Capítulo 14

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―Ni siquiera puedes levantarte de la cama, ¿y planeas ir a hacerte un tatuaje?―Pregunté esperando que ella siguiera bromeando conmigo y no hablase en serio―. Debes ir al hospital, Vivienne. ―Agregué

―No iré a menos que te hagas un tatuaje conmigo.―Afirmó y se cruzó de brazos luego de haber hecho montones de muecas.

―¿Qué tengo que hacer para que aceptes ir conmigo?―Indagué, tratando de convencerla.

―Darme una pastilla para el dolor, subirme en un taxi e ir ambos a un salón de tatuajes. De lo contrario, no hay trato.―Dijo con seguridad, frunciendo sus labios y mirándome con sus cejas enarcadas.

―Me cuesta creer que quieras hacerte un tatuaje conmigo, así tan…De repente.―Comenté ahora con más calma.

―Sé que no me queda mucho tiempo, además, quiero que si a la vida se le antoja quitarme mis respiros, en mi piel se encuentre marcado algo que hice contigo.―Murmuró con su voz cada vez más débil.

Fruncí el ceño, pensando si darle o no aquellas pastillas que me imploraba. Al final decidí hacerlo. No podía decirle nada aún, me asustaba demasiado que se enfadara y no pudiera cuidarla. Si llegaba a tener VIH podría decirle, pero hasta entonces, no me quedaría de otra que confesárselo después.

Tomé unas pastillas que se encontraban dentro de las gavetas de la pequeña mesa de noche que Vivienne tenía, la cual al parecer había dejado de poder alcanzar cuando se quedó tan rígida. Le di una, a pesar de que me imploro por una segunda abogando que “así harían efecto más rápido”. Preferí negarme y esperar. Además de eso también le pedí que intentara descansar, así pasaría más rápido el tiempo. Sus ojos se cerraron con rapidez y demostraron el cansancio que tenía ella acumulado. Fue tiempo que tuve para pensar.

Ahora me tocaba descifrar que era lo que tenía Vivienne, mi teléfono fue mi mejor amigo en aquella búsqueda. Escribí uno a uno sus síntomas y los resultados no eran cosas que me aliviaran mucho; ¿A quién podía gustarle saber que una persona vital en su vida tenía o meningitis o encefalitis? Había visto Dr House mil y un veces, desde la primera a la última temporada, aunque la serie fuera ficción y esos casos en realidad no se presentaran, ¿Por qué no podía haber posibilidad de que esos síntomas que tenía Vivienne se relacionaran con otras cosas? Así fuera mínima y de una en mil millones. No pude evitar acariciarle el cabello mientras dormía. Era tan suave, a pesar de haberlo comparado con la porcelana mil veces, era más que eso. Alcanzaba un grado de perfección que me hacía dudar sobre las cosas lindas que había apreciado a lo largo de mi vida. ¿La recopilación de todas esas cosas se comparaba a la belleza natural de esta chica? La respuesta dentro de mí definitivamente era negativa, por más curioso que fuera. Ni siquiera el Salto Ángel se comparaba a esta chica. Era hermosa, era natural, y por alguna razón que hasta yo desconocía, portaba algo que no me permitía distanciarme de ella por más que quisiera; me tenía totalmente enganchado. Un beso en la comisura de sus labios fue suficiente para que reaccionara, como si fuera la bella durmiente y yo fuera el príncipe azul destinado a despertarla con las cursilerías del beso del verdadero amor. O el enano que le succionaba la aguja del dedo en la versión más cruda, prefería la primera.

Sus ojos se abrieron con lentitud, había transcurrido una hora, la pastilla debía haber hecho efecto, pero si no se sentía en condiciones para aguantar una aguja taladrando su piel por al menos una hora, no iba a obligarla a hacerlo, pero eso no iba a ser necesario, estaba segura. La fuerza de voluntad de Vivienne superaba muchas fuerzas, incluso las de la naturaleza. Era una mujer terca, en el buen sentido de la palabra.

No dijo nada y saltó de la cama. Se desvistió frente a mí y de nuevo el corazón me latió con fuerza, pensando en lo incómodo y tenso que se me hacía tener semejante cuerpo frente a mí, sin ni siquiera un trozo de tela cubriendo tanta belleza. Por lo menos no fue hacia mí para rodearme e intentar convencerme de tener sexo o hacer el amor. Sólo se vistió con un lindo vestido, del cual no podía decir mucho, porque tenía tanto conocimiento de prendas femeninas como el que tenía sobre sexo homosexual.

Rosas y Espinas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora