Capítulo 2

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"Sólo aquél que éste destinado a comprender, será el único en caer

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"Sólo aquél que éste destinado a comprender, será el único en caer.

Cuando vea su destino aparecer, sabrá lo que él debe hacer."

Aquélla frase marcaba el inicio del sueño, ese mismo sueño que se repetía cada noche, donde una brillante pluma plateada caía al verde suelo, donde una extraña criatura crujía los dientes tras la maleza, donde los cascos de un caballo se oían en la lejanía, donde la ceniza se alzaba en el oscuro cielo estrellado.

Justo ahí, fuera de la espesura de la maleza, se hallaba un campo de batalla.

Repleto de soldados de brillantes armaduras montados en grandes y poderosos caballos que combatían en tierra contra un sinfín de extrañas criaturas parecidas a búfalos con grandes cuernos que andaban en dos patas, exhibiendo inmensas manos que sujetaban con fuerza sus afiladas hachas.

Aquellas criaturas extrañas poseían una fuerza descomunal, que diezmaban rápidamente a los valerosos hombres de brillante armadura en la batalla, y cuando parecía que hasta el último de ellos caería en el olvido, unos fuertes gritos se dejaban oír en el cielo desde dónde se mostraban enormes criaturas aladas que se conocían como grifos, montados por valerosos hombres y mujeres que lanzaban con ímpetu, grandes cantidades de flechas de fuego contra aquellas bestias.

Pero ellas símplemente parecían no tener fin, pues cuando el último de los búfalos con cuerpos de hombre cayó, una monstruosa criatura apareció...

Los rayos de sol que se colaban por las ventanas de vidrio que daban a la calle, pronto terminaron por despertar a una bolita que se revolvía entre las sábanas, pronto aquél bulto comenzó a moverse con mayor intensidad mientras retiraba aquellas sábanas que cubrían su cuerpo, dejando ver a una joven de veintiún años con los ojos y el largo pelo de color café, que pronto se puso de pié, desperezándose y encendiendo la luz de su habitación.

-¡Vio, se te hace tarde!, recuerda que hoy debías ir más temprano a la Universidad por el paseo al que los invitaron y ya son casi las ocho.- Resonó una voz femenina.

Y ante aquello, la joven que respondía al nombre de Vio, salió disparada al baño tomando todo lo necesario para asearse y prepararse.

No hizo falta más tiempo que unos quince minutos para que una apresurosa joven emergiera de su habitación, tomara el desayuno con la misma prisa y despidiéndose de la misma manera de sus padres, para luego dirigirse a la calle, vistiendo unos jeans claros y una campera rosa, con una mochila cargada de un cambio de ropa, comestibles, cuadernos, cargadores de celulares entre otras cosas.

Y luego de aproximadamente una hora, después de correr durante casi un kilómetro, Vio llegó a su destino y justo a tiempo pues el bus que los recogería de la Universidad y los llevaría al paseo, ya se encontraba alzando a los alumnos uno por uno.

La Pluma PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora