—_________ —empezó — Sí él te hubiera hecho algo… —sus ojos se cierran y continua —no me lo hubiera perdonado, no sé qué hubiera hecho. —abre sus ojos y su mirada se clava en la mía. ¡Jesús! Es tan perfecto.
—Pero no lo hizo — cojo su mano y la aprieto — Ya olvida eso.
—Pero estuvo a punto.
—Pero no pasó nada. —le sonrío. Solo quiero verlo tranquilo y relajado. El me devuelve la sonrisa, esa hermosa sonrisa que tanto me gusta. Suelto su mano y voy hacía el balcón; el me sigue.
—Justin —me vuelvo hacía él y lo miro. El frena en seco. — Quiero un momento a solas ¿sí? Te aseguro que nada me pasará.
— ¿Lo prometes? —inclina su cabeza hacía un lado. Mirándome.
Sonrío ante sus palabras. Se ve tan joven y feliz.
—Lo prometo.
Él se gira y va a mi habitación. Me giro de vuelta hacía las puertas del balcón, antes de abrirlas, observo en la mesita de madera pulida un encendedor, lo cojo y del pequeño cajón saco una caja de cigarrillos mustang, saco uno de la pequeña caja azul y lo pongo entre mis labios. Abro la puerta y el frio pero delicioso aire de la noche de Los ángeles me arranca el aliento. Voy hacía las barandas y enciendo el cigarrillo. Aspiro fuerte y profundo, siento el humo caliente picar en mi garganta y en mi lengua. Lo libero por mi nariz.
¿Qué me estás haciendo Justin Bieber?
Me gusta tanto tus ojos, tus suaves, claros, profundos y grandes ojos mieles. Sus labios, rosados pálido, carnosos y definidos. Su nariz, respingada y perfecta. Sus mejillas, sus barbilla, su frente, su cuello, su cuerpo, su todo.
¿Qué me está pasando?
Matty ha sido mi único novio, mis únicos besos y caricias; me hizo sentir viva y feliz, pensé que él era el único y el perfecto para mí, pero me doy cuenta que estaba con un hijo de puta de quinta. Y pensé que jamás iba a volver a caer, pero luego vino ese sueño y ahora esto. Vino Justin y volteo mi mundo de cabeza. Él ahora ocupa, mi mente, mi cuerpo, mi alma y en lo que veo, mi cama. Sé que él me gusta; sí el me gusta y mucho. Yo diría demasiado, mi subconsciente me corrige, sentada, tomando un poco de café en su silla de mecer con un libro de las leyes del amor. Y sí ella tenía razón, pero esto no se puede, simplemente no se puede. Sé que Justin no siente lo mismo, sé que él no podría sentir atracción por mi…una simple mortal.
Mi cigarrillo se acaba y saco otro de la caja azul, lo enciendo e inhalo profundo, tan profundo como mi agrado por él.
“Sí te enamoras de Justin, mueres tú o muere él.” Las palabras de Ryan resuenan en mi cabeza. Mi tálamo está hecho añicos de tantas emociones, tantas dudas y tanta confusión. “Bueno, para serte sincero, muere Justin” su voz resuena aclarándome las reglas de nuevo. Pero…es que es tan imposible no enamorarse de él. ¿Qué puedo hacer? ¿Decírselo?
No quiero que él muera, según como lo dijo Ryan, tampoco quiero que se vaya y me deje. Simplemente lo quiero aquí conmigo ¿Es eso tan difícil? ¿Tan prohibido?
Lo quiero, lo quiero a él y solo a él. Luchare por esto. Quizá sea la única cosa en la vida que realmente quiero y por eso lucharé. ¿Qué tan malo podría ser?
Al fin del cabo, solo es un ángel.
Un perfecto y asombroso ángel. Y lo mejor…es que es solo mío.
*
Escucho la puerta cerrarse. Me he dado cuenta que llevo un poco más de una hora en el balcón y casi acabando la caja de cigarrillos, ya voy para mi sexto cigarrillo. No he fumado en toda la semana; tengo que liberar estrés.
— ¿Qué haces?
Volteo y mi hermano está ahí, con su portafolio y el Mac portátil en su brazo derecho. Suelto la última bocanada de humo y arrojo en cigarrillo hacía en aire.
—No me gusta que fumes ¿sabías? —dice.
Muevo mi cabeza hacia los lados.
— ¿Cómo te fue? — preguntó, evadiendo el tema.
—Bien. La otra semana me avisan sí tengo el trabajo o no— deja su portafolio en la mesita al lado de la puerta en el piso y la Mac encima de está.
— ¿Y tú que crees?
—Yo creo que sí — ahora está a mi lado. Observando la despierta e iluminada cuidad de Los ángeles.
—Lo dudo, eres demasiado bobo para trabajar. — sonrío, mirándolo. El ríe.
—Cállate y prométeme algo—coge la caja de cigarrillos de mis manos.
—No dejaré de fumar.
— ¿Por qué?
—No podría. Esto me relaja.
—Sabías que con uno de estos…— saca un cigarrillo de la caja y lo pasa, jugando por entre sus dedos— que fumes, pierdes siete minutos de vida.
Niego con la cabeza.
—O que por el tabaco hay más muertes que por el SIDA, accidentes de tránsito, asesinatos y suicidios.
Niego con la cabeza. ¡Chico! Viniendo de él... estás palabras…enserio me afectan, me hacen sentir culpable.
—O lo más ilegal que haces…
— ¿Qué? —pregunto intrigada.
—Como buena estudiante de literatura, debes saber que hay siete estados libre de humo.
Sí, eso lo sé, lo vi en el periódico de la universidad hace unas dos o tres semanas. Asiento.
—Mencióname uno.
—Nueva York, por ejemplo—digo.
—Otro.
—Califor…— ¡Mierda!
— ¿Ves?, es ilegal esto que haces.
Bota la caja de cigarrillos por la baranda. Veo como caen desde el piso diez del edificio. ¡Hay van mis amores!
Hablando de amores ¿Dónde está Justin?
—No me parece gracioso— replico, molesta. Sí yo quiero puedo dejarlo, sino, a él no le incumbe.
—A mí tampoco. —Su mirada fulminante se clava al fondo de mi alma. Dios.
— ¿Dónde está Justin? —cambio el tema rápidamente. No quiero seguir con esto.
—Está dormido. Ya son más de las once. A dormir señorita. — Me da una nalgada. Salto de la sorpresa y le devuelvo una. Me río al igual que él.
Camino hacía la puerta. Me giro y lo miro.
—Hay carne asada y papas fritas por si quieres comer. Hasta mañana, Harry.
—Descansa moco disecado.
¡JESÚS CRISTO! Cuanto extrañaba a mi hermano. Desde lo diez años no me decía así.
—No es justo, yo no te tengo algún apodo.
—Largo. —Me dice riendo.
*
—Justin…Justin, córrete un poco—lo muevo del brazo. El sin abrir los ojos se corre hacia la derecha dejándome un espacio libre. Me acuesto a su lado y me cubro con las cobijas. Él pone su brazo a mí alrededor y en un brusco y rápido movimiento me acerca a él. Mi trasero tocando su entrepierna. ¡Por Dios! ¿Es esto real? Me dejo llevar y cierro los ojos. El se acerca a mi oído y todo mi sistema nervioso se activa.
—Me …gustas —muerde mi lóbulo— mucho, ____________.