Capítulo 1.

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Río de Janeiro se veía radiante desde las ventanas. El sol daba cobijo a toda la ciudad dando amaneceres bellos y resplandecientes. Los rayos de luz se colaban por las ventanas de mi habitación. Por eso odiaba las cortinas, nunca las dejaba cubriendo las ventanas, siempre disfrutaba de los amaneceres de Río. Sólo la dejaba puestas cuando necesitaba un poco de intimidad. 

Tomé aquella colonia de frasco que tenía en mi mesa de noche, presionando aquel botón y aplicando en mi cuello y en mi torso, pasando luego mis manos por mi cuerpo para dejar la fragancia por todo mi cuerpo.

―Veamos, ¿Qué más me falta?―Inquirí respecto a mí mismo, tomando mi celular y revisando los correos, en caso de que hubiera algo de mi secretaria, hablándome de cuantos pacientes tendría hoy, esperaba no fueran demasiados, así podría aprovechar más de la noche, sin tener tanto estrés y peso bajo los hombros luego de una larga jornada de trabajo. Una de las reglas de mi vida acá en Río de Janeiro era que no podía privarme de ir a alguna fiesta o club siempre que fuera fin de semana, eran parte de mi vida.

Tomé mi billetera y las llaves de la casa para bajar las escaleras, haciendo zancadas de dos en dos. Antes de salir de casa miré el cuadro que se encontraba en la entrada de mi casa, justo en el recibidor. Era un cuadro que contenía una foto mía con mis padres en el Salto Ángel, con la imponente caída de agua detrás de nosotros, demostrando la belleza de la naturaleza.

En ocasiones extrañaba Venezuela. Me había mudado a Río De Janeiro hace 6 años y tuve la oportunidad de conseguir un trabajo acá, teniendo mi propio consultorio, en el que era muy bien pagado, pues la mayoría de mis clientes eran residentes de zonas como Ipanema, uno de los barrios más lujosos de la ciudad.

Yo residía en Copacabana, el barrio qué está al lado de Ipanema. Tenía una casa bastante grande cerca de las costas, una residencia decente para un extranjero.

Salí para darle una última mirada a mi mayor patrimonio desde que vivía en Brasil, esta casa que había conseguido con trabajo y esfuerzo. Muchos preferían la zona de Ipanema por diversos motivos, era más lujoso, y mucho más privado también, la mayoría de las familias adineradas de Brasil o dueños de empresas vivían en Ipanema, al igual que mis pacientes más frecuentes.

Dediqué una mirada al Copacabana Palace que se encontraba frente a mí. Había residido allí durante mis primeros meses en Brasil, mientras ahorraba y buscaba trabajo, mis padres jugaron un papel fundamental en que ahorrara, pues me pagaron en reales un año de estadía, y gracias a ello pude llegar hasta donde estaba ahora. Eso nunca iba a dejar de agradecérselo a esos dos que me dieron la vida, a mis padres. Ahora tenía una vida estable, y nada era mejor que eso, ser independiente y haber logrado mis metas.

Subí a mi auto y emprendí en el viaje a la clínica en la que tenía la suerte de tener consultorio propio.

¿A quién me tocaría atender hoy? ¿A algún paciente constante de esos qué eran más habituales de ver qué el mismo reloj que portaba en mi muñeca? ¿O al hijo de algún empresario que no hiciera bien su trabajo como padre?

Pensé en ello por un instante. ¿Cómo sería criar hijos? Siempre fue algo que quise hacer, desgraciadamente nunca se presentó la oportunidad. ¿Había algún culpable de eso? Sí, lo había, y yo lo conocía mejor que nadie en el mundo, el hecho de simplemente pensar en él hacía que se me entumecieran los músculos y mi respiración se volviera mucho más densa.

«Tengo 30 años, aún tengo mucho por vivir.», pensaba yo. ¿Aún podría encontrar a una mujer que me amara o me quisiera?, para mí eso era plenamente imposible. Nadie podría amarme, ni ahora ni nunca, no con el secreto que albergaba en mi interior, no con esa bomba en mi interior esperando que alguien descuidado quitara el seguro para así explotar y acabar con el pobre desafortunado que yo dejara que manipulara esa bomba. Nadie lo había hecho, y nadie lo iba a hacer nunca, era un juramento, que tenía que cumplir sin importar qué. No sólo por mí, sino también por la otra persona.

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora