Ha pasado un año, y todo parece tranquilo. Sin embargo, Subaru y los demás deben enfrentarse a un nuevo problema luego de que sean invitados a una fiesta en Priestella, la Ciudad de las Compuertas. Aparentemente el que traducia originalmente esto pa...
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――La guerra total contra el culto de la bruja que empezó en Priestella, la ciudad de las compuertas, estaba a punto de llegar a su fin.
En el este de la ciudad, una iglesia fue congelada, y un pilar de hielo se elevó lo suficiente para alzar la vista.
En el norte de la ciudad, todos los canales se incendiaron a la vez, y la pagoda de piedra incandescente retumbó y colapsó.
En el oeste de la ciudad, una parte del canal fue destruido, una gran cantidad de agua fluyó hacia el subterráneo y se produjeron inundaciones.
En el centro de la ciudad, el ayuntamiento, que era considerado el centro del funcionamiento de la ciudad, perdió sus cimientos y su forma.
Los finales de las batallas que se desarrollaron en varios lugares causaron un daño enorme, grabando la amenaza de la existencia del culto de la bruja en la ciudad. Pero, además, aquellos que se resistieron, rechazaron la maldad y, con un potencial de guerra limitado, trataron de cumplir su propósito en una guerra defensiva.
Y, si hubiera un campo de batalla que pinta mal mientras intentan superar la batalla de la ciudad de las compuertas. Probablemente, ese sería este campo de batalla.
――Sí. El encuentro inesperado con Ley Batenkaitos, arzobispo del culto de la bruja representante de la Gula, que estalló en una batalla.
『Ley: ¡Jaajaa! ¡De esa forma, es inútil es inútil es inútil es inútil es inútil es inútil eees inútiiil! ¿Qué pasa? ¿Qué hacen? ¿Qué quieren hacer? ¿Qué harán? ¿¡¿Qué hicieron?!?』
La llamada Ciudad de los canales, está rodeada de canales finos e intrincados.
En la gran plaza al centro de esa ciudad de los canales, la pequeña figura que eleva carcajadas, salta alrededor hábilmente.
Es un chico aún joven, que hace pleno uso de sus cortas extremidades y agita su largo y desordenado cabello marrón oscuro. El chico, a mediados de su adolescencia, solo lleva un harapo sobre su cuerpo, con esa apariencia no sería raro que fuera confundido con un niño vagabundo.
Pero, dejando de lado las características de su apariencia, al presenciar lo real, es necesario decir que es difícil mantener esa impresión.
La existencia del chico que se ríe a carcajadas es así de abominable, heterogénea y distorsionada.
Se puede entender de un vistazo, la aberrante sensación de opresión que emite de todo su cuerpo. Es una locura fatal que llama a una parte de los instintos que los humanos han eliminado de su vida diaria.
