Capítulo 10.

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Nuestra conversación con Marcos y Sofía no abarcó demasiado, hablamos de que Oriana y yo nos habíamos arreglado, ellos nos avisaron que mañana estarían llegando a la ciudad. Bromeamos un poco, diciendo que ellos tendrían que venir a visitarnos, cosas así. Dormí en la misma cama con Oriana, por primera vez en tanto tiempo, estuvimos juntos físicamente, nada más pasó, pero sentir su cuerpo contra el mío mientras reposaba mi mente era maravilloso. Aún mejor fue verla por última vez cuando me dormí. Un cosquilleo en la parte baja de mi abdomen me hizo querer abrir los ojos, me resistí unos segundos antes de abrirlos finalmente. Cuanto tiempo había pasado desde la última vez que Oriana me cocinó algo o se encargó en hacerme un detalle. Había extrañado eso. Portaba en sus manos una bandeja con un plato en el que estaban servidos dos emparedados tostados, según lo que desbordaba entre la unión de los dos panes, tenía queso amarillo, un vaso con jugo de naranja y unas servilletas. Era un buen desayuno.

―Buen día Osu.

Me acomodé sentado en la cama y ella se sentó en el borde, dejando la bandeja sobre mis piernas. Estiré la mano para acariciar su cabello, ella dejó su cabeza reposando sobre mi mano, buscando más caricias.

―¿Cuál es el menú de hoy, Chef Farías? ―Pregunté con gracia, apretando mis labios para no reírme.

―Jugo de naranja, un sándwich de queso amarillo, mantequilla y jamón ahumado. Sabes que no soy la mayor experta en cocina, me esforcé bastante en realidad.

Para la desgracia del asunto, era cierto. Oriana no era exactamente la mejor cocinera del mundo. Cuando vivíamos juntos casi todo se basaba en comidas saludables pre-preparadas y fines de semana de comida callejera; curiosamente seguía siendo un hombre delgado y con buena figura. No comprendía como una dieta de comida industrial podía permitirme conseguir eso. A costa de mordiscos bastante grandes acabé bastante rápido con el sándwich. Estaba tan sediento que me terminé el vaso de jugo de una sentada como si de un shot de whiskey se tratase. Seguramente era por la ansiedad.

―Considero que lo mejor será no llevarte a bares durante tu estadía aquí. Si haces eso con jugo no quiero imaginarte con una botella de Cacique en las manos.―Apretó los dientes y frunció sus labios para contener la risa ocasionada por su comentario bromista.

Reí yo también. Elevé una de mis rodillas para deshacerme de la sábana y echarla para abajo con la planta de mi pie. Sostuve la bandeja con firmeza en el intervalo de tiempo mientras me sentaba en posición de mariposa, luego apoyé una rodilla del suelo y elevé la pierna como si hiciera pierna hasta sentir el colchón bajo mi pie, luego me levanté con naturalidad, sin necesidad de las manos. De una zancada bajé de la cama, haciendo de aquello todo un proceso.

―¿Dónde aprendiste a levantarte así, loquito mío?―Inquirió Oriana con inocencia.

―No es la gran cosa―Respondí―.Estuve un par de años en jiu jitsu brasileño por insistencia de mi padre. Nos enseñan a levantarnos sin usar las manos y esas cosas, es sencillo.

―Si tú lo dices.―Murmuró.

Un par de minutos fue lo que me tomó volver a la habitación luego de haberme “despedido” de Oriana con un beso, para bajar a la cocina y acomodar el plato, el vaso, al igual que la bandeja. Ella me había hecho el favor de cocinarme, yo le hice el favor de lavar los platos. De vuelta a su lado me senté a su lado, proseguí a rodearla con los brazos en busca de acurrucarla a mí. Ella entendió la señal y escondió su cabeza en mi pecho, deslizando luego sus brazos alrededor de mi cintura.

―¿A qué hora crees que lleguen Marcos y Sofía?―Pregunté.

―Yo espero que más tarde, ahora como que ando con ganas de acurrucarme.

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora