Capitulo IV

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La primavera recién comenzaba, Terry se encontraba tendido en el pasto, con los ojos cerrados disfrutando de la dulce brisa primaveral; sumido en sus pensamientos.

Los días que había pasado en compañía de Candy durante las tardes, habían resultado ser los mejores días después del accidente, disfrutaba de la compañía que aquella dulce joven le brindaba, adoraba su risa, su espontánea manera de responder, y esos hermosos ojos que hablaban por si solos.

Candy caminaba por el jardín en cuanto lo vio, tuvo un dejavú —sonrió y vio allí la oportunidad de poner en marcha su plan.

Una semana atrás, había aceptado la propuesta que Terry  le ofreció, dándole así la oportunidad de estar más cerca de él cada día y disfrutar de sus charlas, escuchar el sonidos de voz, su risa y sus bromas.

Sin pensarlo dos veces, caminó fingiendo que estaba distraída para cumplir su propósito.

Terry se encontraba con los ojos cerrados cuando sintió que algo o mejor dicho alguien le caía encima

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Terry se encontraba con los ojos cerrados cuando sintió que algo o mejor dicho alguien le caía encima.

—¡Oh por Dios! —Dijo Candy encima de Terry.

—¿Te encuentras bien, Andy? —Preguntó él tras parpadear tres veces un tanto aturdido por la sorpresa de tener a Candy sobre él con las mejillas encendidas.

—Si, claro...—Lo siento, venía distraída y no te vi —respondió ella poniéndose de pie inmediatamente.

—No pasa nada, es mi culpa por estar tendido en medio del jardín.

—¿No!, es mi culpa por no prestar atención, además no había manera que te viera, estabas ahí tendido como una piedra sobre la hierba —bromeó.

—Hola, Terry —la recién llegada saludó al joven con un abrazo.

Candy los observó con los ojos muy abiertos.

Candy los observó con los ojos muy abiertos

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—¿Kleiss? ..¿Que haces aquí?, se supone que debes estar en el teatro.

La castaña lanzó un bufido poco femenino. —Le pedi a Robert el día libre, Luke está insoportable y ya me conoces, no estoy de humor para soportar sus groserías...Ah! No estas solo ¿eh?, tu debes de ser Andy, ¿verdad, o me equivoco? —Preguntó la castaña dirigiéndose a la joven frente a ella. —La joven asintió —vaya Granchester, te quedaste corto al describir a esta niña.

Dolorosas Verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora