Gritar es algo normal, todos lo hacemos en algún momento, ya sea por rabia, por frustración, o porque necesitamos algo y la persona está a una distancia considerable y nos vemos obligados a alzar la voz. A pesar de todo eso, yo nunca había gritado tan fuerte como lo hice al momento en el que vi a Vivienne desplomarse de dicha forma. Fue repentino, sin dejarme tiempo de reacción o gestos de lenguaje corporal para que intentara atraparla. Simplemente se desplomó como un muerto. A pesar de que emergencias avisó que la ambulancia no tardaría más de cinco minutos en llegar para el tiempo fue eterno. El corazón me latía con fuerza, las palmas me temblaban y el sereno que había conseguido antes de empezar a tatuarme se desapareció por completo. Estaba aturdido, no asimilaba nada, sabía que ella se sentía mal, pero luego de aquella subida de ánimo que tuvo, no esperaba que pasara esto. Ahora me sentía como el único culpable de esto. La ambulancia y los paramédicos por suerte dejaron de hacerse esperar y dieron su presencia en el local, la levantaron y ella aún no indicaba movimiento. Pidieron por un acompañante y aunque yo no fuera el representante legal de Vivienne, ni su familiar, o al menos su pareja la necesidad de ir y asegurarme de que estuviera bien fue mayor que cualquier cosa. Las únicas palabras que me soltó uno de los paramédicos fue una petición para el respirador manual de Vivienne, mientras ellos revisaban el resto del cuerpo buscando cosas de las cuales seguramente yo desconocía lo suficiente como para no preguntar.
Estaba defraudando no sólo a Vivienne, sino también a Oriana, porque yo dejé que Vivienne llegara a este estado. ¿Por qué no la presioné a ir al hospital? Debían tratarla, quizás ahora las últimas palabras de Vivienne iban a ser “Como Rosas y Espinas.”, me entristecía pensar que iban a ser esas sólo y únicamente por mis malas decisiones. Ya en el hospital fue llevada a urgencias y me presentaron a su doctor, un tal Alexander Taffson.
―Un placer, señor Cavalli, ¿No? Necesito que me diga todo lo que pudo haberle ocasionado esto a Vivienne.―Aclaró yendo directo al grano, sin preámbulos. En su rostro podía verse la preocupación y confusión sobre lo que le causó esto a Vivienne.
―Bueno, tenía dolores y rigidez en el cuello, un poco de fiebre, además de que le costaba bastante hablar. También me dijo que le dolía muchísimo la cabeza.―Dije rápidamente.
―¿Algo más? ¿Algún detalle que se le pueda olvidar? ¿Vivienne es alérgica a algo?―Indagó el doctor.
―No―«Además de que tengo VIH y probablemente se lo contagié, nada del otro mundo.»―, no, y que yo sepa, no.
―Iré con mis colegas a ver si podemos sacar un diagnóstico con su historial, le recomiendo que vaya y hable con ella, y si recuerda algo, díganos.
Prosiguió a retirarse del lugar en el que se encontraba conversando conmigo. Yo corrí a ver a Vivienne, ahora estaba despierta, sinceramente aproveché dicho momento para hablar con ella, necesitaba saber que le ocurría.
―¿Cómo te sientes, pequeña?―Murmuré sentado a su lado en aquella cama, sosteniendo su mano.
―Al menos ahora puedo hablar.―Dijo con un tono sumamente bajo y débil.
¿Qué debía decir en este instante, yo debía consolarla ahora? No, no eso, al menos no ahora, mi deber era decirle la verdad y confesarle quien era Josué Cavalli en realidad, que era lo que se ocultaba tras toda la vida que había formado en Río de Janeiro. Abría mis labios para empezar a soltar palabras, pero su mano en mi mejilla me hizo vacilar y guardar silencio para dejarla decirme lo que quisiera decirme, lo mío podía esperar, o tal vez no, pero no iba a quitarle el lujo de hablarme, tampoco iba a quitarme el deleite de escucharla y apoyarla.
―¿Te acuerdas que te dije que debías ganarte el derecho de escuchar mis problemas? Creo que ya lo hiciste.―Murmuró.
―Vivienne, cariño, si no quieres decirme nada está bien. Respondí con miedo a lo que pudiera decirme, realmente nunca pude intuir o descubrir que pasaba con ella, ahora su confesión podría darme los conocimientos para ayudarla, si ella lo permitía.
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Rosas y Espinas.
Romance"¡Sólo será sexo!", se prometieron el uno al otro. Aquel juramento hecho por Josué Cavalli y Vivienne Bolton fue el inicio de diversos de acontecimientos. Un psicólogo, una paciente y un oscuro secreto que llevaran a ambos a un viaje de placer, luj...