Capitulo 22

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Era imposible pensar que después de que el descubriera la verdad no iba hacer nada, así que al día siguiente Max y Tiffany fueron recorrieron varios Kilómetros hasta llegar a la casa de acogida de un pueblo cercano a Wilmington.

- ¿en que puedo ayudarlos? - pregunta el director del centro, un hombre regordete, calvo, con una gran barba cubierta de canas y gafas redonda dentro de un traje gris plata.

- mi nombre es Max Robinson - dice el joven al que el hombre mira extrañado.

- ¿Robinson? - le pregunta y achica los ojos, como si estuviera buscando algún recuerdo de ese apellido - no conozco a ningún Robinson.

- mis padres me adoptaron aquí hace ya muchos años, diecisiete, para ser mas exactos, Thomas Robinson, ¿le suena?

- ¿Thomas Robinson, no es ese el diputado que se presento a Alcalde en la ciudad de Wilmington?

- si, ese es mi padre, mire, hace poco descubrí que soy adoptado, y quería saber si había alguna posibilidad de saber quienes fueron mis verdaderos padres, ¿por que me abandonaron?

- bueno, muchacho - lo mira fijo - ¿saben tus padres que estas aquí?

- no, ellos no lo saben, y por favor, no se lo diga, solo necesito saber la verdad.

- lo siento chico - el hombre se pone de pie y arregla su traje - no puedo darte esa información, no sin el consentimientos de tus padres adoptivos, dime una cosa, ¿ellos te lo dijeron, o lo has descubierto por ti solo?

- imagino que si le digo que ellos mismos me lo dijeron tampoco me va a ayudar en nada, ¿verdad? - el hombre responde de manera negativa con un movimiento leve de cabeza - lo suponía, no, no me lo dijeron, lo descubrí por casualidad.

- ¿quieres un consejo? - el chico lo mira serio - deja las cosas como están, has tenido suerte, caíste en una de las mejores familias que se podía tener, ¿para que buscar?

- vámonos - le dice Tiffany tomándolo de las manos - no hacemos nada aquí.

Aun los jóvenes no se habían montado en el auto cuando el hombre toma su móvil y enseguida marca un numero, esta de pie junto a los grandes ventanales de cristal cubiertos por cortinas blancas, observando como los jóvenes se alejan del lugar.

- ¿señor Robinson? - pregunta - su hijo lo sabe.

- ¿¡como?! - pregunta del otro lado el teléfono el hombre que no podía salir de su asombro.

- su hijo Max acaba de estar aquí, el ha descubierto la verdad.

- vea - dice nervioso - eso es imposible, mi hijo Max Robinson lleva meses postrado en una cama en coma.

- no, no, eso, no - empieza a tartamudear - eso no puede ser, el, el acaba de estar aquí, me dijo su nombre, el ...

- ¿le enseño una documentación? - el hombre hace silencio - ¡dígame! - le grita nervioso - ¿¡le enseño una documentación?! - el hombre sigue sin dar respuesta y enfadado Thomas termina insultándolo y después cuelga - ¡partida de imbéciles!

- seño...

Era demasiado tarde, Thomas había colgado el teléfono.

- ¡Agatha! - grita por los pasillos de la casa - ¡Agatha! - busca a su mujer por todos los rincones del lugar.

- ¿Qué pasa? - sale limpiándose las manos en el delantal - ¿Qué son esos gritos Thomas?

- ¿Qué fue lo que hiciste? - la agarra de los hombros - ¿a quien le contaste la verdad? - el hombre estaba nervioso, sus ojos parecían salirse de su cara.

El chico de la calle de atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora