"Solo aquél que esté destinado a comprender, será el único en caer.
Cuando vea su destino aparecer, sabrá lo que él debe hacer."
El galope del tigre pronto se grabó profundamente entre la nieve que llenaba la tierra y las copas de los más altos pinos que le daban al ambiente cierta vista agradable aunque lúgubre, el grifo quizá ya había conseguido llegar a su destino con la caza del día mientras que al jinete del tigre le tomaría aún un buen tiempo para siquiera distinguir el humo que emergía de las chozas de su hogar.
Al hallarse en completo silencio, el jinete de la brillante armadura suspiró y se relajó, extrañando aquella calma pues desde que su padre había fallecido durante un ataque de las tropas del Supremo Rey Sleg al pueblo, los tributos habían llegado también sobre ellos y al no contar con suficiente dinero eran condenados a pagar también con animales salvajes, su alimento.
-Formaos en una fila.- Ordenó una voz.
Y en ese momento, cada habitante del pueblo de las altas montañas se posicionó acatando aquella orden con una notoria expresión de desilución en sus rostros ante las casas que ahora se hallaban en llamas.
-No hagáis bromas que no estamos de buen humor, entreguen el tributo de una vez, son veinte partes de cobre por cada hombre, mujer e hijos.- Resonó nuevamente aquella voz.
Y cuando cada habitante rebuscaba entre sí el dinero del tributo al Rey, aquellas voces se dejaron ver como grandes criaturas mitad hombre, mitad búfalo a los que llamaban Minotauro. En ese momento, cada una de esas criaturas pasaba de largo en las filas de los hombres, recoletando el dinero en grandes sacos de cuero negro mientras marcaban fuertemente el suelo con huellas que se asemejaban mas a los de un búfalo que a las de un hombre.
Cuando la bolsa estuvo llena y cada familia consiguió entregar el tributo al Rey, las bestias se marcharon llevándose consigo grandes carros repletos de bolsas, hachas y los cadáveres de aquellos que se habían atrevido a negarse la entrega del tributo, aquellas mismas personas que habían luchado por proteger al pueblo de la tiranía del Rey de Illum pero que de todas maneras habían fallado y se habían llevado al final, la muerte. Mientras un niño pequeño observaba fijamente la escena con los ojos rojizos y empapados en lágrimas.
El tributo fué implementando también para los Vastased con el tiempo y sus más grandes guerreros pronto se habían doblegado ante las bestias que ahora los visitaban, una vez cada luna llena. Aquél lloroso niño era siempre testigo no solamente de la tristeza de su gente sino también del llanto de otros niños al ser arrastrados y depositados en jaulas por las mismas bestias, para luego ser llevados por la fuerza al castillo para nunca más regresar pues sus padres no contaban con el dinero suficiente, para pagar el tributo.
ESTÁS LEYENDO
La Pluma Plateada
PertualanganVio es una joven de largo pelo café, amante de la fantasía y la lectura, tímida y poco social que vive acostumbrada a la monótona vida que le ofrece el mundo, asiste a una Universidad reconocida de su país y lleva una vida completamente normal. Sin...