Capitulo XVIII

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Una semana después...

—Me puedes explicar, ¿Que demonios significa esto? —Preguntó la rubia furiosa, aventando el periódico del día frente a Terry.

Terry tomó el periódico y comenzó a leer la nota en donde aparecía una fotografía de él junto a Bárbara la noche de la fiesta del alcalde de New York

Nuevo romance en escena de Romeo y Julieta...dejó de leer y se acercó rápidamente a su mujer.

—Candy, por favor Pecosa, no hagas caso a los chismes de farándula, eso es mentira, yo jamás haría tal cosa.

—Estoy harta de todo esto Terry, llevo toda la semana soportando este tipo de notas en los periódicos, por Dios! Hasta siento como si llevara un ramillete de cuernos sobre mi cabeza cada vez que salgo a la calle y los reporteros me abordan para hacerme todo tipo de preguntas estúpidas.

Sin que ella hiciera nada por evitarlo, Terry enmarcó con sus manos su rostro, y con los pulgares le acarició las mejillas —Pecosa, dame la oportunidad de demostrarte que todo eso —dijo señalando el periódico —es una farsa, yo te amo, Candy y nunca te haría algo así. Te amo con todo mi corazón y con toda mi alma.

Candy sintió el calor de sus labios sobre los suyos. Fue un beso tierno, dulce, y delicado, que la desarmó. Sintió como las lágrimas de ambos también se unían deslizándose por sus rostros. Sintió el fuerte latir de su corazón contra su pecho. Sabía que Terry era sincero, pero tenía miedo. Un miedo que la paralizaba y bloqueaba sus sentidos. Fue ese miedo el que la hizo romper el contacto con él en el pasado y separarse; de pronto lo sucedido aquella noche con Susana Marlowe la embargó.

—No puedo hacerlo, Terry —sollozó.

—Inténtalo, por favor, Pecosa. —suplicó.

—Necesito tiempo para analizar todo esto.

—Sé que me amas, Candy.

—Sí, pero necesito tiempo.

—Lo entiendo —suspiró resignado —¿Quieres... —que me vaya?

Ella asintió en silencio. Necesitaba quedarse sola, y pensar.

—¿Me llamarás cuándo hayas tomado una decisión?

—Sí.

Terry tomó sus llaves y en silencio se encaminó hacia la puerta.

Las primeras luces del alba entraban por la ventana cuando Terry abandonó la habitación cabizbajo y triste. Candy, seguía con la vista fija clavada en la puerta. No esperaba su regreso, claro está. Sabía de sobra que él había aceptado sus palabras, y que le daría el tiempo que necesitaba hasta que tomara una decisión. Se pasó la yema de los dedos por los labios que todavía hormigueaban por el contacto con los de él.

Él la amaba, y no tenía ninguna duda de ello, pero, a un lado estaba el amor que siempre había sentido por él y en el otro, la desconfianza y el miedo justo en el medio, una fina línea que separaba uno de otro, y ella, estaba justamente encima de esa línea sin atreverse a dar un paso y tomar una decisión.

Después de pensarlo, decidió que regresaría con sus hijos a Chicago junto a los suyos por un tiempo. Estaba cansada de todo aquel chismerío que giraba alrededor suyo y de una forma u otra terminaría por alcanzar a sus hijos; estaba harta de todo aquello, y ella quería vivir una vida tranquila y disfrutar de sus hijos, y esa tranquilidad, sólo la encontraría en dos lugares... —En Lakewood junto a sus familiares y amigos y en las montañas de Illinois, en su querida casa Hogar junto a sus dos madres y los niños.

La vida de Terry estaba ligada a su profesión, y no sería justo para él que abandonara sus sueños. Ni siquiera iba a planteárselo. Con ese pensamiento, llegó a una conclusión. Después de todo lo ocurrido, sus prioridades eran otras. El amor que sentía por Terry, seguía ahí, pero lo mejor era que Terry firmara los papeles del divorcio, y que cada uno siguiera su camino.

Dolorosas Verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora