12

76 10 2
                                    

15 de febrero, 2017.

Despierto al escuchar la alarma. El sonido se pone más ruidoso al pasar de los segundos, solo a mí se me ocurre poner una alarma los domingos. Desplazo mi brazo para poder coger el teléfono de la mesa de noche, pero es inútil, estando enredada en los suyos. No puedo moverme para nada, me tiene acorralada.

Hago un movimiento brusco para poder tener alguna respuesta y me deje libre, pero nada, mas bien, lo ayudo a poner más fuerza a sus brazos para no dejarme escapar, se apega más a mí y gruñe. Quisiera ser como él, una roca que no le incomoda el ruido de ese maldito recordatorio que no para de sonar. Claro, lo configuré para que no se posponga por unos minutos. Inteligente.

Ha transcurrido más de una semana desde que nos conocidos, en una momento que no pensaba más que tomar un poco de aire y botar todo lo que tenía dentro de mí.

—Al —susurro.

—¿Mmm?

—Necesito moverme —digo.

Ño, un latito más.

Me doy la vuelta para verlo, y ahí está, con esas largas pestañas y labios carnosos, está acá, conmigo, en mi cuarto. Me inclino para dale un tierno beso en la nariz y Alex vuelve a gruñir.

—Otro, por favor —dice sin abrir los ojos.

—Nopi.

¿Po qué? —pregunta, abriendo poco a poco sus risueños ojos.

Po que nu eres un ñiño obediente.

Me es raro hablarnos como si fuéramos unos niños mimados. Al comienzo, le decía a Alex lo estúpido e infantil que se veía haciendo eso, pero no pude contra él y terminé haciendo la misma ridiculez que Alex, nuestra ridiculez.

Alex me toma de las caderas y me pone encima de él, entrelazando nuestras manos. Si él pudiera sentir mi latidos ahora, sentiría cómo mi corazón golpea como un martillo al tenerlo cerca. Debo confesar que cada vez que me tiene frente a él, me pone nerviosa y siento esa calentura, que siempre me pone a sudar. Mientras más me esfuerzo en contenerme, más pierdo la cabeza.

—Sofi —Alex coloca mis manos en sus pechos y una de las suyas en la prenda que llevo puesta—. Te ves tan candente con esa camisa, que mierda...  —se muerde la otra mano que la tiene libre y pone cara de degenerado, ladeando su cabeza de lado a lado.

—¿Y si...? —me hago la loca, miro al techo y quito mis manos de su cuerpo. Desabrocho el primer botón de la camisa.

—No me hagas esto —Alex se frota la frente, luego la cien y se aprieta sus labios—, que sabes en qué terminaremos.

—¿En qué terminaremos? —pregunto con tono curioso, desabrochando otro botón—. Porque yo no sé, pero, ¿te gusta lo que estoy haciendo?

—Ajá —es lo que responde, apuntando sus ojos al siguiente botón que estoy por liberar.

Muero por saber todas los retorcidos pensamientos que Alex debe de tener en su mente en estos momentos, teniéndome encima de él, no creo que solo esté pensando lo bonito que me queda su camisa. Quiero tener el control sobre él. Quiero que pierda la cabeza, como él me la hace perder. Quiero que perdamos el poder de contener las ganas y liberarlas.

Siempre creí que volver amar era difícil, pero Alex lo hizo ver fácil. Quisiera mentirme a mí misma que esto no es real, solo algo pasajero, y que Alex solo vino a mi vida, para después irse.

—¡Por Dios! ¡Me estás matando! —masculla—. Suelta el maldito botón.

Estoy acabándolo lentamente, haciendo que tolere este calentamiento que a poco a poco se está apropiando no solo en él, sino en ambos. 
Aprecio sus ojos, que están clavados en los míos y conozco esa mirada, ese vistazo de querer arrebatarme todo lo que se interponga en mi piel, es un salvaje. Y cada vez que me mira de esa manera, me enloquece, me hace creer que no desperdicio mis sentimientos en él.

Alex me despierta de mis pensamientos cuando inclina sus caderas, sintiendo su miembro y su impotente ganas de escaparse del bóxer.

—¿Segura que no lo harás? —cuestiona Alex, levantando una ceja.

Niego con la cabeza.

—No debiste de hacer eso.

Alex se empina y me pongo dura, pero es vano, lo tengo encima de mí. Río mientras trato de quitármelo y elevo mis piernas, enredándolo  en sus caderas. El siguiente paso que hago es entrelazar mis brazos en su cuello y tiro de él, pegando mis labios con los suyos y dando inicio a mi juego. Nuestras lenguas juguetean y no puedo reprimirme, necesito voltear esto. Le doy un suave mordisco a sus labios y Alex retrocede, dándome la oportunidad de poder empujarlo y ahora estar encima de él.

—Mucho mejor —digo, soltando el último botón y dejo caer la camisa.

Alex no sabe dónde meter su cabeza, que cierra los ojos y cubre su rostro con sus manos.

—Si te tapas, es porque no te gusta lo que ves —es lo que digo, al ver la actitud de Alex.

—¡¿Qué dices?! —Alex eleva su voz. Se levanta y estamos a la misma altura—. ¿Es en serio?

>>No, no. No es tu cuerpo. —Me mira los senos y se mordisquea los labios. Agita su cabeza y sus ojos vuelven a mí—. Tienes un cuerpo, que si hablaría de ella, incendiaría la habitación, pero no eres tú, soy yo.

—La típica frase de término de una relación.

—No me estás entendiendo —dice Alex, restregándose la cara—. Eres tú.

—¿Yo soy el problema? Vaya, gracias.

—No traté de decir eso. Bueno, sí, pero no así como lo estás interpretando.

—Al grano, Alexander —digo, buscando la camisa. Lo levanto y me lo pongo.

Alex rodea sus brazos en mi espalda y percibo su caricia en ella.

—Cuando miro tus ojos, me siento vivo.

—Igual que yo, cuando veo los tuyos —es que respondo, tomando sus manos.

—No solo es eso —Alex baja la mirada y respira profundo. Mira a un lado, luego a otro y gira a verme—. Cuando un alma encuentre a otra por la cual estaba esperando, será hermoso. Y cuando su mano encuentre a la mano que debe sostener —mira nuestras manos y sigue—. No la dejará ir, porque de repente, su mundo cambiaría para siempre, y cambió. Sofía, yo no buscaba el amor, hasta que te encontré.

No respondo nada, me acabo de quedar pasmada por sus palabras. Intento hablar, pero lo que consigo hacer es tartamudear. ¿Cómo voy a responder a estas palabras? No quiero ser fría, ni tampoco cursi. Este hombre me tiene loca, encantada, y estoy quedando como una estúpida por no responder nada.

Me lanzo hacia él y beso todo su rostro, sonriendo. Esta no soy yo para nada, que haya hecho esto, de tirarme hacia él y darle besitos, no es lo mío. Hay algo en Alex que me convencer hacer esto, es extraño, y aun no tengo una respuesta clara para explicármelo.

No me importa si lo nuestro sea algo real o pasajero, pero lo que ahora hay, es todo.

FuisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora