Capítulo 7.

59 9 3
                                    

Si tuviera que buscar una palabra para describir la noche que tuve con Vivienne me sería difícil realizar mi elección, pero simplificando sólo podía hablar de ello como algo indescriptible. Yo dejé de disfrutar del sexo cuando Oriana se fue de mi vida, pero anoche había recordado todo lo que llegaba a sentir cuando encontraba a la persona correcta para hacer el amor, por más que Vivienne y yo hayamos dicho que era sólo sexo. Pude verla recién dormida, también pude verla cuando desperté al amanecer. La imagen de su rostro angelical dándose un descanso había quedado implantada permanentemente en mi cerebro. Sus cejas rectas y relajadas, su boca formando una fina línea que casi parecía una sonrisa. Los párpados relajados y el cabello que me había encargado de peinar detrás de su oreja durante toda la noche. Me hubiera encantado ser lo primero que ella hubiera visto al despertar, pero no podía quedarme con ella, no podía pasar a nada más. Tenía miedo por el hecho de que no habíamos usado ningún preservativo, la presión me consumía. Me alegraba de que mi vuelo para irme de vacaciones saliera muy pronto, para así poder alejarme un tiempo de Vivienne. Sabía algo, si lo que yo pensaba había ocurrido, los años y días de esa chica estaban contados, todo por mi culpa.

Tan sólo me vestí desalojé el hotel con apuro, caminando nervioso como si fuera culpable de algún delito mayor y hubiese estado desesperado por huir de la escena del crimen, sabía que no era así, pero no podía evitar comportarme así. Lo que pasó ayer, no debió haber pasado. Yacía en mi hogar, recostado y mirando el atardecer de Brasil, sentado en una silla de madera frente a la ventana y reflexionando sobre lo que haría. No tenía maletas hechas para mis vacaciones, no tenía idea de que iba a llevar, tenía claro que iba a viajar a Venezuela a visitar a mis padres, era lo que más necesitaba actualmente. Un mensaje de whatsapp hizo que mi celular resonara. Había jurado que era Vivienne, que estaría preguntándome por qué me fui o algo parecido, pero no. Era un número desconocido con un código celular “+58”, era de Venezuela, qué raro se me hizo aquello. Evidentemente no eran mis padres ya que yo contaba con su número. La conversación empezó a entablarse.

«¿Josué?», decía el mensaje.

«Sí, ¿Quién es?»

«Alguien que fue vital en tu vida, Osu.»

Ese último texto fue suficiente para saber quién era. Sonreí con alegría, con ganas y una felicidad que me llenaba por completo, ¿Qué haría Oriana escribiéndome? ¿Querría algo? Me era curioso que apareciera de forma tan repentina, como si las cosas estuvieran bien y entre nosotros no hubiera pasado nada en ningún momento.

«¿Oriana? Es curioso que aparezcas ahora…»

«Qué te puedo decir. Marcos y Sofía me contactaron, dijeron que estabas volviéndote un poco loco, me tocó creerles, ellos no son mentirosos, después de todo.»

Sentí como si mi corazón se hubiese arrugado por esas palabras. La imaginé diciendo todo aquello frente a mí, con la dureza de su mirada y su empatía al máximo.

«Qué te puedo decir, todo me recuerda a ti, no es algo que pueda evitar sólo porque sí.»

«¿Ni siquiera con esa paciente tuya?»

Suspiré con tristeza y me reí irónicamente. Sentía como si estuviera hablando con ella ahora mismo, frente a frente, ambos siendo duros y sarcásticos con nosotros mismos.

«Esa es otra historia, ella y yo no somos nada. No quiero arruinar más vidas.»

«La mía no la arruinaste, me hiciste más fuerte. Me alegro que ahora te preocupes por las personas y no seas tan sinvergüenza.»

«¿Estás viviendo en Venezuela?»

«Sí, volví a Maturín por cosas de trabajo.»

«Curioso, yo me voy de vacaciones para allá en un  par de días.»

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora