Capítulo 33:

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ARLETTE:

Tres días después de la fiesta, mi padre continúa ignorándome. Sus ojos nunca se enfocan en mí cuando estamos en la misma habitación. Lo último que recuerdo antes de haber sido sedada por él mismo fue la gran devastación en su rostro, así que puedo entender su reacción. Le rompí el corazón. El panecillo en mis manos se quiebra audiblemente cuando, durante el desayuno, se inclina para besar la cabeza de Beatrice y de Flavio, pasando de mí. Mi hermano aprieta mi mano por debajo de la mesa cuando utilizo solo una de ellas para continuar con mi ensalada de frutas. Le ofrezco una sonrisa que hace que su humor mejore. Está preocupado por mí. Ha dormido conmigo cada noche desde que el desastre pasó, aferrándose a mí tanto como yo me he aferrado a él. Fue una noche difícil para ambos.

Flavio condenó a un hombre a la muerte y está luchando por dejarlo ir.

Petrushka y Fósil también se hicieron cargo de alguien por mí, pero es una situación completamente diferente. Ella era un agente de la ley utilizando al estúpido de mi prometido para obtener información. En La Organización los espías valen menos que los perros. Son ratas. Supe que alguien estaba tras él cuando me dediqué a revisar las fichas de cada uno de mis cercanos en la oficina del fiscal del distrito mientras Bartolomé buscaba un condón. Al confirmar la información en la computadora de mi padre, me di cuenta de que su control sobre la ley seguía siendo absoluto. Él lo sabía, pero no hizo nada al respecto. Probablemente estaba poniendo a prueba a Vicenzo. No me sorprendería si él mismo hubiera enviado a alguien tras él solo para confirmar su grado de estupidez. Eso o por algún motivo lo quería tras rejas.

Quizás esperaba que la cárcel lo forzara a madurar.

No tengo ni idea de cómo no se dio cuenta. A pesar de que en las fichas no había ningún tipo de información sobre la persona que iba tras él, fue bastante obvio para mí a penas la conocí. Como no tenía ni idea de si mi padre deseaba castigarlo encerrándolo o no y él no se podía enterar de que había encontrado una forma de salir de casa, simplemente le pedí que la mantuviera lejos de mí, lo cual no respetó trayéndola a mi casa, cruzando la línea. No soy Vicenzo. No seré burlada por una agente principiante y mal entrenada, así que Petrushka la trató con hospitalidad.

Estoy segura de que ese fue el mejor chocolate caliente de su vida.

O el peor, pero ciertamente para mí fue el mejor.

El hombre que intentó robarle a mi familia, en cambio, era uno de los nuestros. A pesar de tener un trabajo legítimo, estaba asociado a La Organización. Su único crimen, en mi opinión, fue no hacerlo bien. Ser demasiado estúpido. Si vas tras alguna de las familias del crimen organizado, debes estar bien equipado y ser lo suficientemente inteligente o tener suerte. De lo contrario, morirás. Pero no puedo juzgarlo, no del todo, cuando involuntariamente formo parta del grupo de personas que hacen cosas sin pensar si no estoy lo suficientemente medicada.

El viernes no tomé mi última dosis con la esperanza de poder disfrutar del fruto de mis esfuerzos con todos mis sentidos completamente despiertos. Fue un error. Debí desbordarme de pastillas al punto de estar frente al abismo de la sobredosis. De haber sido así, probablemente estaría siendo llamada sumisa, drogadicta y débil en lugar de zorra, esquizofrénica y, como Luciano dijo, incontrolable. Ya no solo estoy loca a ojos de los hombres que se supone que me debería ganar, sino que soy una especie de carga que no puede ser mantenida encerrada bajo llave inclusive con cadenas.

Mi mayor fortaleza y debilidad encontró la manera de escapar.

Empieza a asustarme no poder encerrarla en el fondo de mi mente de nuevo.

Sacándome de mis pensamientos, papá se levanta.

Lo imito.

─Arlette...

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora