El amanecer se tornaba cada vez más intenso para mis ojos, tomando fuerza suficiente para obligarme a abrirlos y así despertar. Como si se tratara de un sueño pude encontrar su mirada y la adrenalina fluyó por mis venas como si me encontrara más estresado que nunca. Los latidos de mi corazón eran fuertes. Mis pupilas debían estar más dilatadas que nunca y el aire se me escapaba de los pulmones cada vez que intentaba tomar una bocanada.
El brillo de sus ojos podía reflejar mi rostro en aquel instante y pude notar la transición de mis facciones al momento en el que me acarició las mejillas.
―¿Qué ocurre Osu? ¿Me extrañabas?―Preguntó con inocencia, bajando sus manos por mi pecho desnudo y deslizándolas por toda la zona de mi esternón. Prosiguió con mis clavículas y curveó levemente los labios en una sonrisa.
―Como no tienes idea, Oriana…―Susurré sobre sus labios, cerrando mis ojos y aspirando su aroma. Era tan divino, y tan familiar para mí, me hacía sentir bien conmigo mismo, tal como antes, alejando todas las inseguridades y permitiéndome concentrarme solamente en la perfección que tenía cada parte de ella.
―Eso es bueno, yo también te extrañé.―Finalizó con un beso en mis labios, breve y desesperante, como aquellos que te dejaban con ganas de más y volvían el deseo algo más grande que la necesidad de respirar.
«Es un sueño.» me repetía una y otra vez en mi subconsciente, lamentablemente, no podía querer evitarla por nada del mundo. Estaba feliz, estaba volviendo a sentir aquella emoción acumularse en mi pecho por el simple hecho de recibir su tacto y la expresión de su amor.
―Hay algo que quiero saber, ¿Puedes aclararme la duda?―Inquirió, abriendo los ojos como platos.
―Claro, ¿Qué quieres saber?
―¿Me amas?―Preguntó con un hilo de voz sobre mis labios, respirando con agitación. Sus manos subieron a mis mejillas nuevamente, obligándome a mantenerme cerca de ella.
―Te amo más de lo que podría describir con palabras y hechos, Oriana.
Mi aclaración fue seguida de un beso por su parte. Era intenso, cargado de la pasión que había extrañado con tantos años a pesar de haber tenido cientos de parejas sexuales con todos mis años en Brasil. Volver a tenerla entre mis brazos se sentía sumamente bien, me estaba olvidando de todo. Estaba cayendo en el abismo que representaban para mí sus labios.
Ya cualquier duda sobre si esto era un sueño o no, o si su presencia era real o algo más que una ilusión se desvaneció totalmente, éramos sólo ella y yo, teníamos que amarnos, necesitábamos amarnos.
Se acomodó a ahorcajadas sobre mí. Por alguna razón ambos estábamos sólo en ropa interior. Ella portaba un conjunto de lencería negra, con pantimedias oscuras también. Todo resaltaba su cuerpo, desde los senos “apoteósicos” a sus caderas cuya forma era similar a un reloj de arena.
Ella me sostenía del cuello, obligándome a pegar mis labios a su cuello. Cada beso que dejaba sobre la zona se acompañaba de la fricción ocasionada por la presión de sus manos y la humedad a causa de las caricias que dejaba mi lengua sobre la zona. Estaba desesperado por aclararle que era toda mía, que todo su cuerpo me pertenecía y cada parte que palpara con mis manos o simplemente me diera el lujo de acariciar con mis labios me pertenecía en su totalidad, al igual que ella. Por mi parte yo también era parte de ella, mi corazón, mi ser, mi alma estaba totalmente entregada a ella. Oriana representaba calma para mí, abrigo y cobijo en noches de frío, pasión y deseo en nuestros momentos de intimidad. Sobre todo la última en este mismo instante.
Íbamos de escena en escena, e incluso a mí me costaba comprender lo que pasaba, ¿cuál era la causa de todo esto? Al igual que antes todas las dudas fueron erradicadas gracias a ella.
ESTÁS LEYENDO
Rosas y Espinas.
Romance"¡Sólo será sexo!", se prometieron el uno al otro. Aquel juramento hecho por Josué Cavalli y Vivienne Bolton fue el inicio de diversos de acontecimientos. Un psicólogo, una paciente y un oscuro secreto que llevaran a ambos a un viaje de placer, luj...