[Agradecimientos a Pavlopp-Poll por su constante apoyo en el avance de la historia.]
El tiempo en la celda había transcurrido con suma lentitud hasta el punto de que la propia sombra no sabía si habían pasado horas o días enteros pues cada cierto tiempo, una pequeña criatura de aspecto similar al de un murciélago negro se situaba frente a la celda empujando entre los barrotes una viga de pan y un pequeño jarro con agua. El ambiente seguía igual bajo la luz de las antorchas, el minotauro parecía estar dormido en su silla mientras que la joven portadora no se había movido de su sitio ni había alzado siquiera la cabeza, lo que indicaba que quizá podría estar dormida y con el pasar del tiempo incluso el encapuchado se derrumbó en su lugar bajo un suspiro pesado, la furia ya se había retirado dando paso a la incertidumbre de saber cuánto tiempo más permanecería cautivo.
Cansado ya de golpear las rejas o intentar abrirlas por la fuerza, la sombra se había rendido de todo intento por escapar pues aún cambiando de forma no le sería posible abrir las rejas de un golpe en un lugar tan pequeño, así que él pronto se rindió de sus intentos y se había concentrado en revisar sus propias heridas con cautela. El agujero en su pecho ya había sido sellado casi en su totalidad sin embargo cada vez que presionaba la zona enrojecida por la sangre seca podía sentir un inmenso dolor que indicaban que por dentro aún no había sanado.
Necesitaba más tiempo.
_________________________________________
El anochecer finalmente llegó después de un largo día en el que Beskerming afilaba su espada mientras Pyl preparaba un juego de flechas bajo la atenta mirada de Sión, hasta que los primeros cantos de las aves nocturnas y la oscuridad misma terminaron por iniciar el recorrido y la búsqueda de aquél único objeto que les permitiría llevar ventaja sobre el plan ideado.
-Entonces... ¿Dónde buscamos?- Sión rompió el silencio al salir de la cueva, montado sobre el tigre blanco en compañía de ambos centauros.
-Hace un par de años, un gran árbol cayó durante una tormenta y creo que ahora su tronco podría servir de alimento para las setas y si tenemos suerte el Mycena tal vez esté entre ellas.- Respondió Pyl mientras sostenía una antorcha encendida en sus manos, iluminando levemente el camino.
Y luego de aquella corta conversación, avanzaron en dirección al lago con frecuentes paradas que requerían incluso que la luz de la antorcha fuese tapada mientras registraban la zona en busca de setas, rodeados de nada más que verde y un silencioso ambiente nocturno que era roto cada vez que alguno pisaba las hojas y ramas secas del suelo.
Cuando las horas pasaron, el arribo al tronco caído al fin se acercó y en ese momento Pyl había ocultado nuevamente su antorcha en busca del brillo que se suponía el Mycena debería producir, sin embargo desde el tronco sólo podía verse oscuridad y cuando la antorcha fué acercada nuevamente sobre la corteza, un sinfín de setas e insectos de extraña forma fueron vistos, más no había ninguna señal del objeto buscado.
ESTÁS LEYENDO
La Pluma Plateada
AventuraVio es una joven de largo pelo café, amante de la fantasía y la lectura, tímida y poco social que vive acostumbrada a la monótona vida que le ofrece el mundo, asiste a una Universidad reconocida de su país y lleva una vida completamente normal. Sin...