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—No, no. Espera... —Logan ladea su cabeza de un lado a otro y se rasca la nuca—. ¿Tú viviendo un amor de verano?

Le conté todo el rollo que tuve con Alexander durante toda mi estadía en Miami sin mencionar su nombre, solo lo conoce como el Chico Americano.  Y entiendo que no pueda creerlo, tampoco es su culpa, porque también me sentí de esa manera cuando los días iban pasando. 

Él hacía que los días fueran mágicos e inesperados. Alex poseía ese poder que hizo que creyera en él y en lo que estábamos viviendo, juntos. Él estaba preparado para esto, yo no contaba con su aparición, y no tomé en cuenta las consecuencias que traería su amor. Pero no me arrepiento y tampoco me haré la víctima que salió lastimada, pues hace mucho tiempo que dejé de tragarme el dicho que no se piensa con la cabeza, sino con el corazón. Respuesta incorrecta. Dejaré que mi corazón sienta, pero será mi cabeza quien tome la decisión final, y decidí que la vida continua con o sin él.

—Sí, yo. —Doy un último mordisco a la torta.

—Hermana —Logan coge su vaso y me lo agita—, si la vida te dio ese limón.

—Pues hice una riquísima limonada —digo.

—¡Uy! ¿Dónde está Sor Sofía y qué hice le hiciste?

—Se demoró un poco en despertar, pero más vale tarde que nunca —le guiño.

Hemos terminado conmigo y ahora es su turno. Es casi medianoche y esta inesperada pijamada  está casi en el punto de termino. Recojo la bandeja y me levanto junto a ella y los platos.

—Cuando vuelva, tendrás que escupir todo lo que te pasó en México.

Logan termina su refresco y se pone de pie.

—Está bien —dice.

* * *

Logan arranca con su intercambio salvaje en México y me di cuenta que él no solo fue a un país, se trajo varios hacia él. Inició contándome lo terrible que fue para él empezar desde cero en un país extranjero; sin conocer a nadie y cómo ubicarse en algunas partes hasta que conoció a una mexicana.

Salió con ella durante un mes y gracias a ella pudo conocer más gente y tener una mejor vínculo con las calles. Luego llegó una Colombiana, la mejor amiga y compañera de cuarto de mexicana. Después se enrollo con una española, americana, argentina y una inglesa. 

Por Logan se hubiera quedado más tiempo, pero el recorrido se le había acabado.

—Dime que agradeciste a la mexicana que por ella tuviste todo ese banquete —comento.

—¿Qué me crees? Claro que no —Se acuesta en el espaldar del mueble y tira su cabeza en dirección al techo.

Le tiro un cojín en la cara.

—Sí, claro que lo hice.

—Bueno, por lo menos no te quedaste con una peruana —hablo.

—No... —Logan se ruboriza y mira a todos lados menos a mí—. Sería absurdo que tras probar distintos sabores, me quede con el clásico.

—Pero te quedaste con el sabor clásico.

Conozco a mi hermano. Pese que le gusten todos los sabores, preferirá lo tradicional. No lo juzgo, pero Logan ha tomado decisiones erróneas al escoger a su persona ideal. Ya no quiero que vuelva a salir lastimado de otra relación fallida, y tampoco que vuelva a caer en el vacío.

—Me gustaría haberme quedado con un nuevo sabor, pero si hubieras visto ese sabor tradicional —se muerde los dientes y cierra los ojos.

—Ok, mucho detalle. Entendí tu punto. —Corto su morboso momento y me inclino hacia la mesa para coger un poco de snacks combinado con palomitas.

—No entiendo cómo puedes inclinarte cada cinco minutos para agarrar —Logan se para y trae el tarro—. Deja de ser como mamá, Sofi. De ahora en adelante las reglas se terminaron.

Logan piensa que romper una regla es fácil pero no es así cuando has vivido con ellas. 

Mi madre me enseñó la ley de causa y efecto de la vida, y no me gustaría pasar por lo mismo que ella. Reconozco las malas decisiones que tomó, pero eso no quita los días que lo que me brindó para sobrevivir ante la vida. Quisiera que estuviera a mi lado. Quisiera que muchas cosas fueran como antes, sin embargo la vida no da segundas oportunidades.

—Tenemos que irnos en... —miro mi reloj y Logan gruñe.

—¿Treinta minutos? Recién será medianoche y ni siquiera hemos visto la película que planeábamos ver.

—No lo hicimos por hablar de ti y tu exótico viaje —le recuerdo.

—Es sábado —dice, metiéndose una buena cantidad de comida a la boca—. Podemos dormir más tarde.

—Mastica y pasa —ordeno y me hace caso.

Tras darle una orden, me pongo a pensar que si hoy pude dejar la bandeja en el suelo, también puedo mantener mi cuerpo despierto un ratito más. No me hará daño romper otra regla, o es lo que lo que creía antes que todo se saliera de otro después de esta noche.

FuisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora