Capítulo 11.

47 8 0
                                    

Quien sabe cuántas horas pasamos fuera, a lo mejor fueron minutos, no tenía la respuesta con certeza, ni siquiera teniendo un reloj de muñeca que había mirado antes de salir a la parte trasera de mi casa. La respuesta a mi poco sentido de espacio y tiempo es que ahora estaba en mi mundo, y mientras más estuviera con Oriana eso se iba volviendo más grande, estábamos haciendo una galaxia para nosotros solos. Marcos y Sofía se acercaron un poco más a la laguna, se sentaron en la orilla, seguramente ellos también estaban en su mundo. Viéndolos nos veía reflejados a Oriana y a mí de no haber sido por lo que yo hice. Eso había pasado hace mucho tiempo, podía enmendarlo ahora mismo, o irlo haciendo poco a poco. Por alguna razón presentía algo, como si algo estuviera realmente mal, una bomba de tiempo que estaba nada de explotar, quizás explotaría ahora, mañana, cuando me fuera o en unos segundos. La idea se iba cada vez que Oriana me besaba o se dedicaba a acariciarme.

―Deja de pensar cosas malas, Osu―Susurró―. Vamos a estar bien mi amor, ya pasó todo lo malo, ¿Sí? Mientras yo esté aquí no te va a pasar nada malo.―Prometió, sellando la promesa con un beso en los labios. Suave, delicado, como todo el contacto que ella podía brindarme con sus labios. Me alejé de la realidad nuevamente, volví a nuestro universo libre de malas ideas gracias a sus labios. Mis manos estaban sobre sus mejillas, acariciando con suavidad, con una leve sonrisa cruzando por mis labios. La boca de ambos apestaba a alcohol, en un híbrido bastante amargo y dulce de ron con vodka, pero eso no era un impedimento para seguir besándola. Una mano sobre mi hombro que venía desde el medio de ambos me sacó de mi mundo, supe que no era Oriana por el tacto de la misma. Cayó de golpe sobre mí, eran las manos de un hombre, ninguna mujer sería tan brusca como para tener ese tacto, y si así era habría que temerle a un golpe de esa chica. Me separé al igual que Oriana, abrí los ojos y miré a Marcos, que sonreía como un borracho feliz, aunque dudaba que realmente estuviera ebrio, de haber sido así Sofía lo hubiera enviado a dormir, y sinceramente esos dos no podían estar más acaramelados esta noche.

―¿Estás borracho o Sofía te está ofreciendo sexo? Debe haber una justificación para esa sonrisa.―Comentó Oriana con descaro, riéndose después.

―La segunda, compatriota. ¿Me prestas el cuarto de invitados?―Preguntó un tanto desesperado, acomodándose la parte de la entrepierna de sus pantalones, algo bastante asqueroso.

―Anda, rápido, no tienes que pedirme permiso para eso. Llégate.―Respondí devolviendo la palmada en el hombro de su parte, ahora hablábamos como amigos totalmente coloquiales.

―Gracias chamo.―Dijo antes de retirarse.

―Qué idiota.―Musitó Oriana. Yo asentí ante eso.

―Pero ambos lo queremos.―contesté.

Se encogió de hombros, como diciendo “desgraciadamente, es cierto.”

Volteé un poco para mirar sin discreción como ambos se retiraban abrazados de la cintura del patio de mi hogar. Oriana dejó un estruendoso beso en mi oído, pude sentir como el tímpano se me agitaba como las alas de un colibrí.

―¿Realmente crees que vayan a tener sexo?―Susurró a mi oído.

―Pues ―Dejé mi frase al aire, buscando una respuesta coherente para este extraño suceso―…Sofía tiene suficientes tragos encima como para permitirle a Marcos abrirle las piernas en mi cuarto de huéspedes. Y bueno, Marcos, ambos lo conocemos, tendría sexo en el asiento trasero de un autobús si estuviera lo suficientemente cachondo.―Contesté finalmente, riendo también.

Oriana empezó a hacer un puchero, dejándome un tanto aturdido―Yo también quiero―Se quejó apretujándome a su cuerpo.

―¿Qué quieres bebé?―Pregunté con comprensión, como si estuviera en el personaje de un padre/novio preocupado y capaz de complacerla.

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora