresión.

- ¡¿Y cuando va a ser eso?! - gritó. Se sentía frustrado ¿Quien se creía esa mujer para esconderlo?

Hacía años que ninguna le llevaba la contraria. Se repetía una y otra vez que ese era su impulso: dominarla. Que ignoraría esa necesidad asfixiante de verla, de tocarla, olerla, besarla, poseerla, porque no tenía nada que ver, porque era imposible que realmente fuera su a necesidad.

- Sasuke-kun, cálmate.

Dominar... A ella y a su petulante familia.

- ¿Y como quieres que me calme?

Suspiró. Esa relación había avanzado demasiado rápido. Se esforzaba por entenderlo, pero siempre llegaba a la misma conclusión: no lo conocía. Sasuke era un extraño con el cual sentía un gran apego. Al que veía algunos días al mes, pero que la había hecho llorar infinidad de veces, tantas o incluso más de las veces que se había sentido plena con él. Y a pesar de todo deseaba quedarse a su lado. Ayudarlo, amarlo. Mostrarle que no estaba solo, que ella siempre estaría. Que le pertenecía aún cuando lo que tenían no fuera público.

- Será mejor que me vaya - dijo sabiendo que eso jamás pasaría. Nunca, por muy enojada que pudiese llegar a estar, dejaría las cosas mal. Ella era quien mantenía la paz.

- No vas a ir a ninguna maldita parte. Mañana me voy de misión, y así sea para pelear, tú te quedas aquí.

- Sasuke-kun...

- Ni te atrevas Hinata. Lo dices una sola vez más y te juro que te encerraré para que dejes de decir sandeces.

Talvez por eso le aceptaba ese nivel de control. Era una cobarde. El solo pensar que él pudiera tomarle la palabra la sumía en un abismo. Ofrecer terminar con lo que tenían era un tortura, la dejaría devastada.

- Pero no podemos y no quiero...

- Si dejaras de esconderme como si fuera un aldeano mediocre, no tendríamos estos problemas.

Hinata respiró profundamente. No lloraría, verla llorar lo afectaba, pero tampoco podía perder los estribos, no con él. Uno de los dos debía mantenerse sereno.

Lo abrazó.

- Eso sería peor Sasuke-kun. Mi padre me vigilaría tarde y noche. No podría quedarme aquí ni una hora. Siempre tendríamos compañía.

Sasuke se aferró a su pequeño cuerpo. Le gustaba sentir que con él, ella estaba segura. Que podía evirtarle cualquier sufrimiento. Y ella confiaba.

- Te mudas aquí – y todo se solucionaría. Ella sería lo primero y lo ultimo en ver al llegar de una misión.

- ¿Te casarías conmigo?

Sasuke se tensó. No todo era perfecto.

Ese era el problema de exigir, al final ella siempre terminaba preguntando si estaba dispuesto a desposarla y la respuesta siempre era la misma: no.

- Eso no es necesario.

- Sí en mi familia.

- Es una mierda.

Y ese era el punto donde la discusión se retomaba. Donde ella debía calmar la ira de Sasuke.

Era la mejor parte, porque era el momento justo en que ambos agotaban sus energías, donde eran conscientes que solo tenían algunas horas para estar juntos, y que no valía la pena seguir peleando si ninguno daría su brazo a torcer.

El sublime cambio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora