Capitulo XV

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De pie en silencio, contemplado la hermosura de las montañas de Illinois, se encontraban Eleonor y Richard Grantchester; ambos llegaron a Chicago tres semanas atrás, para primero pedir formalmente la mano de Candy en matrimonio y luego Eleonor se unió al resto de las damas en los preparativos de la boda que se llevaría a cabo en la capilla de la casa hogar en donde Candy creció, por petición de la joven rubia.

Tras enfrentar una carrera contra el reloj, finalmente el día tan esperado para Candy y Terry llegó.

Tom junto a las madres de Candy ingresaron a la Iglesia, detrás de ellos iban, Nicole, dama de honor de Candy y Karen, dama de honor de Terry.

Luego ingresaron, Jimmy del brazo de Victoria Grantchester, seguidos por Jacob y Cristal Liberman y Richard Jr, junto a Jane Liberman —Los dos últimos chicos hermanos de Terry y la dos chicas hermanas de Nicole.

Dos pequeñas niñas de la casa hogar vestidas para la ocasión, lanzaban pétalos de rosas rojas por el pasillo que las llevaba al altar en donde Terry aguardaba junto a su padre.

Otros dos niños caminaban detrás de las pequeñas niñas, llevando con ellos dos cojines en donde los futuros esposos se arrodillarían, mas detrás, el pequeño Anthony con una sonrisa encantadora caminaba llevando con él las alianzas matrimoniales.

En el momento en que Candy puso el primer pie en la puerta de la iglesia, Annie comenzó a tocar el piano, y las notas de la marcha nupcial se escucharon por todo el lugar.

Candy caminaba del brazo de Albert, enfundada en un hermoso vestido blanco ajustado hasta su cintura, con sus hombros al descubiertos, un pequeño velo cubriendo su rostro y una larga cola, su cabello estaba ajustado a una trenza dejando dos mechones rubios que cain libremente por su rostro. Terry quien aguardaba por ella de pie frente al altar, portaba un Frac blanco ajustado a su cuerpo. Ninguno de los dos apartó la mirada del otro ni un segundo.

Albert entregó a Candy en manos de Terry quien la veía con ojos iluminados de todo el amor que sentía por ella.

Albert entregó a Candy en manos de Terry quien la veía con ojos iluminados de todo el amor que sentía por ella

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El momento de pronunciar los votos matrimoniales llegó; el primero en pronunciar los suyos fue Terry:

—Candice, delante de Dios y de todos nuestros familiares y amigos quiero que sepas que tú has cambiado el argumento de mi vida, es imposible que haya una novela de amor tan bonita como la nuestra, en cada página, en cada párrafo estás tú. Contigo me siento invencible, me das aliento, fuerza, energía. Junto a ti he aprendido que no hay nada que se pueda interponer entre nosotros; sin ti mi vida no tiene sentido, mi alma deambula extraviada y mi corazón está perdido. Eres todo para mi; mi amiga, compañera, confidente, cómplice comprensiva, leal, tierna, amante infinita y humana. Gracias por existir y traer luz y alegría a mi vida. Te amo con todas las fuerzas de mi corazón y pondré todo de mi parte para que nuestros días sean los más felices que jamas hayas imaginado. Prometo ser siempre fiel a nuestro amor y respetarte en todo tiempo hasta que Dios nos llame a su presencia. —Terry deslizó la argolla matrimonial en el dedo anular de una emotiva Candy, quien tras reponerse se preparó para pronunciar sus votos.

Dolorosas Verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora