Capítulo 3.

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Empecé a sentir la cabeza agitarse, como si me hubieran dado cientos de golpes en la misma. Ardía, como si cada terminación nerviosa de mi cuerpo estuviera ansiando traerme dolor, estaba en las nubes. Había algo que me relajaba, unos besos suaves que recorrían mis pectorales, incluso sobre aquella zona cubierta de tinta negra y gris.

―Despierta Osu…

¿Estaba soñando? Había una sola que me llamaba así, y según recordaba, ella había partido de mi vida hace mucho tiempo. Ahora estaba en un dilema. ¿Abría o no abría los ojos? Quería verla, moría de ganas por apreciar nuevamente su rostro, aquella nariz perfilada, las perfectas líneas de sus cejas, la forma en la que se le marcaban los hoyuelos. Sus ojos color sepia, la tez blanca un tanto bronceada. ¿Pero y si era un sueño y al abrir los ojos su voz y las imágenes de mi cabeza se desvanecían automáticamente? Me tocaría arriesgarme.

Al abrir los ojos y encontrarme con Vivienne la respiración se me aceleró con rapidez, poniéndome nervioso a pesar de la calma que ella intentaba transmitirme con la mirada.

 Rogaba por no haberme excedido demasiado la noche anterior.

―Estaba a punto de llamar a una ambulancia, tú definitivamente duermes como princesa.

Afirmó, dándose media vuelta para recoger algo de su mesa de noche, o sólo para darme la espalda. Admiré la piel tatuada que tenía su espalda. Eran varios tribales, en la parte baja y en los omoplatos, no había notado aquellos tatuajes. Hubiera adorado seguir mirando, sin embargo ella se dio la vuelta nuevamente, colocándose un reloj en la muñeca.

―¿Viste el cielo acaso? Te ves muy fascinado.―Rió, recargando su codo de la almohada y recostando su mejilla de la palma de su mano.

―Bonitos tatuajes, no los había visto.―Confesé con rapidez, no quería que me notara demasiado tartamudo o incluso nervioso.

―Gracias, quiero hacerme más, pero no he tenido tiempo…―Agregó ella.―¿Te pasa algo? Te veo muy pálido.

―¿Qué hicimos ayer? ―Pregunté, sintiendo como si mi corazón estuviera entre mis manos, latiendo con fuerza y queriendo caer y destruirse a sí mismo―Tuvimos…¿Sexo?―Agregué con nerviosismo, sinceramente el cargo moral era lo que menos iba a importarme si ella asentía, el daño que iba a hacerle a su vida era lo que iba a carcomerme por el resto de mis días. Como si fuera un niño crucé los dedos de mis pies, rogando que no hubiera pasado nada.

―Casi, pero por alguna razón empezaste a negarte, eres un borracho fuerte, y no porque aguantes mucho, no tomamos tanto. Borracho fuerte por tu consciencia, Josué Cavalli.

Terminó de hablar y sentí como todo volvía a mí y a la vez todas las sensaciones malas se iban. Los nervios, el temor, la pena, la agonía, todo se había ido, ahora estaba más relajado y no tenía un cargo de consciencia tan grande.

―Supongo que lo soy…

El silencio prosiguió por unos minutos en los que no hicimos más que compartir miradas y hacer muecas, por lo menos de parte de Vivienne, las mías debían salir de modo inconsciente y no me daba cuenta.

―¿Quién es Oriana?

Rompió el silencio de la forma en la que yo menos la esperaba. ¿Cómo habría descubierto aquello?

―¿Qué Oriana?―Pregunté yo, queriendo hacerla confundir un poco.

―No te hagas el tonto, decías su nombre cuando dormías. ¿Quién es?―Insistió, dándole delicadas caricias a mi abdomen, con suma confianza.

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora