Capítulo 6.

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La discusión seguía fresca en mi mente, tanto la forma en la que había empezado como la forma en la que terminó. Iba camino a casa luego de haber salido del consultorio tras una larga jornada de trabajo. Por mi parte podía afirmar que estaba feliz, como cada día desde que conocí a Oriana Farías. Las ansias crecían y crecían dentro de mí por el simple hecho de que ya iba a volver a darle un beso, estaba perdidamente enamorado de aquella joven que había conocido unos cuantos años atrás.

Entré a casa una vez llegué y empecé a buscar a Oriana, con calma y entusiasmo. La encontré finalmente sobre sus rodillas revisando cajas viejas.

―¿Qué tal el trabajo?―Preguntó con un tono de voz el cual me costó descifrar. Era una mezcla de tristeza y nostalgia, no lo entendía del todo.

―Me fue bien amor, ¿A ti cómo te ha ido hoy?―Pregunté también, un tanto nervioso por la forma en la que ella me había hablado. La conocía tan bien que sospechaba que esto no podía traer nada bueno, sabía que algo malo había pasado, debía descifrar que era y buscarle una solución.

―Fenomenal. Estaba revisando estas cosas viejas, a ver que podíamos desechar y eso. ¿Hay algo que quieras desechar?

―Siéndote sincero, no lo creo, ¿qué puede tener de malo conservar los viejos recuerdos de ambos?―Esbocé una amplia sonrisa, sentándome con mis piernas estiradas detrás suyo, rodeando su cintura con ambos brazos de modo que quedara pegada a mí. Dejé un beso suave sobre su cuello y dejé mi barbilla recargada entre su cuello y su hombro, observando junto a ella cada cosa que iba sacando.

―¿Y esto?―Inquirió sacando de la caja un sobre que para mí fue desconocido hasta que lo observé con certeza. Estaba arruinado.

―Algún documento viejo de seguro, déjalo por ahí. Lo revisaremos después.―Contesté con toda la calma que pude conservar, pero estaba seguro que tal como yo había descifrado su cambio de ánimo ella había descifrado el mío rápidamente.

Mi corazón empezó a latir con fuerza contra su espalda, probablemente ella estaría sintiéndolo como leves golpes en los omoplatos.

―Quién sabe, a lo mejor y hay dinero ahí.―Continuó bromeando e infló su mejilla, como señal de que quería un beso en dicha zona. Yo no tuve molestia en complacerla, si reaccionaba mal, esta quizás sería la última vez que lo haría.

―¿Qué es Elisa mi amor? ¿Alguna amante o algo así? ¿La Prueba Elisa es una forma de saber si eres apto para acostarte con ella?―Se empezó a reír y la transición de la risa al silencio no se hizo en menos de dos minutos.

Mientras yo besaba su cuello ella había empezado a leer el documento lentamente, deslizando su vista por la hoja de papel y tornándose seria poco a poco, como si estuviera cargando todas sus emociones y guardándolas en algún sitio muy recóndito de su interior. Una vez terminó de leer se escuchó el suave sonido del viento chocando contra la hoja en plena caída. El ruido finalizó una vez la hoja estuvo en el suelo. Los brazos de Oriana subieron y su rostro estuvo cubierto por sus manos en cuestión de segundos.

Como ya era frecuente desperté de aquel sueño. Mientras más tiempo pasaba con Vivienne más habituales se volvían estos sueños, o mejor dicho, recuerdos. Revivía cada instante de mi vida, y así había sido a lo largo de la semana, la cual había tomado de vacaciones. Soñaba con los últimos cinco o seis años de mi vida, viviendo cada momento a carne viva. Era curioso como los sueños llegaban a parecer tan reales, más aún cuando se trataban de Oriana. Bajé las sábanas hasta dejar descubierto el resto de mi cuerpo para luego mirar el reloj de cabecera que tenía. Ni siquiera recordaba bien la fecha, había estado aislado en mi casa toda la semana, no salía, no hacía nada, ni siquiera había visto a Vivienne, y realmente no sabía si eso era bueno o malo. Tras una caminata por todo mi hogar que me sirvió para ubicarme en tiempo me acordé perfectamente de lo que había que hacer hoy. Era 14 de febrero, era el cumpleaños de Vivienne, y a juzgar por la hora la fiesta comenzaría en una hora. Cuestioné por un segundo si debía dar mi presencia en aquel lugar o no.  ¿Qué era lo peor que podía pasar en la fiesta? Era más que evidente que ella iba a intentar algo conmigo en esa noche y por sus conductas y formas de expresarse y ser en mis consultas―Cuando quería coquetear. Cuando no lo hacía se volvía una mujer muy seria. ― iba a intentar llegar a algo. «Tampoco tengo demasiado tiempo, tengo que arreglarme y no quiero ser impuntual.»

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora