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17 de marzo, 2017.

El verano se ha terminado, al igual que nosotros. Sabía que lo nuestro tendría un inicio y un final, mas no contaba con enamorarme de algo pasajero. Admito que estoy enamorada; siempre lo supe, pero nunca se lo dije. Quisiera meter a Alexander dentro de mi maleta y llevármelo como él se llevó mi corazón. Sé que lo tendré en mi mente por unos días, meses o quien sabe, tal vez me tome un buen tiempo. Pero lo que no estoy segura es si esto realmente se terminó.

Alex sostiene mi diminuta mano y me sonríe.

Nunca antes había conocido a alguien con una sonrisa tan pícara y que me transmita seguridad. Absolutamente nadie. Tampoco digo que he sido de tener una lista larga de chicos, pero lo poco que he podido disfrutar del amor, él no es como los otros y tampoco es un simple sentimiento.

Él lo es todo.

—¿Me recordarás? —Alex me pone frente a él y me acaricia la mejilla.

No puede ser que mida casi igual que un poste. Es enorme.

—No se vale. Sabes que eres más al... —No termino de hablar y me carga, teniéndolo a centímetros de mis labios.

—¿Y ahora? —me pregunta.

—Mucho mejor —lo miro directamente a los ojos.

Enredo mis brazos y lo beso.

Cuando conocí a Alex, supe que él sería de esos errores que estaría dispuesta a cometer. No puedo creer lo que hemos pasado en este corto tiempo, pero los recuerdos se quedarán acá como quedamos antes de comenzar este amor de verano.

—Sofía —dice Alex.

Me baja, se arrodilla y me abraza con fuerza.

—Alexander —Abrazo su cuello. Amo y odio la altura que tiene este hombre porque me hace sentir débil y confiada a la vez—. Gracias por traerme aquí, al inicio de todo.

—Extrañaré este panorama de South Beach —se voltea a ver la hermosa vista que tenemos al frente de nosotros y regresa a mí—. Pero no soportaré estar sin ti.

Vine a Miami a tener una desconexión con todo relacionado con mi vida en Lima, y tener un tiempo y espacio completamente para mí, pero Alex entregó más que eso; me dio lo imprevisible en carne y hueso. Este es nuestro adiós y a pesar de las ganas que tengo de quedarme, es tiempo de partir. Dentro de unas semanas seré yo, mis estudios y nada de distracciones. Lo extrañaré, pero el futuro no se construye solo con amor y pasión como los libros de ficción. Uno tiene que hacerlo con esfuerzo y sacrificio.

Y él es uno de ellos.

—No me arrepiento de haber tomado el intercambio —Alex cierra los ojos, respira profundamente y mientras exhala, sonríe de oreja a oreja.

—¿En qué piensas? —pregunto.

—En lo hermoso que será el día en que nos volvamos a encontrar —dice abriendo los ojos y con seguridad.

Este chico y su maldita confianza.

—Eres tan confiado que ni siquiera piensas en lo irreal que puede ser eso —digo.

Alex se levanta y me lleva al auto sin decir nada hasta que llegamos.

—Si soy tan confiado como crees. Llegó tu oportunidad —dice mientras se dirige a la puerta de copiloto de su automóvil.

Lo abre y me lanza sus llaves.

—Estás bromeando, ¿verdad?

No puedo creer lo que acaba de hacer.

Durante el verano, Alex estuvo enseñándome a manejar, ya que le había comentado que en casa me estaba esperando un auto que al regresar del viaje tenía que saber a la perfección la teoría y práctica para poder sacar mi licencia para conducir. Alexander no era muy bueno en la parte teórica, así que aprovechaba algunas noches para estudiar, estar al ritmo y no perder mucho tiempo en los quehaceres que tenía al día siguiente. Ahora por haber dicho la verdad, está poniendo toda su confianza, teniendo en cuenta que durante estas semanas de clases soy la peor conductora de la faz de la tierra.

—Para nada, señorita. —Alex ingresa al auto.

Marcho hacia el lugar del conductor y entro.

—Alex, no tienes que hacer esto.

Introduzco la llave para arrancar, pero no lo llego a torcer.

—Confío en ti —Coge mi mano que se encuentra sujetando la llave y enciende el auto—, y en esto. No hablo por el verano, no lo digo porque son palabras y ya. Lo escupo porque... mierda, Sofía, mira lo que hiciste. Es la primera vez que puedo decir que no he desperdiciado ningún puto minuto de mi vida en esto. En nosotros.

—Dolerá, pero nos servirá de experiencia.

—Esto no es un adiós, Sofía —afirma.

—Lo es, Alexander.

—Realmente me hubiese gustado que funcionara.

—A mí también —Observo como sus ojos se comienzan a llenar de lágrimas y giro mi cabeza al frente—. No sabes cuánto.

Muevo la palanca de cambios y arranco.

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