Capítulo XVIII.

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Capítulo XVIII. - Hogar.

Sora estaba guardando sus últimas prendas en su mochila, soltando un pesado suspiro una vez acabó. Dejó ésta sobre la cama y miró una vez más la habitación, tragando algo de saliva antes de recorrerla.

Tenía unas cuantas camas más perfectamente ordenadas a parte de la suya, solo que, esas estaban siempre vacías, y ahora, la que fue suya, también lo estaría.

Miró las paredes, tenían pequeñas calcomanías que brillaban en la oscuridad, además de dibujos pegados por todas partes.

Luego vio los armarios, se acercó a cerrar el que, hasta hace unos minutos, contenía su ropa.

El techo, los otros muebles, las ventanas, luces, la puerta, incluso el suelo, lo analizó todo una última vez.

Se volvió a acercar para tomar su mochila, lo demás ya estaba abajo, y según alcanzó a ver en la ventana, lo estaban subiendo ya al auto.

Todo estaba listo.

Aunque de repente pensaba que su corazón y mente no lo estaban, pero era todo una ilusión por culpa de la euforia. Era irónco, le resultaba triste el hecho de que no sabía asimilar la felicidad que estaba sintiendo.

Se sentó en el colchón y abrazó sus rodillas, escondiendo por momentos su rostro. Estaba feliz, pero quería llorar, tenía miedo, pero estaba listo para enfretarlo, quería gritar, pero se sentía mudo, quería bajar de una vez, pero no podía dejar esa habitación.

¿Cómo era posible contradecirse tanto? No lo sabía, y a la vez lo suponía.

Dio un fuerte suspiro y golpeó con la palma de su mano la almohada a su lado reiteradas veces en una especie de berrinche, chillando.

―No puedo seguir así, le prometí a todos, le prometí a Riku que seguiría adelante esta vez.― refunfuñó.

Tomó su peluche entre sus manos y lo abrazó como pudo, volviendo a suspirar antes de mirar por la ventana como el par de adultos estaba hablando ahí afuera, frente al vehículo.

―Pero... ¿qué hay si arruino sus vidas..? Se ven tan felices... ¿Realmente está bien que los interrumpa así..? Yo...

Soltó un pequeño grito y sacudió la cabeza, desordenando su cabello con sus manos.

―¡Qué no! Cloud y Squall me lo dijeron, ellos están felices, no voy a arruinar nada... les prometí que intentaría no pensar en eso más...

Tengo derecho a intentarlo.

Por fin, volvió a ponerse de pie, colocó la mochila en su espalda, y cargando el animal de peluche se acercó a la puerta.

Dio un último vistazo a la habitación, y tras suspirar por milésima vez, abrió la puerta para salir.

Bajó las escaleras, ahí, vio a las dos hermanas que quedaban, frente a la puerta principal.

Se acercó a paso lento, y antes de poder hablar, ambas mujeres lo abrazaron con fuerza, y él no pudo más que corresponder.

Disculpas por un lado, agradecimientos por el otro.

Disculpa por no notar que lo te pasaba, cariño.

Gracias por cuidar de mí.

Disculpa por no poder protegerte.

Gracias por ayudarme.

Disculpa por... todo.

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