Capitulo XVII

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Furiosa, Candy se quitó los zapatos y los lanzó contra la pared, comenzó a maldecir las traicioneras hormonas que le hicieron perder la cabeza. Maldijo al fantasma de lo celos. Maldijo a la resbalosa aquella que la hizo sentirlos

—¡Ahhhhhh! —Gritó con frustración.

La puerta se abrió de golpe y con pasos decididos Terry se plantó delante de ella.

—¡Jamás, desde qué te conozco, desde qué estamos casados, te he sido infiel! ¡Jamás, he querido ni he necesitado estar con otra mujer! ¡Jamás he deseado a ninguna otra! ¿Y sabes por qué, Candy? —Muda por su vehemencia, Candy negó con la cabeza —Porque solo te deseo a ti, porque solo tengo ojos para ti.

La boca de Terry cayó sobre la de ella con furia, apoderándose de sus labios en un santiamén. Con pasión. Un beso ardiente y apasionado que hizo que a Candy le temblaran las rodillas. Los brazos de Terry se amoldaron a su cuerpo sujetándola tan fuerte que ella no podría librarse de su agarre aunque quisiera, aunque en realidad eso no era el caso.

—¿Te ha quedado claro? —Susurró él sobre sus labios.

Ella seguía muda, sin poder articular palabra, Terry mordió con delicadeza su labio inferior, y Candy se perdió con aquel sutil toque; pasó sus brazos alrededor de su cuello y se entregó a las maravillosas sensaciones que se despertaron dentro de ella con aquel ataque tan carnal y posesivo de su esposo.

Las manos de Terry fueron a su espalda y deslizó la cremallera de su vestido, despojándola de este con facilidad, quedando frente a él solo vestida con la ropa interior. Su lengua húmeda trazó círculos en su cuello como siempre solía hacerlo y ella gimió . ¡Oh Señor, recordó su primera noche junto a él, la sensación era exquisita, deliciosa; sentir sus manos sobre su piel acaricíandola como aquella primera noche, era ardiente, feroz, inigualable, maravilloso.

Candy pasó sus manos en su pecho firme, duro, caliente, y poco a poco, fue desabrochando los botones de su camisa. Acarició con la palma de su mano su piel. —Tan fina, tan hermosa, tan perfecta; pasó sus labios con suavidad en aquella piel que le suplicaba en silencio que la saboreara y lo hizo. Su lengua dejó un reguero húmedo desde su cuello hasta casi su ombligo. Sus manos temblaron cuando se posaron en la cintura de sus pantalones. Se sintió torpe, demasiado torpe; aún así, consiguió pasar el botón por el ojal y bajar la cremallera sin que se notara lo turbada que estaba por lo que estaba a punto de suceder.

¡Oh señor! .Había escuchado decir, que las reconciliaciones era el mejor de los momentos en una pareja y que hacer el amor después de una pelea era la mejor sensación y ella estaba a punto de comprobar esa teoría.

Terry, no se perdió ninguno de sus movimientos. Completamente desnudo y con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, gimió al sentir la mano de ella acariciando su miembro. Sus miradas estaban cargadas de deseo, de necesidad, de hambre, de Amor.

Terry la tomó en brazos y la dejó en el centro de la cama; acarició su costado hasta sus pechos, con su lengua, dibujó círculos alrededor de sus pezones juguetona y traviesamente los mordió haciéndola abrir la boca para dejar salir un ronco gemido de placer. Se colocó entre sus piernas rozando el centro de su feminidad con su miembro y ella alzó la cadera en su encuentro. Necesitaba sentirlo dentro de ella saciando su necesidad de él.

Poco a poco y con delicadeza, Terry se introdujo en la cavidad húmeda y caliente de Candy, quien volvió a gemir; el movimiento lento y acompasado del ritmo de él dentro de ella, la torturaba y la calentaba más. Cerró los ojos para centrarse en todo lo que Terry le hacía sentir cada vez que unían sus cuerpos en aquel delicioso ritual de amor.

—Mírame Candy —suplicó Terry con vehemencia —Me encanta ver el brillo de tus ojos cuando estás a punto de alcanzar el éxtasis. Me encanta como te muerdes los labios tratando de ahogar los gemidos. Eres tan hermosa, Pecosa...

Dolorosas Verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora