Capítulo 2 : Uzumaki Boruto

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Boruto no tenía presente ningún momento de su infancia en donde pudiera disfrutar de un día pleno con su hermana, su familia o sus amigos. De hecho no tenía amigos. No sabía con exactitud qué significaba tener amigos, ni un mejor amigo, ni un amigo de familia, solo lo sabía por Himawari; ella era su única amiga. Desde sus cuatro años convivía en el hospital, para él ya era una costumbre, era como si fuera su casa porque lo era. No sabía lo que significaba ser regañado por su madre o por su padre, cuando se quedaban hasta tarde para no irse a dormir, como si lo entendía su hermana que siempre era regañada por eso. Tampoco entendía lo que era tener una cena en familia, porque sus almuerzos y cenas, eran traídos por las mucamas del hospital y estaban dentro de la bandeja, tenían sabor horrible y en general, no le gustaban. Se había acostumbrado, como la mayor parte de toda su vida rutinaria y poco común.

El baño era un dilema, cuando era más chico solía bañarse con su padre o a veces con su madre, sin embargo; los problemas vinieron cuando empezó a crecer y debía acostumbrarse a cuidarse con los aparatos que llevaba con él. Como no podía respirar por su propia cuenta, siempre tenía un aparato conectado a sus fosas nasales, que lo arrastraba de un lado a otro en la sala. En su horrible sala, que funcionaba como comedor, sala de estar, habitación y demás. Las visitas eran por la mañana temprano y por la siesta, porque durante la noche, lo pasaba solo, sin compañía; sobretodo ahora que era adulto. Cuando era pequeño recordaba que su madre se quedaba siempre con él, su padre no podía porque estaba trabajando o porque tenía otras obligaciones importantes, era un político y no estaba con ellos todo el tiempo. No por eso significaba que lo odiaba, debería odiarlos a todos y no lo hacía, ¿por qué hacerlo? Ya había asumido que su vida no era como la de cualquier persona, debía acostumbrarse a arrastrar ese aparato, tener limitaciones en todos los sentidos y en especial, a convivir en soledad.

A pesar de todo eso, Boruto ya había asumido que tenía que convivir con esa extraña enfermedad que hasta ahora, no tenía cura como tal, solo debía intentar adaptarse a los aparatos que le daban, porque incluso era como un conejillo de indias, así se llamaba cuando Yanagi le hacía las revisiones y las llevaba al Centro de Investigaciones que lideraba una colega suya. Siempre era un martirio, porque tenía que hacer ejercicios de respiración y, literalmente, le dolía al respirar. Parecía que le estaban arrancando algo de su pulmón y sus fosas nasales le ardían. Era una tortura. Prefería intentar no hacerlo todo el tiempo, pero necesitaba controlar su respiración de una manera continua. Siempre que terminaban los estudios diarios, trataba de relajarse, buscando entretenerse con los videojuegos, que eran su único entretenimiento y algunas cartas que le compraba su hermana o su madre que coleccionaba desde pequeño. Al mirar la televisión se aburría enseguida, porque todos los programas que daban le recordaban que jamás podría ser un niño normal, un adolescente normal ni mucho menos un adulto. Su educación la había recibido dentro de esa horrible sala, con diferentes tutores, los cuales unos eran peores que otros. Ninguno le caía, con excepción de uno, al que le tuvo un aprecio y lo acompañó hasta sus dieciocho años, Konohamaru Sarutobi. De vez en cuando se pasaba al hospital para visitarlo y le regalaba pergaminos que también coleccionaba. Y le contaba sus anécdotas de sus clases en la Universidad.

Su hermana regresaba del colegio y pasaba a visitarlo siempre que podía, verla con uniforme le hacía imaginarse cómo sería su vida escolar, o eso pensaba cuando recordaba cosas del pasado. Ahora tenía casi veinticinco años y su vida seguía siendo la misma aburrida que hace veinte años. ¿Qué haría para cambiarla? No tenía idea. Suicidarse no lo solucionaría. Y convertirse en médico tampoco, porque ni siquiera podía graduarse. Solo esperar que la cura o su esperanza viniera a buscarlo.

-Tonterías-dijo y arrojó el tenedor de plástico contra el piso.

No había nada más que él y su alma. Estaba enojado consigo mismo. Con su vida. Con todos. No le echaba la culpa a nadie ni quería que los demás sepan de su dolor. No quería que los demás sepan que estaba sufriendo y le dolía tener una vida miserable. Se había esforzado en encontrarle un punto bueno a todo, algo positivo, sus padres siempre intentaban hacerle ver lo hermoso de la vida y las oportunidades; no podía. Les sonreía y fingía que lo entendía, pero al momento en que estaba solo en esa horrible habitación, la rabia y frustración regresaban para atosigarlo. ¿Hasta cuándo su vida sería así? ¿Cuándo empezaría a vivirla? Eres joven aún, diría su abuelo Hiashi. Todavía tienes tanto por aprender, agregaría su abuela Kushina.

Déjame Enamorarte (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora