capitulo 16

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*Dos semanas después*

Desde la confesión de Justin, todo ha cambiado, pero no para mal, de hecho él lo demuestra cada día, cada hora, cada segundo. Yo sé que lo quiero. Casi tres semanas de conocerlo, pero sé que lo quiero.

Estamos en la cafetería de la universidad. Justin ya ha perdido su transparencia por completo, tenía un olfato que yo consideraba mejor que el de un perro, lo perdió también; ya no puede saber lo que la gente piensa, pero a veces sabe lo que pienso yo. Ya está completamente en su forma humana. Un ángel mortal.

— ¿Sabes que me tienes impaciente? —metió tres uvas verdes a su boca. Cada vez me sorprende más la capacidad tan distractora y sensual de Justin al comer; Tiene un no-sé-qué.

—Te pido que me des tiempo por favor—no tengo apetito. Está conversación de no me gusta. Justin me dijo hace unos días que si yo no me sentía como él se siente por mí, tendrá que irse, que lo nuestro no funcionara. Hay una ley para ellos que aprueba el amor entre mortales y ángeles, que consiste en que ambos deben sentir lo mismo el uno al otro, de lo contrario, debe optar por un nuevo guardián, una amnesia permanente sobre el inmortal en juicio. Yo sé que a él lo quiero y mucho, pero la cosa aquí es ¿Él que siente?

— ¿Por qué lo piensas tanto?

—Justin, yo ame a alguien que me rompió el corazón, ame a alguien que me decepciono y me abandono cuando más lo necesitaba. Nunca me he sentido amada por completo. —tomé su mano que inquietamente jugaba con el tenedor; un movimiento nervioso. La agarré fuerte y su ceño se frunció, sus ojos cambiaron a un marrón oscuro, casi negro. Odio esa mirada. — Creo…que tengo miedo.

¿Lo tengo?

— ¿Dudas de mí y de lo que siento?

—No. No pienses eso.

—No te entiendo, ¿Por qué tiene miedo?

—Tengo miedo a sufrir de nuevo, Justin.

—Te he dicho que conmigo nunca sufrirás—está vez el cogía mis manos, las unió y las cogió entre las suyas. Fuerte. Las llevo a su boca y rápidos y fragmentados besos las cubrían. —Mi misión es protegerte cueste lo que cueste, por más difícil y complicado que sea, eso es lo que tengo que hacer…y lo que quiero hacer.

— ¿Dices que yo te gusto, verdad?

—Sí—pronunció mientras movía su cabeza de arriba a abajo, para enfatizar su afirmación.

— ¿Cómo sucedió?

—Veras…—empezó, soltando mis manos y comiendo más uvas—, desde que Ryan se alejó de ti…; desde ese día me asignaron como tu nuevo guardián. Pasaste casi tres años sin uno, solo porque en tres años tenía que estar listo y preparado para ti. Tenía que estudiarte, aprenderte y memorizarte. Tenía que aprender todo de ti—abrí mi boca para decir algo, ¿No estuvo conmigo los tres años más terribles de mi vida?, pero la cerré cuando vi su cara, oh-soy-tan-sexy frunciéndome el ceño para que me callara—, pero no estaba listo para ir. Tenía diecinueve años y no sabía cómo encargarme de la vida de alguien más—su voz cesó. Creo que para procesar las palabras que acaba de decir y que dirá. No quiero hablar, solo quiero escucharlo, porque quiero saber cómo es su sentimiento, aparte, amo escuchar su voz—En todo el proceso—dijo por fin— me fuiste gustando. Todo de ti. Te veía cada día, cada instante, como te lastimabas, y podía sentir tus ganas de cambiar las cosas—tomo mi mano una vez más—, tus sentimientos me dieron confianza en mí y simplemente ame que tú me hicieras sentir así. Ame todo de ti. TODO.

No quiero hablar. Tengo un revuelto en el estómago. ¿Siento lo mismo por él?

—Me queda decir…—hablo a ver que yo no enuncié una palabra—, que amo y amaré eso siempre.

— ¿Te puedo hacer otra pregunta?

—Lo que quieras, nena.

Su mirada volvió a ese… miel tan hermoso que tanto amo. Sí puedo amar eso, es obvio que lo amo a él ¿No?

—Sí yo no llego a sentir lo mismo—odio esto, odio eso, odio lo que dije— ¿Enserio te tienes que ir? 

El suelta mi mano rápidamente y hace un mohín. Siento por un momento que me desprecia por mis palabras. Veo su mirada, profunda y oscura…pero no era de enfado o de enojo, de ira o de odio…era de dolor.

No quiero lastimarlo. ¡No!

El asiente.

—No quiero que me tomes a mal—digo— yo te quiero mucho.

*

—Ryan ¿Qué haces aquí? —Escucho a Justin, mientras mis ojos se abren—Respóndeme—su voz se escucha en la cocina.

—Necesito hablar con ella.

Dios mío, por favor. No me separes de Justin.

Desde los quince años, cuando entre en las drogas, mi fe en Dios bajo, pero sé que desde que Justin está aquí, él es real y me protege. Mandó un pedacito de él, de uno setenta y ocho de alto, rubio castaño, blanco y perfecto para protegerme más de cerca. Le hablo a él. Por favor, no me separes de él.

Ryan aparece al final de mi cama.

—Vístete—me ordena— tengo que hablar contigo.

Me muevo un poco y siento que estoy sin ropa, solo con mis interiores. ¿Cómo pasó eso?

— ¡Ahora! —grita y salto de la cama del miedo. Ya me ha visto desnuda me imagino, no tengo que apenarme. Su mirada me sigue por toda la habitación mientras cojo mi ropa y la coloco.

— ¿Q-qué pasó? —tartamudeo. 

Tengo mucho miedo. Justin aparece en la puerta. Está pálido y con los puños apretados. Por favor ¿Qué alguien me diga que mierda está pasando?

—Justin—murmuro y el me mira; su mirada se suaviza y suelta sus puños, corre hacía mí y cuando está a punto de abrazarme, un fuerte e invisible movimiento lo aparta de mi casi espacio vital, levándolo en el aire y haciéndolo chocar de espaldas contra la pared y caer bruscamente en el suelo.

— ¡No! —grito y corro hacía él, pero un hábil y fuerte Ryan me rodea con sus brazos impidiéndome llegar a Justin— ¡Suéltame!—miro por última vez a Justin, intentando levantarse, pero su dolor era notorio. Mis lágrimas caen al verlo sufrir, al verlo tan débil y adolorido, viéndolo tan voluble y frágil.

De repente lo único que puedo ver es negro, pero sé que no estoy con los ojos cerrados.

Mi GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora