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28 de febrero, 2017.

—Cerramos en cinco minutos. —Me avisa Mónica desde su ubicación en la caja registradora.

Asiento la cabeza y prosigo con mi deber. Restriego la suciedad de la mesa y recojo la bandeja con todo los residuos que los clientes han dejado tirado como si nada. Nada les cuesta ir con la fuente hasta el basurero y echar su basura.

Si hubiera reunido el dinero necesario para estar sin preocupaciones en Miami, no estaría trabajando con mi tía para poder cubrir mis necesidades. Mónica me consiguió empleo en el lugar en donde ella trabaja y entré por recomendación suya. No tengo la mejor paga, pero siempre he querido tener un trabajo extra como mesera y formar parte de un restaurante.

Podría pedirle dinero a Logan, pero él ya hizo demasiado con pagarme los pasajes y no puedo gastarme el dinero que me ha enviado para comprarle algunos juegos que en México aun no llega. Gasto innecesario de mi hermano. Es su dinero, así que no puedo reprocharle nada.

Salen los últimos clientes y rápidamente me dirijo a limpiar su mesa. Y cuando pensé que ya se había terminado mi trabajo por hoy, la campanilla resuena en todo el restaurante, avisando que alguien acaba de llegar.

—Ya estamos por cerrar —escucho decir a Mónica.

—Disculpe —dice el cliente. Reconozco esa voz—. Usted debe ser Mónica.

Me vuelvo para ver lo que está pasando, y observo a mi tía con el conocido cliente.

Mónica le señala su placa, donde está escrito su nombre.

—¿Será porque lo dice aquí?

—No lo dije por la placa —Alex me encuentra con la mirada y me señala— Es porque ella me dijo cómo era físicamente.

Mi tía mira cada detalle de Alex que hasta podría decir que se lo está devorando con la mirada, pero no, es la manera en que examina a las personas. Espero que Mónica se acuerde de quién es él, porque sí le he hablado de él; es más, fui muy detallada con respecto el físico de Alex.

Alex estira su mano y espera a que Mónica se la estreche. Ella solo lo mira y luego mueve sus ojos hacia mí. Mi tía se la estrecha y pide unas disculpas a Alex. Mónica cierra la caja registradora y le dice que vuelve en un momento; que se sienta como en casa y se ponga de lo más cómodo en una de las mesas. Alex asiente la cabeza y antes de tomar asienta en la primera mesa que ve, me saluda levantado su mano y una radiante sonrisa.

—Dime que él es —Mónica pasa sus manos por mis hombros—. El churrísimo del que me hablaste. —Lo vuelve a ver. Alex también nos mira y vuelve a sonreír.

Aprieto los labios y quito la mirada de su bello rostro.

—Lo es —le respondo.

—Sacaste los gustos de la familia. Primero tu mamá, ahora tú. Con los genes que se manera... —Dirige su mirada hacia Alex—... los bebés que saldrán.

Mónica mete sus manos en su uno de sus bolsillos y saca unas llaves.

—Toma —dice Mónica mientras me coge mi brazo, la levanta y me entrega las llaves en mi mano—. Hoy cierras. Utiliza esta oportunidad con sabiduría.

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