Capítulo 15

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Aquél encapuchado que se presumía era uno de los más fuertes guerreros, capaz incluso de aterrorizar a los centauros y a cualquiera que se cruzase en su camino, había perdido ante su rey en una batalla que ni siquiera había durado más de un minuto...

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Aquél encapuchado que se presumía era uno de los más fuertes guerreros, capaz incluso de aterrorizar a los centauros y a cualquiera que se cruzase en su camino, había perdido ante su rey en una batalla que ni siquiera había durado más de un minuto y ahora se encontraba tirado en el suelo, ensangrentado e inmóvil bajo la estricta mirada de su superior.
Pero pronto los pasos rompieron el silencio, seguido del seco sonido que producía la capa del hombre al agitarse en su avance, quién se dirigía a la gran puerta restando importancia incluso de la joven portadora porque ella no representaba para él, ni siquiera el mínimo peligro.

-Llevadlos a las mazmorras y mantened cautivo a mi siervo hasta que se recupere, en cuando al Draer dejadle en alguna celda bajo vigilancia estricta.- Ordenó aquél, a la primera criatura que abrió la puerta y se trataba de nada menos que un minotauro de un color completamente gris, con grandes cuernos sobre su cabeza y músculos que darían envidia a cualquiera mientras portaba en sus manos una larga lanza de hierro cuya altura superaba incluso a la de la criatura que lo empuñaba.

-Como ordene, mi señor, pero... ¿No es el Draer un peligro como para mantenerlo símplemente confinado?, tengo entendido que desarrollará sus poderes con el pasar del tiempo y... ¿Qué pasaría si se sale de control?- Respondió la criatura.

-Por ahora, es inofensiva y no tiene sentido usar mi poder en ella porque no hay nada que pueda obtener por ahora.- Cortó él.

Y cuando el Rey abandonó la sala, la bestia pronto se encaminó a la joven con una mirada oscura en sus ojos café, luego de recoger a la sombra inmóvil como si se tratase de un maltratado costal de papas. En cuanto a Vio, no había necesidad de nada más que una amenaza para que lo siguiera. Cuando las puertas de la sala real fueron cerradas, la joven esperó hallarse nuevamente en aquél largo pasaje que los conectarían con el piso de abajo, sin embargo, gracias a una palabra del minotauro, el pasaje no se hallaba frente a ellos.

Pag-abli.

El aroma a humedad y a heces pronto invadió el ambiente que ya no consistía en un delgado y oscuro pasaje sino en una gran sala con las paredes y el techo de piedra sólida, carentes de cualquier tipo de abertura que conectara al exterior, en su lugar la poca iluminación era otorgada por un sinfín de antorchas que dejaban ver grandes rejas de hierro dispuestas en cada salita dividida por muros de piedra en cuyo interior yacía nada más que la oscuridad misma aunque en algunas, los pequeños crujidos o quejidos dejaban pensar que algo vivía en ellas.

Cuando el minotauro finalmente llegó hasta una celda abierta, lanzó el cuerpo del encapuchado junto al de la joven a la par que cerraba la reja con fuerza y se disponía a ir más al frente donde yacía una pequeña mesita de madera de roble repleta de cerrojos, llaves, libros y papeles tirados por doquier. Desde la celda Vio no lograba ver con detalle su propio alrededor pero no había tardado en percatarse de que a sus espaldas yacía un cúmulo de troncos alzados y dispuestos a modo de cama, fuera de eso sólo había un cubo de metal donde se suponía debía hacer del baño dado el olor que emanaba del recipiente.

La Pluma PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora