ARLETTE:
Mi mundo vuelve a la normalidad para el viernes. Hice bien faltando ayer. Ni siquiera me miran, el incidente del miércoles pasado de moda, mientras camino por el pasillo. Me gustaría decir que lo han superado, pero sé que probablemente han sido amenazados por el director, en nombre de mi padre, sobre hablar de ello. No me dio tiempo de comer en casa porque me levanté tarde. Francesco se quedó jugando ajedrez con Flavio y conmigo durante toda a noche, se podría decir que lo corrompimos, por lo que me dirijo a la cafetería antes de ir a mis clases.
Ya casi no hay estudiantes cuando entro, pero gran parte de los pocos que hay desaparecen cuando me ven. Miro hacia abajo, comprobando que nada esté mal con mi vestuario, antes de continuar mi camino hacia la caja. Mi falda roja está perfectamente planchada. Mi camisa blanca igual. Tomo un paquete de galletas de mantequilla y leche achocolatada. La encargada alza una ceja, pero aún así toma y pasa mi tarjeta de crédito.
─Qué nutritivo.
Me encojo de hombros.
─Mis niveles de azúcar están bajos.
Ya que solo faltan cinco minutos para que suene la campana y ya están echando a las personas de aquí, tomo mis audífonos y escucho una canción que oí la noche del club. I'm a Mess de Bebe Rexha. No es lo que suele gustarme, adoro los clásicos, pero la letra me envuelve. Tomo mi leche y la abro para meter una pajita una vez guardo mi teléfono en el bolsillo de mi falda. En lugar de ir hacia el pasillo paso desapercibida entre dos jugadores del equipo de fútbol y empujo la puerta de la cafetería que da con el basurero. Estoy por sentarme en uno de los dos escalones que hay que subir para acceder del otro lado cuando percibo movimiento detrás del contenedor. Me enderezo arrugando la frente. Papá paga alrededor de treinta mil dólares mensuales de colegiatura.
Esta no es precisamente zona de vagabundos.
─¿Hola? ─suelto cuando me acerco y veo lo que está sucediendo.
La chica con la que choqué el día que arrojaron mi estuche de maquillaje en el baño está buscando restos de comida entre las bolsas. Sus mejillas se sonrojan cuando me nota, sus manos soltando el panecillo casi intacto que consiguió, luciendo como la personificación de la miseria.
─Yo... yo...
─Eres becada, ¿no?
Asiente.
─Sí.
─Deberían darles crédito para comida también. ─Le ofrezco mi paquete de galletas─. Toma. Ni siquiera las he abierto.
Ella retrocede.
─No, gracias, yo...
Alzo las cejas antes de sentarme dónde tenía previsto hacerlo.
─¿Tienes una opción mejor en el menú?
─No ─admite acercándose y tomándolas con desconfianza─. Gracias.
Le sonrío cuando se sienta a mi lado, ofreciéndole mi mano. Ella la toma y la aprieta con suavidad antes de descender la mirada a sus vaqueros viejos. No del tipo de viejo a la moda, sino de realmente viejos.
─Arlette Cavalli.
─Verónica Michaels.
─Es una combinación curiosa. ¿Asumo que hablas español?
─Sí ─contesta devorando una galleta, un gemido escapando de sus labios─. Padre gringo. Madre guatemalteca.
Otro resultado desastroso producto de la mezcla de culturas diferentes.
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Arlette © (Mafia Cavalli I) EN LIBRERÍAS
AcciónMi madre era una princesa de la Bratva. Mi padre un príncipe de la mafia siciliana. Su amor fue catastrófico, pero la consecuencia aún más. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Pueden encontrar la versión editada por Planeta en librerías.