Capítulo 27:

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ARLETTE:

Otorgándole a Vicenzo la responsabilidad de las seguridad me quité un peso de encima, pero quedaron muchos más sobre mi espalda, solo uno de ellos significativo. El entretenimiento. El servicio. La decoración. La comida. Las personas que probarán la comida antes de que sea servida para saber si ha sido envenenada. Todo, menos una cosa, estuvo planificada tan solo un día luego de que aceptara cooperar, lo que nos deja una semana y algunos días extras para ultimar detalles y concentrarnos en tecnicismos.

Así de eficiente me criaron para ser.

─Verónica, ¿todo está listo ya? ─le pregunto a mi recién designada asistente, quién se ha tomado unos días libres de la heladería para trabajar conmigo.

Le ofrecí el salario de un año por ello, pero solo después de que se postulara voluntariamente para el puesto, lo que estoy pensando redoblar. Verónica ha tenido que soportar la peor parte de mí. Debido a la presión y a la ira que se aglomera en mi interior cada vez que el recuerdo de en lo que tuve que participar para que esto fuera posible viene a mi mente, la he hecho llorar varias veces.

No me hace sentir mal, pero tampoco bien.

Teniendo en cuenta que es la única amiga que tengo, es simplemente innecesario.

─Sí, acabo de hablar con el jefe del concesionario. Están en camino.

─Bien. Ya puedes ir a casa. Es todo por hoy. ─Miro a Fósil─. Vámonos.

Él asiente antes de darse la vuelta y asignarle a Luc la tarea de llevar a Verónica. Ya que estoy cero interesada en escuchar o ver a Beatrice revoloteando como una mariposa cada vez que giro mi cabeza, feliz con su estúpida compañía, designamos mi oficina en el club como nuestro centro de operaciones. Solo él y Verónica saben lo que estoy a punto de hacer, así que ninguno de los guardaespaldas que queda se interpone en mi camino. Con Moses acompañando a Flavio en su campeonato de lucha, Luc es el único que habría podido sospechar mis intenciones.

─Qué inesperada y agradable sorpresa ─suelto con voz suave mientras me dejo caer en un asiento de la misma mesa en la que Marcelo se sienta cada tarde.

Él se limita a asentir en mi dirección.

Principessa.

Le sonrío.

─Noto que no has superado tu obsesión.

A pesar de que inclino la cabeza hacia su copa de helado con pequeños trozos de brownie Cavalli, sus ojos nunca abandonan los míos cuando habla.

─No, no lo he hecho. ─Deja la cucharilla sobre la superficie de cristal y le hace un gesto a Marianne para que se acerque. Los dedos de la amiga de Verónica no dejan de temblar─. Por favor, Marianne, toma el pedido de la señorita.

Mi sonrisa se transforma en una mueca.

─¿Ya han tenido el gusto de conocerse?

Las mejillas de Marianne se sonrojan con violencia.

─El señor Astori viene todos los días por su media ración de brownies Cavalli para llevar y una porción de helado ─tartamudea─. Es un cliente habitual.

Mi desagrado es suplantado por diversión.

No entiendo cómo alguien con su reputación puede arriesgarse a ser conocido por amar los dulces.

─Un cono de mantecado está bien. ─La despacho entregándole el menú. A pesar de su ausencia, no es hasta que regresa con mi pedido y se marcha de nuevo que retomo nuestra conversación─. Entonces... ─Lo miro por debajo de mis pestañas─. Qué inesperada y agradable coincidencia.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora