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31 de agosto, 2017.

Frente a mí se encuentra la hermana de Alex hablando con la profesora Miranda. Veo su hermosa cabellera y otra vez esta mujer me sorprende con la vestimenta que lleva puesto. Si que tiene un buen gusto, hasta me atrevo a decir que tiene mejor elegancia que todas las chicas de este lugar, incluyéndome. Se ríe junto a la profesora y regresa a su asiento, que está a dos asientos de la mía.

Miranda se levanta del escritorio y se posiciona al medio de la clase con una impecable sonrisa.

Veo cómo muchos buitres la miran con hambre, como si fuera un pedazo de carne. Aunque nos los culpo por la mujer que tienen frente a ellos. ¿Qué tiene este centro de estudios que todos los profesores tienen un físico impresionante? A Miranda le queda chico la palabra hermosa y lo demuestra en su perfecta piel, nariz bien perfilada y ojos grises. Ni decir de sus piernas, son las envidias de este salón. Si me dicen que tengo que ser docente para tener esas pantorrillas, sin pensarlo sería una.

—Frente a ustedes tienen a su compañero de trabajo —dice Miranda apuntando la pizarra, donde el proyector enseña los nombres de todos los integrantes del salón—. Ya tienen sus apuntes de la clase, así que no les tomará nada de tiempo en hacer sus ensayos. Tiene plazo hasta la medianoche de mañana.

—¿Alguna duda?

—Profesora, tengo una —habla un alumno.

—Dígame —sonríe Miranda.

—¿Tenemos que enviar hoy a la medianoche que sería la medianoche de mañana o sería mañana a la medianoche del día siguiente?

Tanto Miranda como todos los del salón ponen sus ojos en blanco, incluyéndome. Para nuestra suerte de no escuchar otra tonta duda, la campaña suena y de manera fugaz observo la pizarra, buscando mi nombre y a mi pareja de trabajo. Bajo la mirada, llegando casi al ultimo grupo de dos y ahí está mi nombre, acompañada de una tal Abigail.

Cojo mi bola y verifico que todas mis cosas estén ahí. Espero que Abigail no se vaya sin buscar a su compañera, no quiero pensar que ya se ha ido y no tengo ningún medio para contactarla.

—Disculpa.

—¿Sí? —levanto la cabeza con una sonrisa, pero se me quita cuando veo a la hermana de Alex. El recuerdo del escándalo viene a mi mente y me sonrojo.

—¿Eres Sofía? —me pregunta.

—Sí, esa soy yo.

—Hola, soy Abigail. Abigail Sanguinetti, tu compañera de trabajo.

* * *

¿Cómo pude haber caído en las garras de los celos ante esta grandiosa chica? Abigail y yo hemos estado platicando en lo que restaba de la clase, y nos pusimos de acuerdo el día y la hora en que se realizará nuestro trabajo. Tenemos mucha cosas en común, aunque eso ya lo veía venir desde que la vi en la clase de redacción.

Resuena la campana dando finalizada la clase, y ambas cogemos nuestras pertenencias.

—Entonces —digo, tomando mi maletín—, ¿a las siete?

—Sí —me responde Abigail, desviando su mirada hacia otros integrantes del salón, despidiéndose con una delicada sonrisa. Toda una dama—. Me envías la ubicación de tu casa y ahí me tendrás.

—Solo espero que los fastidiosos amigos de mi hermano no estén en mi casa —pongo los ojos en blanco.

Salimos del salón y le pregunto a Abigail cuál es su siguiente clase, pero no tiene. Le digo si desea ir hacia la cafetería y pasar el rato conmigo. Ella accede mi invitación y nos sentamos en la primera mesa que encontramos, empezamos con la platica.

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