Capítulo 34:

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♡ ESCUCHEN LA CANCIÓN DESPUÉS DE LOS **** 


ARLETTE:

Ser la amiga de Bartolomé no es absolutamente malo. Sabe dónde están las mejores fiestas cualquier día de la semana, incluso un martes. Ya que es el hijo del fiscal del distrito, mi padre no se niega con respecto a que salga cuando Fósil le informa que iremos a beber algo después de pasar el rato y cenar en casa de Verónica. Hacemos barbacoa. No estoy acostumbrada a este tipo de comida, pero la visión de Bartolomé cocinando en la parrilla en el balcón de de Verónica, sin camisa y el borde de sus pantalones enrollados, sus pies descalzos, hace que tanto ella como Marianne y yo comamos con gusto cualquier cosa que ponga en nuestros platos.

─Bueno, mierda, ser amigo de ustedes es como conseguir tres groupies por el precio de una ─dice mientras unta una salsa que Petrushka nos dio, no envenenada, por cierto, sobre sus costillas─. Mmm. Esto es delicioso ─jadea, la crema de ajo y ajonjolí deslizándose por su pecho.

Escondo una sonrisa, a pesar de la irritación que su presencia me produce, cuando Marianne se inclina con una servilleta para limpiarlo. Una vez se da cuenta de que ha violado su espacio personal debido a la forma en la que Bartolomé la mira, retrocede lentamente hacia atrás. No la odio particularmente, pero me preocupa mantener nuestro secreto de La Organización y nuestra familia a salvo. No por mí, sino por ella. El peso de saber de nosotros es duro. No le temo. Dudo que una criatura tan ingenua pueda alguna vez lastimar a alguien, así como también dudo mucho que Verónica se sienta en paz consigo misma si Marianne resulta herida por estar con nosotros.

─Sí, está muy bien ─susurra mi amiga, sus ojos ahora en la entrepierna de Bartolomé, dónde una protuberancia va, como un pliegue, desde su centro hasta casi el punto en el que su muslo termina.

La pellizco.

─¿A qué hora se supone que debemos de empezar a arreglarnos? ─pregunto con la esperanza de que toda su atención se concentre en mí, no en las dos pequeñas vergüenzas femeninas que tengo como... amigas.

─Ya que son mujeres, deberían empezar a hacerlo ahora. ─Se levanta para ir por más costillas. Cuando regresa, nos mira con una ceja alzada─. Nos vamos en una hora. Ya son las diez y quiero estar encendido como un árbol de navidad cuando la parte buena de la fiesta empiece.

─¿Me repites de quién es?

Bartolomé niega tras inclinarse para pinchar mi nariz.

─No. Es una sorpresa.

Hago una mueca. Las sorpresas no funcionan muy bien conmigo, en especial últimamente. Lo que menos necesito es terminar en una ratonera y que Fósil se vea en la obligación de molestar a mi padre. Sin importar lo decepcionados que estemos el uno del otro, estoy segura de que él atravesaría el mismísimo infierno por mí si llegara a pensar que estoy en peligro, lo que involucraría un montón de guardaespaldas y camionetas blindadas en donde quiera que esté. Me encojo. Si soportara quedarme en casa, no estaría aquí, sino intentando sanar nuestra relación, pero no lo hago. Necesito tiempo antes de que pueda volver a hablar del tema sin desmoronarme. Estoy segura de que él también lo hace.

Una vez acabamos de comer, nos dirigimos a la habitación de Verónica y hacemos un desastre con ella mientras nos preparamos. Marianne es más alta que Verónica, como yo, así que no en entra en su ropa, por lo que me le tiendo un conjunto extra. Arrugo la frente cuando, tras ducharnos y arreglar nuestras uñas, descubro que mis pantalones rasgados y crop top, junto con botas, le quedan casi tan bien como a mí. Su cabello sigue luciendo como el mío, por lo que es como verme a mí misma en un espejo.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora