Capítulo 6

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Y cuando creas que nadie te ve, tus propios ojos delatarán tu destino

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Y cuando creas que nadie te ve, tus propios ojos delatarán tu destino.

-Señor, hemos hallado información que creemos podría interesarle.- Resonó la voz de una mujer.

Y en ese momento, una especie de ave de gran tamaño se dejó ver descendiendo en la entrada de aquél imponente castillo. El ave lejos de parecer normal, tenía el cuerpo similar a la de un águila con grandes garras mientras que su cabeza se asemejaba más a la de una mujer con un largo pelo que le llegaba hasta las alas y dos largas orejas terminadas en punta, en el rostro exhibía un par de ojos afilados similares a las de una serpiente mientras que largos dientes sobresalían de su boca, a pesar de que las historias relacionaban comúnmente a éstas aves con hermosas mujeres lo cierto era que de verdad su aspecto se asemejaba más al de una bruja que al de una bella mujer.

-¿Qué tienes para mí, Harpía?- Interrogó el encapuchado cuyo aspecto era aún más macabro que el de la criatura que tenía frente a él, con una negra túnica que le llegaba hasta los pies y una capucha que cubría por completo su rostro dejando sólo un par de penetrantes ojos amarillos, tales cosas harían que cualquiera intentara huír sólo con verlo a la distancia. No se veía nada más que sus ojos en su rostro porque aún sus manos estaban cubiertas por lo que se pensaría sería una armadura negra bajo la túnica, juzgando por el eco metálico que el encapuchado emitía al caminar.

-Hemos visto a una pareja de crías de humano volar en un grifo sobre la montaña de Pik, usted sabe, señor que ninguna criatura tiene mejor vista que nosotras y puedo asegurarle de que lo que hemos visto sin duda es el portador.- Respondío aquella criatura mientras extendía ambas alas que fácilmente alcanzarían los cuatro metros de envergadura en una horrible demostración de tamaño.

-¿Cómo estáis seguras de que uno de ellos es el Draer?- Intervino aquél hombre de negro.

-Porque el más pequeño de ellos dos tenía unos brillantes ojos grises y déjeme decirle señor, eran los de la chica, su compañero parecía ser un habitante de las montañas por sus rasgos físicos.- Respondió la harpía.

En ese momento no pudo notarse si el encapuchado se había sorprendido o no puesto que guardó silencio por un breve periodo de tiempo para que, con una señal de manos pasase la atención de aquella ave hacia un minotauro que se aproximaba con un gran saco en la espalda. No hacía falta en ninguna manera que el saco fuese abierto para demostrar su contenido pues al tratase de una Harpía, el contenido del saco no podía ser más que comida y oro.

Finalmente cuando la criatura obtuvo lo suyo, acomodó el bulto de cuero entre sus garras para luego emprender el vuelo de regreso a su hogar dejando al encapuchado de pié frente a la enorme entrada de aquél castillo.

La Pluma PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora