ARLETTE:
Por primera vez no presto atención a ninguna de mis clases. En su lugar noto cómo la primavera está llegando a su fin. Las hojas están empezando a caer de los árboles que llenan de manera aleatoria el jardín de la escuela, pero no es el movimiento giratorio que hacen antes de acabar sobre el césped lo que en realidad trae mi mente dispersa. Lo hace Vicenzo, también por primera vez.
No tengo ni idea de cómo convencerlo.
No tiene todo el dinero del mundo, como un Cavalli, pero sé que es, de cierta forma, inmune a él. Tampoco conozco sus gustos más allá de las prostitutas y la comida. Es decir, sé qué tipo de decisiones tomaría, las más estúpidas, cómo manejaría a sus hombres, de la peor forma, pero no tengo ni idea de lo que debo hacer para que acepte trabajar conmigo sin hacer uso de la influencia de mi apellido.
Hace un par de meses pude haberlo logrado fácilmente, antes de que se metiera en problemas con Marcelo, por mi culpa, y Francesco se fuera, pero ahora es consciente de que acercarse a mí es someterse a radiación. Me subestimó, ahora ya no lo hace.
─¿Señorita Cavalli, ha terminado de inspirarse en la vista para responder a mi pregunta? ─pregunta la mujer de treinta y tantos años que se dedica a impartir una de mis clases favoritas, pensamiento feminista, obligatoria para todo el último año.
─Profesora Gigants ─canturrea una voz a unas cuantas filas de distancia, Hether.
Inhalo.
Hether es lo último en lo que mi mente quiere pensar, pero ahí está, como una asquerosa garrapata, aferrándose fuertemente a la más mínima gota de sangre.
─¿Sí, señorita Kennedy?
─Creo que es un poco grosero que le hable así a nuestra compañera. ─Hace un asqueroso sonido de chasquido con su lengua─. Dado que todos aquí sabemos que cada vez le es más difícil concentrarse en una sola voz, ¿sabe? Dada su condición.
Aprieto el borde de mi pupitre con fuerza. Las mejillas de la profesora Gigants se tornan rosadas, debido a la ira, sobre una piel limpia y blanquecina.
─Estoy segura de que la señorita Cavalli no necesita su preocupación.
─No, no lo hago ─respondo antes de que Hether haga que omita el hecho de que peleamos en público, lo cual atraería la atención de las autoridades a mí en caso de que sea encontrada mutilada en una zanja, y le pida a Fósil que la mutile y deje en una zanja─. ¿Cuál era su pregunta, profesora Gigants? Estaba... distraída.
Cuando habla su mirada contiene orgullo debido a mi capacidad de ignorar a Hether.
─Lo notamos. ─Se aclara la garganta tras tomar un sorbo de su vaso lleno de agua─. Estábamos seleccionando las parejas para el siguiente ensayo. Ya que su usual compañero, el señor Collins, está tomándose unos días de reposo en casa por su fractura, quería saber si aceptaría al señor Davis como su sustituto.
Mi mandíbula se desencaja por unos segundos. Jamie Davis solía ser amigo de Francesco y de Vicenzo. Estaban juntos en el equipo de fútbol, del que ahora es capitán, y se apareció por nuestra casa un par de veces, pero nunca estuvo lo suficientemente cerca de nosotros como sospechar de una situación fuera de lo normal. Mark, por otro lado, es el chico al que le pago desde primero para que sea mi compañero en las asignaciones grupales. Lo ha hecho bien. Es silencioso, becado, lleno de tatuajes que esconden un gran intelecto que puede concentrar en lo que realmente le interesa mientras me deja hacer el trabajo sucio y me ayuda a cubrir mi fascinación por la soledad. Busco a Verónica con la mirada, pero cuando la encuentro gesticula una gran disculpa con su boca. Está emparejada con uno de sus tantos amigos perdedores, amigos que, por cierto, nunca la conocerán como yo.
ESTÁS LEYENDO
Arlette © (Mafia Cavalli I) EN LIBRERÍAS
ActionMi madre era una princesa de la Bratva. Mi padre un príncipe de la mafia siciliana. Su amor fue catastrófico, pero la consecuencia aún más. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Pueden encontrar la versión editada por Planeta en librerías.