7

114 11 3
                                    

24 de agosto, 2017.

Estaciono el auto y Logan aplaude.

—Miami sí que dio sus frutos.

—Y tú que no me tenías fe —digo.

Quito las llaves del auto y me aproximo al asiento trasero para agarrar mi bolsa.

—Pero te enseñó el mejor —Logan apunta el carro que está a nuestro lado y me percato que es de Alex—. Conozco sus maniobras, hermana  —dice, cogiendo su mochila y abre la puerta.
Logan y yo estuvimos conversando acerca de Alex y los chicos mientras veníamos de camino a la universidad. Y él preferiría que me mantenga lejos de ellos, como si jamás aparecieron en la casa y siga con lo mío. Le pregunté el motivo y solo me pidió que lo haga, sin requerir explicaciones. ¿Cómo diablos quiere que siga su regla si no me da una razón? Traté de olvidarme del tema con la música e intenté de marear mi mente con otros asuntos y lo único que conseguí es que mi ansiedad aumentara—. El pabellón B está frente a ti, así que no te perderás en tu primer día.

—Logan. —Escúpelo, Sofía. Exige lo que quieres. Logan no puede darte una orden sin ninguna aclaración. Ya no eres una niña que no se puede entrometer y que solo debe quedarse callada—. ¿Qué hay en ellos para que me digas que me aparte? Porque sé decidir y no debo tener tu permiso para juntarte con las personas que yo quiera.

Logan me observa con seriedad y se queda mirándome sin articula ninguna palabra.

>> ¿Estás escuchándome?

Grito y bajo el volumen de mi voz cuando noto que despierta de su lapsus.

—Por supuesto —miente—. Solo mantén tu distancia.

—¿Por qué? —pregunto.

—Son peligrosos, Sofía —dice Logan—. Y lo mejor que podrías hacer es separarte de ellos.

Logan sale del auto pero lo retengo cogiendo su brazo.

—Son tus amigos. Si puedo contigo, puedo con esos tres —aseguro.

—No esta vez.

Logan libera su brazo y se va.

* * *

La clase de redacción inició cuando profesor Rodríguez cerró la puerta. Ha pasado una hora y el salón entero está prestando atención y no por el tema, sino por el físico que tiene nuestro maestro. No lo culpo por ser un hombre apuesto de casi dos metros, ojos verdes y llevar ese estilo de ropa: camisa con un botón suelto, pantalón ajustado y zapatos que caen a la perfección.

—¿Cuál es el propósito de redactar? —pregunta el profesor—. ¿Alguien que quiera estrenar los puntos extras? —Miro a mi alrededor y nadie levanta la mano.

Vuelvo a mirar a todo el salón y ningún estudiante se digna en intentarlo.

Alzo la mano.

—Sí, usted —me señala.

—Es demostrar nuestro conocimiento y dar a conocer el resultado de un trabajo —respondo.

—Pero antes de planificar tu redacción debes de tener claro cuál es la finalidad que persigues.

Me contradice una voz y giro para ver a mi competencia.

—Muy buena respuesta —El profesor Rodríguez se acerca a su escritorio y toma su lapicero—. ¿Su nombre es?

—Olivera —Mi rival se recuesta en la silla y estira sus piernas—. Patrick Olivera.

¿Qué hace acá? ¿No es un alumno de último año? ¿Cómo no me he percatado de su presencia? ¿Ha estado todo este tiempo en la clase? Solo recuerdo que un grupo de tardones llegaron después de media hora y se perdieron la mitad de la explicación. Pero estaba tan pendiente de mis apuntes que no llegué a ver los que ingresaron y Patrick fue uno de ellos, y pese que no ha estado en toda la clase, se acaba de llevar mi punto extra. Logan me advirtió que me alejara del peligro, pero no pensó que uno de esos peligros cursaría materia conmigo.

FuisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora