Vergil.
Al fin consigo moverme.
Me pongo de pie en la habitación y la observo por última vez antes de marcharme. Ella descansa, tomo una manta y se la coloco encima.
—No debí dejarte sola. Soy un idiota.
Se me viene a la mente muchos recuerdos. Cosas que no alcancé a decirle por orgullo. Cosas que quisiera haberle dicho antes de irme.
Pero no.
No lo hice.
—Eres detestable.
—¿Algo más que quieras agregar?
—Vete, no quiero verte—. me dice con enojo.
Doy media vuelta y entono una mirada fría por su petición. Me causa gracia que su amabilidad se convierta a un enojo fingido.
Intuyo que intentará detenerme así que me giró a mirarla. Está pretendiendo romper su libro como desquite.
—¡Suéltame!
— El libro no tiene la culpa de tus tonterías—. tomo sus brazos por la espalda y trato de no lastimarla en su afán de soltarse de mi agarre—. Si vas a romperlo hazlo conmigo.
—Vergil—. dice entre dientes.
—Ya tardabas en decir mi nombre con ese desprecio.
Gira la cabeza hacia atrás y logra golpearme la nariz. Lo suficiente para que la suelte. Se detiene, levanta una mano y se acaricia la cabeza, apenada y dolida a la vez.
—Lo siento...—. dice mientras recoge los pedazos de papel tirados—. Detesto que califiques a los ciudadanos solo por sus creencias.
Trata de contener sus lágrimas.
—¿Y qué harás si no dejo de hacerlo?—. suelto para provocarla.
—¿Qué quieres de mí? Te ayudé con tu investigación, traduje lo necesario para ti. Y solo expresas cosas de mal gusto, no tratas bien a nadie y luego finges enojo por lo que digo. Sé que lo estás disfrutando, lo noto en tu rostro.
Levanto una ceja y continúo observando su reacción. Ella se pone de pie y pretende golpearme. Lo sé por su rostro. Una vez insulté a un hombre, ella se ofendió por mis palabras y en un intento por callarme, me lanzó un libro y su rostro reflejo el mismo enojo que ahora.
—¡Responde!—. tira de mi garabina—. ¡Deja de jugar conmigo!
—Yo no estoy jugando.
Ella se detiene y puedo observar su rostro. Aparte de ponerse pálida por lo que dije, aún conserva un color carmesí en sus mejillas y contorno de ojos. Aquellos ojos que considero más hermosos que los míos. Observo su cabello, quisiera tocar su cabello, quiero acariciar su mejilla y sus labios.
No.
Esto no está bien.
Doy media vuelta para salir, pero siento una mano detenerme.
—No quiero estar sola.
Eso parece una súplica.
—Creí que querías que me fuera—. giro hacia ella.
Y siento un abrazo. Bajo la mirada y detengo mi cuerpo que reacciona a ese tacto inusual. Quiero corresponder el gesto pero me contengo.
No quiero sentir lo que siento.
Solo los humanos pueden sentir esto y yo lo detesto.
Me incómodo y ella lo percibe.
Me suelta, se disculpa y me niego a aceptar.
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✔️ESPADA AZUL | DEVIL MAY CRY 6
De TodoSparda y Mundus continuarán su lucha y las consecuencias harán que Dante, Vergil y Nero tomen un camino que cambiara sus vidas. Un golpe intenso en el corazón les muestra que sus almas son humanas y el pasado que pensaron dejar atrás siempre estuvo...