Capítulo 40:

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ARLETTE:

Mi cumpleaños número dieciocho empieza como cualquier otro. Fósil y Petrushka irrumpen en mi habitación, a primera hora de la mañana, con un pastel horneado con la receta tradicional de la familia de mi nana. Está hecho a base de avellanas y chocolate blanco. Aunque mi apetito no es desenfrenado, nunca he podido resistirme a sus pasteles de cumpleaños, así que Flavio y yo lo comemos mientras vemos un maratón de nuestras películas favoritas en su habitación. Cuando terminamos de ver V de Vedetta, mi hermano se acerca a su armario y regresa con una cajita de terciopelo en las manos. A pesar de que hemos estado aquí desde temprano, sin nada que hacer en el sofá, su cabello rubio está perfectamente peinado y su ropa, pantalón caqui y un polo, lo más casual que puede usar, no posee ni una arruga. No puedo evitar que mis labios se curven cuando la abro y descubro el anillo tornasol de diamantes. En su interior hay un mensaje grabado que, aunque mis emociones no son lo suficientemente fuertes, consigue hacer que mis dedos tiemblen.

Feliz cumpleaños número dieciocho.

Te quiere, Flavi.

─También te quiero, Flavio ─murmuro contra sus rizos dorados cuando lo estrecho contra mí, deslizándolo directamente en el dedo en el que se supone que debería estar mi anillo de compromiso, porque inmortalizó algo que odia, mi manera de llamarlo, solo para hacerme feliz─. Mucho.

****

Papá y Beatrice también se acercan a ofrecerme sus felicitaciones durante el día, pero ninguno se queda con nosotros ya que están demasiado ocupados con los preparativos de mi indeseada fiesta de cumpleaños. Después del fracaso de la exposición anual de diamantes Cavalli, no quería tener nada que ver con la opinión pública, pero papá me convenció de no armar un alboroto prometiéndome que se trataría de una pequeña reunión, lo cual, a juzgar por el montón de camiones estacionados en la entrada y de personas entrando y saliendo de mi casa, no cumplió. Ni siquiera entiendo por qué quiere alardear de mí cuando le dejé claro a La Organización que era la definición de varios términos, entre ellos hija desagradecida y problemas, pero no voy a ir a una guerra que sé que voy a perder. Carlo Cavalli obtendrá lo que quiera, sea lo que sea, de cualquier forma. El problema viene cuando me encuentro con él de camino a mi habitación y se inclina sobre mi oído, forzándome a detenerme.

Quiero que obedezcas a los estilistas en tu habitación y que me esperes antes de bajar. Los invitados empezarán a llegar en unos minutos ─dice, su rostro igual de frío que cuando le habla a sus hombres o se ocupa de asuntos del submundo─. Es una orden, Arlette. No te lo estoy pidiendo.

Aunque estoy más que confundida, afirmo.

Está bien.

****

Entiendo por qué papá pensó que me reusaría a que un equipo de mujeres y hombres en delantal pusieran sus manos en mí a penas entro y uno de ellos hace ademán de colocar una venda sobre mis ojos.

─Su padre lo pidió ─dice el chico, sus párpados de color rosa y labios blancos, con las mejillas levemente sonrojadas.

Ya que estoy segura de que no inventarían algo así, tan fácilmente delatable, me dejo hacer por ellos y arrastrar a mi tocador después de dejarme en ropa interior. Me duché hace un par de horas, así que empiezan a trabajar mi cabello al instante mientras masajean mis pies. Una vez terminan con mi peinado, el cual consiste en alisar completamente mi cabello y dejarlo caer sobre mi espalda, hacen mi maquillaje tras hacerme prometer no abrir los ojos. Me incorporan cuando le dan unos cuantos toques finales a mis pestañas con rímel. Siento cómo esparcen una sustancia, que identifico como brillo, puesto que reconozco la sensación, sobre mi piel antes de deslizarme en el interior de un vestido cuya textura me resulta familiar. Cuando acaban, me posicionan frente al espejo de cuerpo entero y deslizan la tela que cubre mis ojos con suavidad.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora