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2 de setiembre, 2020.

Termino de leer el ensayo que Abigail y yo realizamos, y verifico los puntos que están señalados en el documento. Tenemos un buen inicio de apertura, un desarrollo interesante y un cierre espectacular, que cualquiera se envolvería en ella sin tener conocimiento del tema.

Perfecto, nos merecemos el mayor puntaje.

Por un lado tuve miedo, pues Abigail estaba incomoda después de ver a su ex, Raúl, quien se encontraba de lo más normal y deslumbrante jugando junto a sus amigos. La entiendo, debió haberla pasado de lo peor, pese que solo me ha contado una parte de muchas. Pero eso no la detuvo, porque su redacción es completamente buena, y para haber pasado por un fastidioso momento, no está nada mal.

Mi teléfono resuena en toda mi habitación, y volteo dirigiendo la mirada hacia la cama.

Abigail te está invitando a una videollamada por FaceTime.

Muevo mi silla y estiro mi brazo hasta llegar al teléfono. Respondo, deslizando la pantalla y ahí está la señorita, vestida con un top blanco acompañado de una casaca jean y con un peinado con coleta, que le queda hermoso.

—¿Sí?

—¡Ábreme! —dice mientras voltea la cámara de su teléfono y está parada, frente a mi puerta y una sombra se une a ella—. Abrenos —Alex apoya un brazo en el hombro de su hermana y me sonríe como un niño.

—¡Ey! —escucho decir a Logan—. Pasen.

Abigail me mira a través de la pantalla y me guiña el ojo.

—Voy por ti —corta la videollamada.

No puede hacerme esto cuando estoy en pijama, peor aun si está con su hermano. No sé si sean capaces de subir a mi cuarto sin la autorización de Logan, aunque a él no le incomodaría, sabiendo que Abigail no es ninguna desconocida, y Alex, su hermano, con quien tuve una relación veraniega.

Movilizo mis piernas directo al ropero, saco un short y me quedo con el polo negro que llevo puesto. Voy hacia el espejo y contemplo cómo me queda el short y  arranco un pedazo de papel, pasándome por mi rostro para quitar el sudor que tengo a causa del alto brillo del ordenador. Alboroto mi cabello y cojo el cepillo para alisarlo y tener una presencia digna frente a mi amiga. Entiendo que es Abigail, pero presentarme ante alguien que ha venido a verme y que esté en ropa de dormir, no es lo adecuado.

Giran la manija de la puerta, esperando a que se abra, pero quien lo esté haciendo, no lo ha conseguido. Tocan una vez, no respondo. Golpean nuevamente y escucho el rugido de Abigail, solicitando a que le abra la puerta.

—Llegaste de sorpresa —digo, volviendo a verme al espejo antes de ir a la puerta y sonrío ante la respuesta de Abigail. Está una furia.

—Sofía —ruge, golpeando la puerta sin parar—. No necesito sacar una cita contigo, así que ábreme en este instante.

—Deberías —la antojo contraatacando lo que acaba de decir.

Cualquiera diría que conocemos de años, por la forma en que nos estamos tratando, pero la realidad es otra, apenas la conozco un poco más de dos días, y me agrada que la confianza está creciendo de manera rápida. Me hubiera gustado conocerla antes de todos los que me prometieron su compañerismo. A veces las amistades de largo plazo son las que no prevalecen, y las de menos, permanecen.

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